viernes, 5 de octubre de 2007

El capitán Richard. 2: Desnaturalizado.

Esa primera curva que trazó mi destino, cada vez que lo pienso me asombra la suerte de que gocé. Tener unos padres insoportables, de repente verme libre de ellos, sin trauma alguno, y poder vivir con las personas que admiraba y quería. ¿Algún niño de siete años ha podido imaginar tanta suerte? Durante mucho tiempo -unos cinco años- estuve convencido de que existía un poder supremo que atendía mis peticiones, que bastaba con rezar con fuerza y mis deseos se cumplirían. Después, cuando me di cuenta de que no era así, pensé que ese poder supremo era caprichoso y a veces hacía lo contrario sólo para fastidiarme.
También pienso que ese temprano fracaso entre mis padres biológicos y yo -abandono por su parte, rechazo por la mía- influyó decisivamente en el hecho de que yo nunca quisiera tener hijos. Creo ahora que fue esa la razón, y no las que argumentaba yo siempre, sobre la superpoblación del planeta, mi libertad, etc. Supongo que en mi inconsciente subyacía el temor a repetir el mismo fracaso. Tal vez mi tía Agnes contribuyó a ese temor, lo alimentó incluso, cuando me contaba sus historias y teorías de que proveníamos de una familia de "judíos desnaturalizados"; que en nuestra esencia estaba el no tener raíces y el no dar frutos.
Se refería por una parte a que de los cuatro hijos del bisabuelo Isaac, los tres varones se habían hecho ateos y comunistas, abandonando toda creencia, toda costumbre, borrando incluso todo sentimiento de judaísmo. El primero, Saúl, mi abuelo, abandonó Berlín y emigró a Estados Unidos en 1932, se instaló en Detroit, abandonando la militancia política, se dedicó al comercio y se casó con una canadiense anglófona, Regina; en 1937 nació mi padre, Mike, y en 1940 mi tía Agnes.
El segundo, Uri, escapò a Francia en 1933, cuando ya le buscaba la policía de Hitler por sus actividades comunistas; en 1936 vino a España, participó en la Guerra Civil, contra Franco, a cuyo término consiguió huir de nuevo a Francia; en 1940 ingresó en la Resistencia; durante veinte años desaparece la pista de él, hasta que sorpresivamente vuelve a contactar con Saúl en 1960, primero por carta, y luego visitándoles durante unas cortas vacaciones. Parece que fue él quien contó a mi tía toda la historia de la familia, pues el abuelo nunca quiso dar detalle ni explicación alguna, y mantuvo todo en secreto, suponemos que por miedo a que alguno de sus hijos quisiera volver al seno del judaísmo. Tanto mi tía como mi padre fueron a colegios públicos en Detroit.
El tercero, David, tuvo menos suerte, fue capturado por la época en que Uri escapó y nunca más se supo. Por último Rachel fue la única que permaneció fiel al Talmud. Parece que mi abuelo se escribió con ella durante algún tiempo. Después, sin previo aviso, la pista se pierde definitivamente.
Mi tía habla de esa sensación extraña de no tener parientes, ni primos, ni tíos, ni abuelos, nada. Para mayor desgracia su madre, Regina, había fallecido de un parto en 1943 (el bebé también murió), y Saúl se volvió a casar muy pronto, esta vez con una irlandesa recién emigrada. Colegios internos para ambos, mi padre y ella, hasta los 16 años, y después a trabajar, hasta que en 1962 (el año que nací yo) mi tía conoció a Richard y a los tres meses se casaron.
No tener raíces y no dar frutos, mi tía se refiere con esto último a que ella no puede tener hijos...Pero volvamos al hilo principal, cuando me dijeron que tendrían que buscarme un colegio. A los siete años yo prácticamente no había pisado ninguno. Hasta que cumplí los seis a mis padres no se les ocurrió matricularme, después estuve enfermo varias veces, luego nos trasladamos de Detroit a Columbus...de modo que yo no sabía hacer la ?o? con un canuto. En realidad todo ello redundó en mi favor, así no tuve gran cosa que olvidar y pude comenzar de cero sin lastre alguno. Me entregué por completo al estudio, además me pusieron una profesora particular que me enseñara el español. Aquel invierno casi no pude coger la bicicleta, mi contacto con la niña ciclista (se llamaba Rosa) quedó reducido a los sábados por la mañana. (Continuará...)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El personaje está interesante pero esta parte de los familiares se me hace un poco enrevesada.

-Anna- dijo...

No se si enrevesada. A veces es difícil contar estas cosas de fechas y relaciones familiares porque el lector no sabe a donde quiere llegar el autor. Muy probablemente sea para contextualizarnos, que en ese caso las fechas están bien puestas y bien explicadas, o también puede ser para explicar o fundamentar más adelante por qué el personaje es como es, es decir cuales son sus principales influencias y cómo estas a su vez se forjaron.
La religión es un tema delicado, yo siempre me siento como el niño buscando explicaciones de porque las cosas no salen como salen. Mi fuerza superior en estos últimos tiempos se ha gestado en mi interior, no se, mejor no meterme en este tema no? Respeto al niño y a todos :)
Otra cosa que quería resaltar es lo del judaísmo, y las peculiares desapariciones en este caso, que también se extienden a muchísimas desapariciones más. Voy haciéndome el panorama para después.
Un gusto estar acá Joseph, esto se pone interesante.
Es una lástima que ya no se viera tanto con la niña de la bicicleta :(
Un abrazo!

Joseph Seewool dijo...

Hola, Ricardo: Agradezco tu visita y tu opinión, la tendré en cuenta. No se si se justifica por lo que dice Anita de las influencias. Ah, y por cierto, te llamas igual que el capitán (solo que en español, claro).

Anita: Gracias por considerar el lado de las influencias. A veces tengo mis dudas...
Veo que eres muy respetuosa. Por mi puedes entrar en los temas de desees, con respeto se puede hablar de todo. Pero por lo que apuntas, personalmente estoy de acuerdo contigo en que dios ( o Dios, como cada uno prefiera) está en nuestro interior. Un abrazo y ya seguiré respondiendo tus amables comentarios 8-)