sábado, 29 de diciembre de 2007

El tuerto. 34: La razón práctica

Salí de allí con los millones en el maletín, contento por el resultado de la operación, pero al mismo tiempo insatisfecho y dubitativo por haberme dejado tentar por Don Federico y sus oscuros negocios. Cuando iba en el taxi camino al hotel, maletín entre las piernas, me preguntaba: “¿Porqué? ¿Por qué te has comprometido a llamarle y hablar de sus negocios?” Me justificaba a mi mismo diciéndome que me interesaba su contacto y buena predisposición, para venderle el resto de las joyas y tal vez los cuadros. Pero en el fondo sabía que había algo más.

¿Qué era ese algo más que me seducía, me fascinaba y me atraía como un imán? En aquel entonces no lo sabía exactamente. Sólo sabía que la imagen de don Federico venía a mi mente una y otra vez, viejo y achacoso pero con una viveza en la mirada, con una intensidad que me cautivaba, que me hacía pensar: “este tío ha sabido vivir la vida, ha sabido disfrutar cada momento, extraer el placer según le venía dado, y aún ahora sigue disfrutando, con el paladar, con el humor, con la emoción de sus negocios. No necesita el dinero, no necesita nada, sólo actúa para divertirse, para él es un juego”. Eso pensaba, y me reía yo solo en la habitación del hotel.

Pedí que me subieran algo de cenar a la habitación. Mientras masticaba lentamente, contemplaba el maletín y meditaba qué hacer con el dinero, cómo ponerlo a buen recaudo. No podía llevármelo así, tal cual, en el avión. En cuanto lo pasaran por el escáner faltaría tiempo para que se personaran los policías a pedirme explicaciones. Pasé la noche en vela, dando vueltas sobre las suaves sábanas y el mullido colchón del hotel. Me recordaba aquella otra noche, después del golpe en la empresa del tío de Luke, también la pasé en blanco para finalmente esconderlo en la biblioteca, en las tapas de aquel libro de Kant, "Crítica de la razón pura". Esta vez no podía repetir lo mismo, tenía que inventarme algo diferente, pero análogo.

Ya de madrugada, en esa especie de duermevela que se instaura cuando ya tienes el cuerpo molido y después de acordarme de mi hija Cecil, tanto tiempo sin verla, de su madre Libby, ¿qué sería de ella?, tendría que preguntarle discretamente a Charlie. Después de repasar mentalmente toda mi vida, de preguntarme qué clase de destino me había llevado a encontrarme en aquel punto. Después de todo eso, cuando ya la luz del día se filtraba por las cortinas, y el ruido del tráfico, de los coches, los cláxon, me sacaron de mi ensimismamiento, ya por fin se hizo la luz también en mi cabeza.

Salté de la cama como un resorte, me duché, me cambié de ropa, pedí la cuenta y abandoné el hotel sin acordarme de desayunar. A las ocho y cuarto se abrió el Banco.
-Buenos días, quería abrir una cuenta.-Le dije al empleado mientras le mostraba mi flamante tarjeta de residencia.
-¿Corriente o libreta de ahorro?
-¿Cuál es la diferencia?
-La libreta lleva menos comisiones, pero la corriente le permite usar cheques.
-Con cheques.
-¿Su domicilio actual es éste que figura de Tenerife, la pensión…?
-Sólo provisionalmente, estoy a punto de cambiarlo.
-¿Y la correspondencia a dónde se la enviamos?
-Tengo un apartado de correos –mentira, aún no lo tenía, se me acababa de ocurrir-, mañana les llamo por teléfono y se lo digo.
-De acuerdo, firme aquí. ¿Va a hacer algún depósito ahora?
-Si.
-Muy bien, ¿Qué cantidad?
-Ocho millones de pesetas. –El tío se quedó un poco parado- Espere un momento.- Entró en un despacho que ponía “Director”. Me dije, “ya está, ahora van a llamar a la policía”. Pero no, salió el director, trajeado, encorbatado, muy sonriente. Me tendió la mano, me saludó por mi nombre.
-¿Quiere pasar? Ya me encargo yo. –Le dijo al empleado.
-¿Algún problema? -Pregunté.
-No, ninguno, sólo quería informarle de los productos financieros que tenemos, para rentabilizar más su dinero.
-Ah, muy bien. –Fingí escucharle, mientras por dentro pensaba: “conozco yo productos mucho más rentables que los tuyos, capullo”. Pero bueno, traté de pasar por un cliente normal, preocupado por la rentabilidad de sus ahorros. Le dije que lo pensaría y finalmente me marché. Al salir a la calle le eché un vistazo a mi resguardo del depósito, que hacía las veces de libro de Kant, y pensé: “esta es la razón práctica".

La misma operación la repetí otras dos veces, en bancos diferentes, con idéntica cifra y resultado. En el último, ya envalentonado por las facilidades bancarias, pedí además una caja de seguridad, en la que deposité otra suma igual. Me sobraron tres millones, y esos sí, me los llevé en metálico, en los bolsillos de la chaqueta.

8 comentarios:

Hisae dijo...

Me dijiste que tendría unos 35 capítulos... Ya llevamos 34... ¿será el final de El Tuerto? o ¿acaso le esperan nuevas aventuras?
A pesar de ir leyendo capítulo a capítulo, prometo volver a leerlo todo seguido cuando finalices. Impreso ya está hasta la fecha.

Un abrazo, Joseph.

Joseph Seewool dijo...

