jueves, 11 de octubre de 2007

El Capitán Richard. 8: Noche con Elcira.

Aquel hermoso y cálido día de primeros de junio que anunciaba el verano, al volver de la escuela encontré a la tía haciendo las maletas con cara de preocupación.
-¿Qué ocurre? "pregunté.
-Que el tío se ha puesto malo, le llevan al hospital de Torrejón (refiriéndose a la base militar central en España, por la época).
-Pero ¿cómo ha sido, dónde está?
-Pues que se ha mareado, está en la enfermería.
-¿Nos vamos con él?
-Me voy yo, tú té quedas.
-Yo quiero ir.
-De eso nada, no puedes perder las clases. Escúchame bien, tú te quedas en casa de Elcira "sentenció- , va a venir a buscarte dentro de un rato, así que prepara tus cosas, y pórtate bien, que ya eres mayorcito (tenia doce años).
Elcira pasó a recogerme. Había terminado magisterio y estaba estudiando oposiciones para ganar plaza de maestra nacional. Venía con regularidad a tomar café con la tía, desde aquel año que me dió clases de español se habían hecho amigas, a pesar de la diferencia de edad. Mi tía elogiaba su inteligencia y su cultura. Ella aprendía de la experiencia de la tía y bebía sus historias sobre América y la familia.
-Solo cojo una muda y el pijama, ya vendré cuando necesite algo, tengo llave.
-Está bien, dame un beso, y no te preocupes.
-Vuelve pronto con el tío.
-Si, te llamaré por teléfono.
Aquella noche la tristeza y la preocupación se mezclaban con la novedad de estar en casa de Elcira. Los padres, casi ancianos, me trataban con mucha cortesía y benevolencia. Todos querian tranquilizarme. Elcira contaba chistes y anécdotas de la universidad durante la cena, una sopa de verduras que tomé entera y me sentó bien, y un pescado que apenas probé. Lo recuerdo porque me sorprendió que apenas insistieran, al contrario de lo que hubiera hecho la tía (ella hubiera dicho algo así: come si no quieres que te pase lo que al tío.
De postre hubo pastel de ciruelas, como si quisieran complacerme en todo aquella primera noche de ausencias. Al ver el pastel casi me arrepentí de no haberme esforzado en comer mas pescado, pero ya era tarde. En compensación rechacé su oferta de repetir pastel.
-¿Y donde quieres dormir, en el cuarto de Paco o con Elcira? -Preguntó inopinadamente el padre. Paco, hermano de Elcira estaba en el servicio militar. Por un instante dudé, me vino a la mente mi problema de enuresis nocturna, no del todo resuelto. Hubiera sido un bochorno mojar a la simpática Elcira. Pero después hice acopio de valor. .Si hace falta no probare ni gota de agua hasta por la mañana, pensé.
-Con Elcira....
Los padres se acostaron pronto, no tenían costumbre de jugar partidas de cartas. Yo les imité. Elcira tenia que estudiar y me apetecía ponerme a pensar tranquilamente en la cama. Al introducirme entre las sabanas percibí el perfume que emanaba, y con un gemido de placer lo identifique con el aroma del cuerpo de Elcira.
A pesar de mis propósitos de vigilia era tan sedante aquel perfume que me sumergí en un dulce sueño. Lo siguiente que recuerdo es que orinaba voluptuosamente contra una pared...y desperté de repente. Angustiado me palpe el pijama, ¡uf! Por suerte no me había orinado. A mi lado Elcira dormía con placidez. Escuché su respiración acompasada. Me levanté sigilosamente y me dirigí al baño sin encender la luz, con la claridad que entraba por la ventana. Qué alivio después de orinar. Por esta noche me he librado de la vergúenza, pensé. Al regresar a la cama miré el despertador de agujas fosforescentes: las tres y media. Estaba resuelto a mantenerme despierto hasta el amanecer. Durante un buen rato me quedé quieto, meditando en el pobre tío. Después volví a sentir la presencia de Elcira, al removerse. ."No me he enterado cuando ha venido a la cama. Si me acerco un poquito, ¿se despertará?". Lo hice muy lentamente, ella dormía de espaldas a mí. Extendí la mano muy despacio y toqué...su muslo. Al principio me dió como un calambre, después dejé reposar la palma. Sentí la tersura de su piel, la finísima pelusilla de su vello, el calor de su carne. El corazón me golpeaba el pecho como una locomotora, a ciento cincuenta pulsaciones por minuto.
Nunca había sentido tanta emoción, inmóvil, paralizado. No sé cuanto tiempo transcurrió en esa postura, perdí por completo la noción. Lo siguiente fue que deslice muy suave mi mano hacia arriba, hasta alcanzar el borde de su camisón de seda. Nuevamente deje pasar el tiempo. Temía que ella despertara y a la vez no era capaz de retirar mi mano. Era una emoción dulce y sensual, un mundo nuevo para mis sentidos. Hasta que se movió para darse la vuelta y levante la mano asustado. Por un segundo pensé que estaba despierta, pero no, sus ojos seguían cerrados. Me quede quieto una vez mas, contemplándola extasiado, a la débil claridad de la luna que se filtraba a trabes de las cortinas. Lo siguiente que recuerdo es ella zarandeándome suavemente y diciendo:
-Vamos, despierta, ya es de día.
(Continuará...)

2 comentarios:

-Anna- dijo...

Una historia de amor con Elcira?
jeje, bueno, quizás sólo son idas y vueltas de la adolescencia.

Joseph Seewool dijo...

Más bien lo segundo, Anita, y la inconsciencia de los adultos, ja-ja-ja.