jueves, 4 de octubre de 2007

El CAPITAN RICHARD.1: Cambia mi destino

Año 1969, Estartit, Gerona (España); Estación de Radiotransmisiones del Ejército de los Estados Unidos, llamada "LA BASE". Construida en virtud de los acuerdos de 1953 entre Eisenhower y Franco.
Siete horas A.M., el capitán Richard (Dick para los amigos) sale en su Alfa Romeo "Giulietta" color blanco. Se lo ha comprado recientemente a su amigo el teniente Terry K., el cuál a su vez se lo ha ganado en una partida de póker al teniente John S., que se lo había traído de Italia cuando estuvo allí destinado.
Se dirige a Gerona a buscar a su esposa Agnes y al sobrino de ésta, Joseph. LLegan en avión a las nueve A.M. procedentes de Columbus, Ohio (USA), vía Madrid. En realidad, aunque él no lo sabe, se dirige a cambiar el destino de Joseph.
Joseph era yo, tenía siete años, y Agnes mi tía favorita, la hermana de mi padre, Mike. Venía a España por primera vez, se suponía que a pasar los tres meses de verano. Lo que nadie sospechaba es que nunca regresaría a los Estados Unidos.
Tío Dick fue para mí desde el primer momento el auténtico héroe. Un rubio alto y atlético, puro músculo, bien parecido, sonriente, extrovertido, seguro de sí mismo, despreocupado, optimista. Y cuanto más le fuí conociendo más se incrementó mi admiración. Era generoso, abnegado, hábil en todo lo que se proponía, un auténtico líder entre sus compañeros y subordinados, un valor seguro para sus jefes. La tía Agnes estaba locamente enamorada.
Yo rápidamente olvidé todo lo que dejaba atrás, en Columbus, una madre histérica y pirada, y un padre gris, depresivo y alcohólico.
Aquel verano fue idílico, lo más cercano al paraíso que un niño pueda imaginar. Sencillamente era felíz. Vivíamos en un chalecito con jardín y una higuera, a cuya sombra jugábamos los tres largas partidas de cartas, de parchís, de monopoly. Por las mañanas mi tía y yo íbamos a la playa, mientras Dick trabajaba. Por las tardes, nos llevaba unas veces en el Alfa, otras en la vieja camioneta pick-up, a recorrer las tranquilas y arboladas carreteras de la costa, a bañarnos en caletas recónditas, a pasear por los pueblecitos de pescadores, comiendo palomitas y helados que Dick nunca me escatimaba, pese a las protestas de mi tía. "Le mimas demasiado", insistía. "Déjale que sea felíz", respondía mi tío, "me gusta verle felíz".
Una de las primeras cosas que hizo mi tío fue comprarme una bicicleta y enseñarme a manejar. A los pocos días ya recorría con soltura el pueblo y salía a la carretera, también ante las quejas de mi tía y la tolerancia de Dick. Cada vez que ella iba a comprar o a tomar un café con las amigas yo aprovechaba para saltar sobre la bici y escapar. En uno de esos paseos conocí a una niña también ciclista. No recuerdo quién se puso a pedalear al lado del otro, lo cierto es que nos hicimos amigos.
Otra de las cosas que hizo fue enseñarme a nadar. Para la primera clase escogió una piscina, en vez de la playa.
- ¿Sabes algo de nadar?
- No.
-Está bien.
Me colocó junto al borde, en lo más profundo, y me dijo "salta". Yo sin dudarlo un instante salté. Me hundí, me entró agua por la nariz, braceé instintivamente, sentí que en realidad subía, flotaba ...y cuando saqué la cabeza él estaba a mi lado sujetándome. No me había dado tiempo a pasar miedo, sólo sorpresa.
-¿Has visto?, es fácil ¿no?
-Creo que sí.
Después, ya donde no cubría, me enseñó a mover brazos, piernas, cabeza. Yo prestaba mucha atención e imitaba todo lo que él hacía. Por nada del mundo hubiera consentido en decepcionarle. Además, la seguridad que él me transmitía convertía todo en algo fácil.
Así las cosas, el verano transcurría con demasiada rapidez para mi gusto. A medida que se acercaban las últimas semanas deseaba con mayor intensidad quedarme a vivir con ellos. En mi fuero interno rezaba para que algo ocurriese que me impidiera partir. Y en efecto, algo ocurrió. Días antes de mi regreso, una noche, mis tíos me preguntaron si me gustaría quedarme con ellos .œalgún tiempo más., tendrían que buscarme un colegio.
-¡Siii! "grité.
Lo que había ocurrido fue simplemente que mi madre había abandonado a mi padre; se largó a California con un ligue y se hizo hippie. Mi padre, desolado, se hundió aún más en la depresión y en el alcohol, y sencillamente no estaba en condiciones de responsabilizarse de mí.
De ese modo, Agnes pasó de tía favorita a madre de hecho, y el capitán Richard, de ser mi superhéroe se convirtió en mi figura paterna. El cambió mi destino. Sin duda.
(Continuará...)

2 comentarios:

-Anna- dijo...

Hola joseph! Ya era hora de que yo pasara por acá, trataré de ser constante en las lecturas. Empecé por el primero porque me dio la sensación de que si agarraba el último no iba a entender xD. Me gustó mucho, se refleja en el trasfondo esa necesidad de figuras en la infancia para ir moldeando la identidad que nos va a caracterizar en la adultez. Por suerte tu personaje tiene una figura paterna fuerte que creo que va a ser de gran ayuda (por la idea que tengo de como se va a desarrollar la historia más adelante)
Un placer andar por acá, escribis muy bien :)
Saludos!

Anónimo dijo...

Hola Anita! Te agradezco que te hayas animado a leerme, y me alegra mucho que te haya gustado. Has hecho bien en comenzar por el primer episodio, en la cabezera lo indico a modo de sugerencia, pero veo que debo ser más explícito, porque sino no se entiende nada.
Y bueno, no se me había ocurrido lo que dices de la identidad, pero ahora que lo pienso veo que tienes mucha razón, y eso incluso abre perspectivas insospechadas para una futura continuación (quién sabe).
Es un privilegio que hayas sido la primera persona que me comenta en este que a partir de ahora puedes considerar también tu blog.
Saludos para ti.