domingo, 21 de octubre de 2007

El tuerto. 4: Eve

Hablar de chicas solo me trae recuerdos negativos, pero sé que debo hacerlo. Se llamaba Eve, estuve enamorado de ella muchos años. Quise pensar que no me afectaba cada vez que la veía con...su novio, más en realidad me sentía muy desdichado, si bien yo mismo no era consciente de hasta qué punto. Será mejor si empiezo por el principio.
Era finales del verano cuando la conocí, a mediados de septiembre. Yo tenía trece años. Estábamos en los jardines de Eagle. Hablaban de Eve, de que ya había vuelto de las vacaciones. Todos llevaban ya varias semanas en Londres, yo ni siquiera había podido marcharme, pero ella, decían, sí podía permitírselo, había estado en España, en una playa del mediterráneo. La gente mostraba curiosidad y expectación. Era la primera vez que oía hablar de Eve, hasta ese momento no significaba nada, sólo percibí, eso sí, que parecía ser muy importante para el grupo. Y entonces apareció, me la señalaron, "ahí viene Eve", y yo miré, como un tonto, esa fue la primera vez que la contemplé, con mi único ojo y aún tengo grabada su imagen. Exhibía un bronceado intenso, su piel parecía de melocotón, el pelo rubio destellaba, los ojos oscuros, casi orientales, brillaban alegres y los labios rojos y carnosos parecían sugerir deleites de toda clase. Venía hablando con unas amigas que la rodeaban, caminaba con soltura, era el centro de atención, se sabía protagonista, admirada por todos, envidiada por más de una. Yo al instante me enamoré.
Recuerdo que unos dias atrás había visto una película que se titulaba “Las mariposas”. Iba de unos adolescentes que se enamoraban y huían de sus familias para vivir su amor. Cuando vi aquella película me dejó intrigado, no comprendí el comportamiento de los adolescentes. No imaginaba la brutalidad de los sentimientos que podían desencadenarse. En ese instante de ver a Eve lo comprendí todo. Sentí mi corazón bombeando, la sangre corriendo por todo mi cuerpo, el calor en mi piel. Experimenté el impulso de acercarme a ella, de acariciar su pelo, coger su mano, besar su rostro, sus labios. Lo comprendí todo. Quise fugarme con ella, tener todo el tiempo para contemplarla, para abrazarla, lejos del mundo, lejos de todo.
Nunca me atreví a declararle mis sentimientos. Cómo iba a hacerlo, si cuando jugábamos en grupo ella ni me miraba, ni me dirigía la palabra. También es cierto que yo no tenía ni idea de cómo aproximarme, ni se me ocurría el menor atisbo de conversación que pudiéramos entablar. Me conformaba con fantasear que algún dia la salvaría de un grave peligro, y entonces se fijaría en mí, se enamoraria de mí, seríamos novios...Qué imbécil era.
Una tarde, meses después, se presentó mi oportunidad. Un chico se estaba metiendo con Eve, un grandullón de 15 o 16 años por lo menos, bastante más alto y fuerte que yo (el tipo años después iría a la cárcel por tenencia de cocaína). La agarraba del brazo, la intentaba besar, ella no quería, torcía la cara, le decía "déjame". Eramos un grupo de diez o doce, por lo menos, todos mirábamos a prudente distancia, nadie hacía el menor amago de intervenir. Hasta que con el corazón acelerado tomé mi decisión, me acerqué a él, y sin mediar palabra, saqué mi navaja automática y le pinché un poco en el culo, nada, un simple aviso. "Lárgate de aquí, gilipollas, o te rajo". Y el tío salió corriendo. No sé si habría oido algo de lo que le pasó a Larry, pero vi el pánico en su cara.
Pensé que a partir de entonces Eve me querría a mi, en lugar de al niñato chulo que, según todos los rumores, le gustaba. De inmediato salí de mi error. Eve no me dio ni las gracias, se giró sin mirarme, como siempre, y se marchó. Me quedé atónito, no entendí lo qué había que hacer para gustar a una chica. Una amiga, Mary, que se compadeció de mí, me lo explicó: "es que su chico es muy guapo". Le faltó añadir: "y tú eres feo y tuerto". Por lo visto el chulo les gustaba a todas, incluida la pobre Mary, la cual en eso sufría del mismo mal que yo. Sí, era feo y tuerto, y sigo siéndolo.
Ese mismo día juré que renunciaba a su amor, y lo cumplí. Dejé de frecuentar el grupo para no encontrarme con ella, evitaba los lugares que frecuentaba. Y por supuesto no me permití volver a fantasear con salvarla de nada, que se las apañase solita. Sin embargo cada vez que casualmente me la cruzaba, de cerca o de lejos, la mirada se me iba y sentía un amargo dolor en el pecho, y ganas de llorar con mi ojo solitario.

3 comentarios:

Maria dijo...

Hola de nuevo :)

El Tuerto como todo hijo de vecino tiene corazón y sufre por amor...

Joseph me gusta tu forma de enfocar esta novela, espero con impaciencia la próxima entrega

Un saludo

Maria

Joseph Seewool dijo...

Es un placer contar con tu presencia. La próxima entrega...Mañana, creo, tal vez hoy in extremis.
Saludos para tí.

-Anna- dijo...

Ayyy, pobre tuerto...sus ganas de llorar con el ojo solitario, me dieron mucha tristeza a mi.
Nuevamente contrastes que atrapan.
Continúo...