martes, 16 de octubre de 2007

EL TUERTO. 1: El Doctor Merchant.

Fue en el curso de una cena, hace ya tiempo, durante unas vacaciones en Tenerife cuando conocí al Doctor Merchant, Psiquiatra que fue subdirector de clínica de la Facultad de Medicina de Londres, y activo miembro de las Asociaciones Internacionales de Psicofarmacologia, y de Psicoanálisis. Por entonces se hallaba semiretirado, vivía en la isla por razones de salud y dirigía una pequeña clínica psiquiátrica particular. Me lo presentó una amiga -omitiré por ahora su nombre- que era vecina suya, y sospecho que también fue paciente del doctor.

Durante la conversación hablamos de nuestras respectivas profesiones, y salió a relucir la conexión entre enfermedades mentales y delincuencia. Creo que yo comenté que como abogado penalista muchos de mis clientes padecían trastornos mentales. Y el corroboró que gran parte de sus pacientes habían cometido algún tipo de delito.

Le comenté mi interés en explorar esa conexión psiquiátrico-judicial, y al final de la velada me atreví a preguntarle si me dejaría estudiar sus notas tomadas durante las sesiones de terapia con uno de sus pacientes, con mi compromiso de no revelar nada. Gracias a la mediación de mi amiga, accedió.

Al leer las notas aumentó mi curiosidad. Se trataba de un paciente al que llamaremos Johnny, alias"el tuerto", un joven de 30 años de edad, británico, afincado también en Tenerife, cuyo diagnóstico principal era “Trastorno antisocial de la personalidad”; además, padeció ciertas fobias y obsesiones y ha tenido problemas con la justicia. Transcribo aquí la primera Nota:

“Mi primer recuerdo…tendría unos siete años… íbamos paseando por el parque, para oxigenarnos después del banquete de la boda de alguien, no recuerdo quién... Yo jugaba a tirar una piedrecilla al aire, en vertical, y cogerla al vuelo antes de que cayese. Me resultaba mágico ver cómo se elevaba, al principio muy rápido, luego perdiendo velocidad hasta frenarse, y quedar durante una fracción de segundo suspendida en el aire, flotando. En ese instante todo lo normal, lo cotidiano, lo necesario, quedaba abolido. Una y otra vez repetí mi juego. De repente, algo me distrajo. Quizá uno de mis primos se me cruzó...No recuerdo. El caso es que la piedra cayó en mi ojo izquierdo. No puedo decir más, no puedo describir el pozo en el que me hundí. Existe un vacío en mi memoria; solo sé que perdí el ojo”.

“¿Un sueño que recuerde?...Ahora mismo sólo recuerdo uno en el que yo caigo por un precipicio…Me siento aterrorizado…intento gritar pero no me sale la voz…Me despierto sudoroso.”

Días después le pregunté al Doctor:

-¿Cree usted que ese sueño estaba relacionado con el incidente de la piedra en el ojo?

-No es fácil saberlo con certeza, a medida que la conciencia descubre un mecanismo del subconsciente, éste inventa otro. El psicoanálisis es como una persecución sin fin, cada vez más compleja. Lo que sí sé es que un inocente juego de la infancia puede convertirse en un hecho crucial que determina los rasgos de su personalidad y en definitiva todo su futuro. Hay que imaginar el complejo que sufriría, el resentimiento contra si mismo y contra los demás, contra ese primo que se cruzó y al que no quiere ni recordar. En cuanto al análisis, creo que sólo sirve en momentos o circunstancias muy puntuales, para aclarar confusiones, errores, y para desentrañar fobias, temores, obsesiones. Y aún eso, con el riesgo de despertar monstruos que habías tomado por tierra firme.

Le confesé que el personaje me había interesado mucho, que deseaba ampliar mi información e incluso insinué que acariciaba la idea de escribir algo.

-¿Porqué no escribe usted de sus clientes? - Me espetó a bocajaro. Le miré, parecía molesto, a la defensiva.
-¿Acaso trata usted como pacientes a sus familiares y amigos? -Me miró y esbozó una sonrisa como diciendo "me has pillado".- Pues esto es lo mismo -añadí-, con mis propios clientes perdería la objetividad. Lo quiera o no tengo ya una idea preconcebida, o para exculparles o para condenarles, y en esta ocasión quiero ser lo más imparcial posible, ni juzgar ni justificar, sólo observar y contar los hechos lo más pura y escuetamente posible.

El doctor se quedó pensando, pareció comprenderme. Finalmente me preguntó:

-¿Y qué es lo que quiere?

-Hablar con el propio Johnny, y si es posible con su abogado.

-Con cual de ellos, porque tiene varios, uno aquí y otro en Londres, para sus distintas causas judiciales.

-Con todos ellos. Quiero tener una visión lo más completa posible de su vida.

-Esta bien, haré lo que pueda, pero ¿por qué motivo le digo que quiere usted verle?
-Dígale la verdad, que quiero escribir sobre su vida.
Al cabo de un par de semanas conseguí entrevistarme con Johnny el tuerto, con la condición de no descubrir su paradero ni las circunstancias de la entrevista. Creo que le caí bien, pues me contó su vida con todos los detalles que necesitaba y me autorizó todo lo que le pedí, a escribir su historia, hablar con sus abogados y obtener una copia de sus expedientes judiciales.
Pero dejemos hablar directamente a...El Tuerto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Joseph!
Como psicólogo tengo curiosidad por saber cómo se concreta ese diagnóstico de TAP.
Te deseo suerte!
Un abrazo.

Joseph Seewool dijo...

Hola Santi!
Gracias por pasarte por mi blog.
Creo que en próximos episodios empezarás a encontrar justificación a ese diagnóstico...
Un abrazo para ti.

-Anna- dijo...

Ufff, interesante comienzo. Todas las historias que tienen que ver con psicología me encantan, más si están relacionadas con la parte criminológica. Soy una gran adicta a criminal minds, csi, y programas de ese estilo. :)
Seguiré leyendo.

Joseph Seewool dijo...

Así que eres pésima delincuente, pero aficionada a la parte criminológica...Interesante mezcla la tuya, Anita ;-)