sábado, 13 de octubre de 2007

El Capitán Richard. 10: Final.

Sus mareos, vómitos, dolores de cabeza, debilidad, aumentaron rápidamente y en progresión geométrica. Tuve la triste oportunidad de presenciar alguna de sus crisis. Perdía la visión, se desmayaba, la última vez tuvo convulsiones. Le llevaron al hospital de la base militar en Alemania, por lo visto allí tenían los mayores adelantos tecnológicos. Los médicos intentaron una cirugía desesperada y falleció en el quirófano. Era el 28 de Febrero de 1975, tenía 34 años. Me consuela pensar que no sufrió, durmió con la anestesia y de ahí pasó al sueño eterno, sin agonía. Repatriaron sus restos directamente a Ohio, Estados Unidos, no llegué a ver su cadáver. En Estartit hubo dos misas por el querido difunto, una por la mañana en la capilla de la base y otra por la tarde en la iglesia del pueblo a la que asistieron Rosa, Elcira y muchos vecinos. Aquella noche se me apareció en sueños por primera vez (lo haría en diversos hitos a lo largo de mi vida). "Buceábamos juntos en un mar esmeralda, el fondo estaba plagado de rocas; había una cueva por la que entraban y salían peces de múltiples colores; entonces el tío se dirigía a la cueva, desde el umbral me hacia un gesto de adiós con la mano y se introducía por ella; yo salía a la superficie".
Tiempo después conseguí leer los informes médicos y averigúé el nombre científico de su asesino: gliosarcoma.
Aquel curso suspendí cuatro asignaturas, en lugar de estudiar me dedicaba a leer novelas de Salgari, Verne, Defoe, etc. Tuve que presentarme en septiembre y solo con un gran esfuerzo de voluntad y la benevolencia de algún profesor logré aprobar por los pelos. La tía me dijo un día, "Joseph, tienes que ser feliz, el tío adoraba verte feliz".Y lo intenté. También gracias a Rosa y nuestros paseos en bicicleta me fui consolando.
En Octubre la tía consiguió un trabajo administrativo en la base de Torrejón, la pensión de viuda, con el dólar cayendo, no permitía seguir viviendo al ritmo que lo habíamos hecho hasta entonces. Por otro lado a la tía no le agradaba la idea de quedarnos en Estartit, demasiados recuerdos penosos, así que nos trasladamos. Hubo que vender los vehículos, el Kart se lo quedó Terry, la bicicleta se la regalé a Rosa. Cuando nos despedimos me abrazó y por primera y última vez me besó en la boca, un beso rápido e impetuoso en el que nuestros dientes chocaron.
Nuestra vida continuaría, en Torrejón, pero esa es otra historia. Esta venía a cuento de que Dick cambió mi destino, como dije al principio. Me libró de mis deprimentes padres, me arraigó a vivir en España, pero sobre todo me dio una imagen que idealizar y tratar de imitar. Su generosidad, alegría, liderazgo, autosacrificio. Su actitud ante la vida y ante la muerte. El valor incluso ante la horrible enfermedad. Su mayor pena era la perspectiva de abandonarnos a la tía y a mí. Estaba asustado pero no por ello perdió la sonrisa. El me demostró que es posible sentir miedo y sin embargo enfrentarse a él y controlarlo. Hasta el héroe tiene su debilidad y no por ello es menos héroe.
Esta historia es un homenaje al tío Dick.
- FIN -

5 comentarios:

Maria dijo...

Hola Joseph !!!!

Desde el primer capitulo me engancho lo que escribes.

Espero leer muchas mas cosas tuyas.

un cordial saludo

Maria

-Anna- dijo...

¿El tío Dick existió? Es decir, ¿Es una historia verídica? De ser así lo lamento mucho, y si no es así también lo lamento.
Este último capítulo me emocionó, porque bueno, uno siempre traslada sus propios sentimientos a las historias.
"Hasta el héroe tiene su debilidad y no por ello es menos héroe"...con tu permiso, esta iría a mis frases favoritas allá en el blog, con tu nombre por supuesto. Espero el permiso :)
Un placer leer esta historia, hoy me enganchó completamente, no podía dejarla como verás.
Un abrazo Joseph...
Nos vemos en los próximos capítulos, insisto en que escribís muy bien.

Joseph Seewool dijo...

Gracias, María. Me alegra mucho que te haya gustado. Y sí, pronto podrás leer más cosas. Saludos cordiales.

Si, Anita, el tío Dick existió, y está fallecido hace muchos años. Me he permitido algunas licencias literarias. La base militar también existió. Y la tía Agnes aún vive, pero no se llama así.

Si te gusta la frase, es tuya Anita. Te mandé un mail con el permiso 8-) Abrazos y gracias a tí, Anita.

Joseph Seewool dijo...

Gracias, María. Me alegra mucho que te haya gustado. Y sí, pronto podrás leer más cosas. Saludos cordiales.

Si, Anita, el tío Dick existió, y está fallecido hace muchos años. Me he permitido algunas licencias literarias. La base militar también existió. Y la tía Agnes aún vive, pero no se llama así.

Si te gusta la frase, es tuya Anita. Te mandé un mail con el permiso 8-) Abrazos y gracias a tí, Anita.

Anónimo dijo...

No recuerdo la ultima vez que leí un relato tan hermoso. Esta lleno de pequeños detalles que te hacen volver a creer que aún existen seres excepcionales capaces de darlo todo por otro ser humano.

Cada línea ha sido un descubrimiento, he podido sentir en mi piel las emociones que llenaban el corazón de Joseph al saber que por fin tenia una familia que lo querían y que el adoraba, el tener una amiga cerca para poder vivir aventuras desde el manillar de sus bicicletas y soñar despiertos como solo los niños saben hacerlo. Me ha gustado mucho las pequeñas frases de la tía Agnes Y las bromas del Capitán enmascaradas de lecciones que le servirían al pequeño Josito en el transcurso de su vida. Pero con lo que me quedo en si de este bello relato Es lo mucho que hay en ti en el... Y esa dulce sensibilidad con que lo has contado.

Me quedo con ganas de más.. Pero como todos los buenos escritores.. Esa es la idea dejarnos a los pobres lectores con solo una gota de miel en los labios..Ains..


Un abrazo de los grandes Querido Amigo.
P. Bionnivells.