viernes, 12 de octubre de 2007

Cap. Richard.9: La señorita Smith.

Cuando vi de nuevo al tío, dos semanas después, pálido, demacrado, débil, un torrente de emociones me turbó, me llenó de confusión. Su boca aún esbozaba la sonrisa, pero sus ojos habían perdido la viveza característica, apagados, sin brillo. Parecía incluso asustado. Lo primero que conseguí pensar es "¿por qué? ¿Por qué el tío? ¿Cómo es posible que, si existe un poder superior, que hasta ahora parece protegerme, permite que la mejor persona que conozco sufra de esta manera? ¡¿Por qué no me castigas a mí, en vez de a él?! ", le pregunté directamente. Pero no, a mí que no era ni la mitad de bueno me premiaba con pasteles de ciruelas y noches de sensaciones indescriptibles. "Cúrale y te prometo que seré bueno, y no comeré ni pasteles, ni helados, ni chocolate, ni.."
Y el caso es que pareció mejorar. Se levantaba de la cama, daba paseos, hasta volvió a la base. Un día que él no estaba escuché una conversación de la tía por teléfono y se me grabaron dos palabras: tumor cerebral. Busqué en mi enciclopedia y desde entonces yo estaba tan asustado como el tío.
Pasaron algunas semanas. Un sábado por la tarde salimos en el Kart y el tío me mandó ir precisamente a la base. "Tengo algo que enseñarte", añadió. Yo pensé que seria algo relacionado con el Kart. Imaginé alguna innovación. Hacía poco habían retrasado el asiento y los pedales, para ajustarlos a mi crecimiento. Pero no era nada de eso. El tío me fue explicando: "Hoy hay pocas personas en la base, están todos en el pueblo, excepto los de guardia. Los casados en su hogar, los solteros bebiendo en los bares o paseando por la playa. De oficial de guardia esta Terry".
Fuimos al hangar de camiones, él y Terry sacaron los dos que había, dejaron sonando el motor. Entramos en la nave y cerraron los portones. La pared del fondo estaba acolchada con goma espuma, debajo por lo visto una gruesa madera aglomerada y por ultimo la pared de ladrillo.
-Y ahora te presento a la señorita Smith -dijo Terry, y me tendió una pistolita que parecía de juguete. Una Smith&Wesson calibre 22 milímetros, aclaró. Y me explico todo su funcionamiento. "Apretando aquí se extrae el cargador, ¿ves? Ahora ponemos las balas, a la señorita solo le caben seis, cerramos; ahora tirando de esta corredera la bala sube y ya esta lista para disparar; si todavía no quieres hacerlo aprietas este botoncito y entonces el gatillo no se mueve".
Yo había grabado sin pestañear todas sus explicaciones. A pesar de mi naturaleza poco violenta las armas de fuego me fascinaban. Terry me enseñó a empuñar el arma, y apuntar, todo bajo la atenta mirada del tío. Me colocó ante la diana, a unos cuantos metros.
-Y ahora suavemente dispara. - Lo hice. La detonación me sorprendió, me aturdió un poco. Sin darme tiempo a respirar Terry me ordeno seguir disparando hasta vaciar el cargador.
-Tendrás que mejorar mucho si no quieres ser un tirador mediocre " dijo, comprobando mi pobre resultado.
-Bueno, basta de charla -intervino el tío- ahora debes conocer al señor Colt - y me entregó un revolver bastante grande y pesado (un 45). Siguieron las explicaciones de funcionamiento, y añadió:
-Pero para tirar con éste será mejor que te pongas los tapones y los cascos en los oídos.
Aquel pesado revolver oscilaba en mis manos queriendo apuntar.
-¡Respira mas despacio! -me gritó - ¡si no puedes fijarlo al blanco procura disparar cuando hayas soltado el aire!
Aquel gatillo estaba mucho mas duro, casi no podía aplastarlo, y de repente...¡pum! Otra vez me sorprendió el estruendo. Esta vez yo mismo seguí disparando, casi le estaba cogiendo el gusto.
-Bueno, el primer disparo de cada serie ha sido el mejor -dijo el tío.- Y ahora, para terminar, te falta probar con Mister Uno -. Se trataba del fusil M-1 (para los aficionados, el antecedente del famoso M-16).-Con éste vas a hacer un solo disparo, no necesitas más.
Me hicieron tumbar en el suelo y apoyar el fusil en un saco de arena. En el hombro me colocaron una almohadilla. El tío sabía lo que se hacía.
-¡Apoya fuertemente la culata en tu hombro!
El trueno me conmocionó, el retroceso me dejaría un tenue cardenal en el hombro, y sin embargo aquel único disparo con el M-1 fue mi mejor diana.
Después de aquello nos fuimos a tomar un baño en la playa, con el sol ya ocultándose. Yo me adentré en el mar, nadando con soltura, y el tío se quedó en la orilla, remojándose sólo hasta el pecho, justo la imagen contraria que cinco años antes.
(Continuará.)

2 comentarios:

-Anna- dijo...

También me dan miedo las armas jajaja. Dios, esto parece a propósito...¿Por qué me hacés esto?

Broma, broma...

Ahora, me da cosa el tío :(

Continúo...

Joseph Seewool dijo...

Bueno, de las armas es absolutamente lógico y normal sentir miedo. Más bien lo contrario es lo patológico. Sin embargo, las personas son más peligrosas que las armas...8-)