viernes, 16 de noviembre de 2007

El tuerto.17: Jefe Hoz.

-Quizás sea el momento de contarle otro sueño, doctor. Es curioso porque, y créame que hasta yo mismo me sorprendí, aparentemente no sentí dolor por el abandono de Libby, por la pérdida del amor y del equilibrio. Desde luego me negué a llorar, a estar triste o a consentir que me afectara en nada de mi vida. Continué con mis estudios, con mas ahínco si cabe. Seguí con la rutina monetaria. Mis viajes a Londres se hicieron más frecuentes para reponer mercancía. Sin embargo ese sueño recurrente me decía que algo se había roto por dentro.

“Me veo en la cubierta de un barco, mi ojo tuerto va tapado por un gran parche, y mi mano derecha es un muñón en el que tengo incrustado un enorme gancho, una hoz para ser exactos. Voy vestido a la moda del siglo XVIII, con calzas y jubón y unas botas de caña alta. En la cabeza un pañuelo. El barco es una goleta de tres palos de ciento cincuenta toneladas. Los marineros van también vestidos a la usanza, casi todos lucen tatuajes en los brazos y sus caras tienen una expresión taimada, feroz. Rostros ennegrecidos, oscuros, sucios.
Es noche cerrada, en el cielo campea un estruendoso temporal, las nubes descargan, el mar bravísimo zarandea nuestro barco y el viento nos azota. Por supuesto no se ve ni una estrella. Estamos perdidos en medio de la tempestad. Siento un miedo gélido en mi interior.
Mis hombres se afanan de un lado para otro, reduciendo vela, tensando cable. Yo manejo el timón con mi única mano. En ésto, el vigía grita tierra y me doy cuenta que ha cundido el desconcierto entre mis hombres, ya no saben qué hacer. Unos quieren arrojarse ya mismo e ir a nado hasta la orilla, otros se niegan a saltar, todos se gritan unos a otros.
Levanto la hoz que tengo por mano y esbozo un gesto de que se aproximen. Se apiñan a mi alrededor. Lentamente, en silencio y lanzando una mirada teatral sobre ellos voy bajando la hoz hasta mi cuello, coloco la punta de la hoz sobre mi garganta y aprieto un poco, no demasiado. Noto que no está afilada porque la piel de mi cuello resiste la presión.
-¿Habéis comprendido?- les pregunto.
-¡Sí, jefe!- Gritan todos al unísono."

Entonces despierto, intrigado, todavía pensando en la escena, sin saber lo que va a pasar, si seremos capaces de desembarcar, o si el barco se estrellará contra las rocas de la orilla y todos pereceremos despedazados para ser devorados por los tiburones.
-Y ahora doctor, la interpretación. Déjeme intentarlo a mí, no me ayude. El barco...no me lo diga, soy yo, como siempre. El jefe, es mi voluntad, me he convertido en un auténtico pirata, con parche y todo, como siempre debí llevarlo, es decir, en un verdadero criminal. En el camino he perdido mi mano derecha, que es...el amor de Libby. En su lugar, esa hoz representa la navaja que tanto he utilizado, eso es, mi mano es una hoz, aunque no está afilada, o sea que puedo controlar el daño que causo. Y sigo vivo y más decidido que nunca a desafiar la tempestad de la vida. Esa vestimenta desfasada, quiere decir que en el fondo he sufrido un retroceso en mi evolución personal. Esos tres palos ¿qué son?, ¿el Yo, el Superyo y el Ello? Mis feroces marineros son mis instintos agresivos y de todo tipo, tal vez sexuales, si. Es cierto, al perder a Libby comencé a tener sucios deseos sexuales, doctor. Estoy perdido, no sé a donde ir, ni qué hacer de mi vida, sólo sé hacer lo que hago, fechorías y estudiar para cometer más fechorías. Quiero imponer disciplina en mis instintos, por lo menos que no me lleven a la destrucción total. Mis instintos solo entienden la amenaza. Un miedo cura otro miedo. Tengo miedo de volver a amar. Y tengo más miedo aún de no volver a amar nunca más. Arrojarse antes de tiempo sería renunciar a la vida, al amor, a causa del miedo. Hay que resistir a la incertidumbre, aguantar. Y sé que aguantaré, aunque en el camino me vaya dejando jirones de mí mismo... ¿Qué tal lo he hecho, doctor?

4 comentarios:

Hisae dijo...

Bravo, mi Truman favorito...
Sigo impaciente la trama.
Un abrazo.

Joseph Seewool dijo...

Hola, Mario, gracias por tu aliento. Ya tienes un nuevo episodio para entretenerte...Abrazos para tí.

-Anna- dijo...

Antes del sueño, con eso de refugiarse en el estudio y en la profesión, opera la sublimación...ja! ok, yo no dije eso.
Ahora resulta que el tuerto es un pequeño Freud que interpreta sueños ¿Qué tal? Maravillada me tiene este personaje.
Besos!

Joseph Seewool dijo...

Bien, Anita, con la sublimación. Pero ¿y la ausencia de dolor, la aparente frialdad?
Interpreta sueños...Bueno, digamos que imita la técnica de su psiquiatra, el doctor Merchant.