Hola, Mario. Te dije textualmente, en el capítulo 15:

"La obra no está ni mucho menos terminada, ni siquiera vislumbro el final...Tengo planificados al menos 35 episodios (!), pero seguramente acabarán siendo más."

Subrayo lo de "al menos", y lo de "seguramente acabarán siendo más".

A partir de ahora mejor me callo y no especulo con ninguna cifra de capítulos, hace poco le decía a Jack que la novela se me ha ido de las manos y tiene su propia dinámica interna. Así que sólo espero que sea cual sea su extensión, te guste, eso es lo importante. Abrazos para tí.

Hisae dijo...

Joseph, la novela me está entusiasmando. Es por ello que la sigo con fervor. Quisiera que no terminase nunca, por que además sabes perfectamente desenvolverla para que nunca resulte repetitiva o pesada. Tienes al lector enganchado.
Mi comentario anterior quise escribirlo con tono de admiración. Simplemente, quería dejar evidente el ansia de tener todo el tomo entre mis manos para volver a leerla entera y seguida, siendo mi libro de cabecera.

Gracias por hacernos pasar este buen rato.
Un abrazo...

Joseph Seewool dijo...

Gracias a ti por tu fiel apoyo, Mario. Creo que, como lector que fundamentalmente soy, te comprendo y me halaga lo que expresas.
En cambio como escritor me siento un tanto inseguro e irritado conmigo mismo, por lo que te decía de haber perdido el control..Je...
Intentaré no defraudarte.

Anónimo dijo...

Bueno Joseph. Creo, me parece, que antes de cuatro años, el tuerto recibirá una carta de la Agencia Tributaria de Canarias. O del lugar en donde haya comunicado al Banco que tiene su domicilio. Son las normas legales, las que obligaran al Banco a facilitar los datos del cliente que hace una determinada inversión, o apertura de cuenta con una cantidad a partir de....Me parece, recordar, creo suponer, intuyo, que eso tal vez pueda venir en aquella famosa Ley de Prevención del Fraude Fiscal, que a modo de las antiguas leyes de acompañamiento de los presupuestos generales del Estado, fijaba normas que tenian mucha incidencia en el ámbito tributario. Tal vel el director del Banco, le diese a firmar una serie de documentos, entre los que se encontraba uno ad hoc, para facilitar dicha información. No me extraña que el tuerto, conociese de antemano esa norma parafiscal, para eludir al momento de abrir la cuenta el verdadero domicilio, que fijaría el fiscal, al cual estan sujetos en el ámbito jurisdiccional de la hermana tributaria, llamada Agencia. Y digo hermana, por el vicio que tiene de saca dinero a todo ser viviente. Menos mal que ahora respeta al muerto. Porque antes, existía la denominada plusvalia del muerto, cuyo nombre ya pone los pelos de punta. ¿es que un muerto puede tener alguna ganancia despues de espicharla religiosamente?. Amos, que esa hermana tributaria de la caridad, no dejaba en paz, ni a las almas. Dios quiera que el proximo partido que nos gobierne, nos libere de tanta imposición injusticada, con el superavit, que dice el padre Solbes, que existe. Je,je. Que incongruencia eso de la cosa pública. Sobre todo cuando los públicos son sólo unos pocos, mientras los demás somos unos paganos de pacotilla. Un saludo.

-Anna- dijo...

Me gustó mucho la parte que define el título del capítulo.
Te felicito Joseph, estás escribiendo una excelente novela que me tiene re enganchada. Lo mejor de todo es que yo suelo perder el hilo después de un tiempo, pero en este caso no me pasa, vuelvo quizás después de un mes y sigo con la misma lectura que antes, recuerdo detalles de otros capítulos y me mantengo con el hilo común de la historia, con las características psicológicas del personaje, con las vivencias más traumáticas que tuvo que soportar y cosas así que finalmente definen un montón la historia y su destino.
Feliz año nuevo para vos, que comience con proyectos y que en 12 meses finalice con concreciones.
Un fuerte abrazo y un placer andar por acá el día de hoy.

Joseph Seewool dijo...

Hola Jack:
Negativo. En la época en que suceden estos hechos concretos, finales de 1991 no existía la normativa que mencionas y los bancos no informaban a Hacienda. El plazo de prescripción todavía era de cinco años (no cuatro), y etc, etc. Eran otros tiempos. Yo mismo recuerdo haber ingresado seis millones de pesetas en metálico (todo legal, eh?, vendí un piso y me pagaron en billetes) y no suceder absolutamente nada. No me pidieron ninguna explicación.
El temor del tuerto no era por el fisco, sino por la policía, porque directamente le relacionaran el dinero como producto de un delito...Espero que te haya servido esta aclaración. La indicación cronológica debe estar en los capítulos que por economía te has saltado, je,je. Un saludo.

Joseph Seewool dijo...

Guau, Anita. Muchísimas gracias. Tus elogios me llenan de satisfacción. Trato de que sea una novela sencilla de leer: un único punto de vista o voz narrativa, orden cronológico, lenguaje austero, sin ampulosidades, etc. Ya bastante dificultad tiene leer así, por entregas y en formato blog. Supongo que debes de tener muy buena memoria, Anita.

En cuanto a los proyectos para el año nuevo:

La vida, un proyecto inacabado.
Llegar a ser quien eres, según la frase de granito de Nietzsche.

Te deseo lo mejor, Anita, es decir, que seas más aún quien ya eres.