sábado, 10 de noviembre de 2007

El tuerto. 14: Atracador trasquilado

El embarazo de Libby estaba ya muy avanzado, casi ocho meses, cuando aquel verano fuimos a Londres. Por un lado hubiera preferido que no me acompañase, sobre todo porque tenía que reunirme con los amigos de Luke y quería dejarla a ella totalmente al margen de mis negocios. Sí, la intenté convencer, haría un viaje rápido, y volvería a su lado, a la tranquilidad de Exeter. Pero ella insistió en acompañarme, se negó rotundamente a quedarse sola. Y en parte me convenció ella a mí para quedarnos unos días en Londres. Creo, algo insinuó, que deseaba ir a visitar a sus padres, intentar una reconciliación con ellos. Y eso sí, ver a sus amigas. Me temo que se sentía sola.
El caso es que por otra parte me gustaba la idea de tener a Libby cerca de mí, me daba energía y confianza en mi mismo para enfrentarme a la que imaginaba dura negociación con Parrot y Philip. A la hora de la verdad no lo fue tanto. Yo puse mis condiciones.
-Quiero hacerlo a mi manera, nada de plazos, ni presiones, ni cantidades predeterminadas. Yo colocaré los billetes que realmente pueda según la situación, soy el primer interesado en mover cuantos más mejor...Y a propósito de interesado, no estoy de acuerdo con el cincuenta por ciento. Colocar un billete lleva tiempo, y gastos, a veces hay que comprar cosas de un cierto valor que no necesitas. No siempre se puede comprar una caja de cerillas y pagar con uno de veinte...
-Nosotros también tenemos gastos, ¿qué te has creído, que sólo es darle a la manivela? –me contestó Parrot, bastante ofendido-, conseguir un buen papel es difícil y caro, la tinta no digamos. Y además, nos sobra gente dispuesta, si no te interesa, ¿a qué has venido? ¿A tocarnos los cojones?- Entonces terció Philip en mi favor.
-Mira, John, sabemos que eres de confianza, y sólo por eso, y porque eres amigo de Luke, vamos a hacer una excepción contigo, ¿eh Parrot? –hizo una pausa, Parrot guardó silencio- te vamos a dar el sesenta por ciento, y no hay más regateo, lo tomas o lo dejas.
Lo acepté. Esa misma tarde fuimos a la nave y me hicieron la primera entrega de mercancía. Philip se ofreció a llevarme al hotel, pero yo preferí usar el autobús.
Para celebrarlo, esa noche Libby y yo fuimos a cenar a un buen restaurante. Brindamos por el futuro bebé. Por supuesto no le conté nada de la verdadera naturaleza de mis negocios, aunque supongo que algo se olió. Regresamos paseando al hotel, estaba a pocas manzanas y la noche era cálida y agradable. Ella iba cogida de mi brazo. De súbito un coche frenó bruscamente a nuestro lado, un tipo se bajó muy rápido, en ese momento la calle estaba desierta y recuerdo que pensé “ya está”. El individuo le colocó un cuchillo en el cuello a Libby, que se quedó petrificada.
-Venga, dame la cartera.
-De acuerdo, tranquilo, si no te importa te doy todo el dinero y me dejas los documentos...-El tío estaba sudoroso, con el rostro desencajado, era un drogadicto con síndrome de abstinencia-. Le entregué la cartera con gestos suaves. El comprobó que había dinero y antes de marcharse profirió una amenaza.
-No os mováis de aquí en cinco minutos o la mato a ella.
Se giró y se fue hacia el auto. En ese momento me agaché, cogí mi navaja de la tobillera y se la lancé con rabia. Hacía bastante que no practicaba, desde mis tiempos de navajero, sin embargo pude comprobar que no había perdido mi buena puntería. Se clavó hasta el mango en su espalda justo en el centro. El tipo se quedó parado, de pie, con una mano en el techo del auto y la otra en la puerta abierta. Debió sentir el dolor en la espalda pero aún no sabía de qué se trataba. Seguramente creyó que le había tirado una piedra o algo así. Se dio la vuelta e hizo ademán de venir hacia nosotros, dio algunos pasos ya tambaleante, cayó de bruces a mis pies. Libby a mi lado respiraba entrecortadamente, refrenando el ataque de nervios. Yo me agaché hasta él, extraje la hoja de su espalda, le di la vuelta al cuerpo, recuperé mi cartera, y hundí de nuevo la faca, esta vez en su pecho, en el centro, en el corazón. Todo lo hice muy tranquilo, como si no fuera yo.
-Toma, puto drogadicto –Le susurré; limpié el arma con su propia camisa y me la guardé.- Vámonos, sube al coche.- Le dije a Libby, y nos largamos de allí.

8 comentarios:

Hisae dijo...

Joseph.
Finalmente, decidí imprimírme todos los capítulos y tenerlo que libro de cabecera. Estoy seguro que ahora lo disfrutaré mucho más...
Te sigo fielmente.
Un abrazo.

Maria dijo...

Hola Joseph
Unos días sin leerte y tachan entro y me encuentro varios capítulos y yo encantada :)
El primer capitulo que leí desde mi descanso (forzoso) dio un cambio y en este ultimo otro.
Me gusta y cada vez me va gustando más.
Y si, si compraría este libro si lo viera en una librería
Un saludo
Maria

Joseph Seewool dijo...

Caray Mario, ¡Cuanto honor! Me has convertido en autor impreso, ja, ja. Sin duda tienes razón, es más cómodo de leer y seguir el hilo argumental.
Una curiosidad: ¿cuantas páginas son estos primeros 14 episodios? (es por saber la tinta que te haré gastar...)

Es un placer tener lectores tan atentos y fieles como tú. Abrazos para tí.

Joseph Seewool dijo...

María:
Entre Mario y tú me habeis subido la moral 8-)
Así que lo comprarías...Bueno, lo tendré en cuenta, cuando acabe la novela me plantearé editarla. Guardaré este comentario tuyo para enseñárselo al posible editor, ja,ja.
Un beso, María.

Maria dijo...

Hola Joseph

Me alegro de ayudar a subirte la moral
Y hombre no guardes este comentario que ya te escribiré otros mejores para que le enseñes al posible editor jeje

Eso si a cambio de que si algún día se publicara, yo quiero un ejemplar firmado ehhhh
Un saludo

Joseph Seewool dijo...

Hola, María:
En realidad ya tengo comentarios tuyos incluso mejores, pero siempre serán bienvenidos todos los que tú me prodigues. También acepto críticas.
Y por supuesto, cuenta con ese ejemplar especialmente dedicado, si algún día se imprime.
Saludos.

-Anna- dijo...

Y de repente se me ocurre que el instinto nunca se pierde.
Volví...vengo a leer los capítulos que tengo pendientes...se había apaciguado un poco mi intriga, pero se acaba de despertar jaja.
Sigo leyendo.
Un beso!

Joseph Seewool dijo...

¡Anita, has vuelto!
Espero que tu regreso te sea placentero. Besos para ti.