jueves, 27 de diciembre de 2007

El tuerto. 33: Puesto a prueba.

Don Federico me estaba intentando envolver con su amabilidad, que a mi me pareció artificiosa. Me pasó la mano por el hombro, cosa que no me gustó en absoluto, y menos aún que me tapara unos instantes la visión de los diamantes mientras don Javier merodeaba por allí. Retrocedí un paso y me deshice de su falso abrazo.
-Si no le importa me guardaré mis piedrecitas mientras traen el dinero.
-Oh, si, por supuesto, pero ¿cómo sabe que no le hemos dado ya el cambiazo y que los que usted se está guardando tan desconfiadamente no son una mera imitación? No parece usted un experto en diamantes…
Los miré con detenimiento. Se estaba burlando de mí.

-Primero porque parecen iguales.
-No se fíe de las apariencias, amigo mío.
-Ah, sí, eso lo se muy bien, pero no creo que pudiera tener preparados unos tan parecidos, y sobre todo…Estoy convencido de que no me han dado el cambiazo porque ustedes saben que, si lo hicieran, dentro de cuarenta y ocho horas estarían los tres muertos, usted, don Javier y la secretaria. Y créame que lo sentiría por ella. –Noté que según iba hablando me enardecía yo solito. Dudé si sacar una de las navajas y hacer una demostración de fuerza, pero la tranquila sonrisa de Don Federico, y algo en su atenta mirada me hicieron intuir que en realidad me estaba poniendo a prueba con alguna finalidad que se me escapaba.
-Le pido disculpas, joven amigo, sólo estaba bromeando. Espero que no lo tome como una ofensa. A los viejos ya nos quedan pocos placeres, y uno de ellos es el humor.
-Oh, por supuesto.- En ese momento entró la doncella portando una bandeja con mi café y una botella de cognac “Napoleón”, reserva de 1957.- Es más, si no es molestia, creo que tomaré una copa con usted, para brindar por su buen humor.
-Ah, estupendo, así me gusta. Traiga una copa más y llévese el café. –Ordenó a la doncella.
-Propongo un brindis: por los buenos negocios. –Dijo solemnemente.
-Por los buenos negocios. –Levanté mi copa y paladeé el delicioso brebaje, pensando cuánto tardaría en llegar el dinero.

Mientras bebíamos repantigados en sendos mullidos butacones me habló durante un buen rato en tono de confidencia sobre algunas de sus actividades. Era propietario de una conocida casa de subastas de objetos de arte, y también tenía una sociedad inmobiliaria y otra de construcción. Yo escuchaba muy atentamente. A la postre, sus últimas palabras parecían casi una propuesta.
-La verdad, Ralph, ¿puedo tutearle? -Asentí con un gesto- La verdad es que podríamos hacer muchos negocios juntos.
-Claro que sí, don Federico, de hecho estamos a punto de recibir unas mercancías muchísimo más valiosas que estas piedrecitas, y creo que le podrían interesar, incluso unos cuadros de incalculable valor.
-Ah, ¿si? Pues no hay problema, ya sabe como funciono. Pero no me refería a esto. Verá, Plácido y yo teníamos algunos buenos negocios juntos, y ahora que él está temporalmente retirado, tal vez usted podría sustituirle. Estoy hablando de negocios de cientos, o miles de millones.
-Claro, claro, pero mis mercancías también valen cientos o miles de millones, y no parece que a Plácido le haya ido muy bien…-Me mostré reticente.
-Eso es consecuencia de su exceso de ambición y sus imprudencias.
-No sé…la verdad es que a mi me gusta trabajar por mi cuenta y no en exclusiva para nadie…
-Por supuesto, Ralph, tú podrías llevar tus propios asuntos, no estoy sugiriendo que trabajes en exclusiva para mi.
-En ese caso, Federico, ¿puedo llamarte Federico? –Yo también pasé a tutearle, a pesar de su ancianidad.- En ese caso no tengo inconveniente en que hablemos cuanto quieras de negocios. – En ese momento entró Javier, con un maletín en la mano, anunciando que había llegado el dinero. Lo abrió, y extrajo un total de 35 fajos que fue contando uno por uno y colocando encima de la mesa. Yo saqué de nuevo mis diamantes y los puse al lado del dinero.
-Don Federico –No me atreví a tutearle delante de su empleado, decidí hacerlo sólo en privado- ¿Quiere echar otro vistazo a las piedras? Para comprobar que no les he dado yo a ustedes el cambiazo…-Sonreí.
-Oh, no es necesario, ¿verdad, don Javier? ¿Y quiere usted contar los billetes?
-Oh, tampoco es necesario. ¿Le importa si me los llevo dentro del maletín?
-Claro, sírvase, obsequio de la casa.
-Pues ha sido un placer, don Federico. El próximo día seguiremos hablando de esos interesantes negocios.
-Sí, llámeme cuanto antes.
-Descuide, lo haré.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Alucina. Me identifico con el tuerto. En su caso hubiese hecho lo mismo. No me gusta que me pasen la mano por encima, a no ser que sea una mujer. Y sobre todo cuando pende de un hilo un negocio en el que se arriesga mucho y el que pasa la mano no tiene nada que perder. Por cierto, en mi caso, no creo que fuese otra vez a casa de ese padrino. No me fiaría nada de él. Pues si no pudo engañarme en la primera ocasión, tomará sus medidas para hacerlo en la próxima. Y tal vez no pudiera contarlo. Además, no tiene mucho interés. Padrinos así debe haber cientos. Los padrinos viejos, son peligrosos, pues se las saben todas, y además no hay igualdad de armas, ellos tienen dinero para comprar todo, incluso asesinos a sueldo. Un saludo. Jb.

Joseph Seewool dijo...

La cuestión es que El Tuerto cree que puede cuidarse a sí mismo, y sobre todo: viejos con muucho dinero no hay tantos. Así que me temo que volverá por más. Un saludo, Jack. Está resultando interesante tu punto de vista.

Maria dijo...

Joseph a mí tampoco me gusta que me toquen la espalda.

Nada que veo que al tuerto no lo enmiendo yo jajaja y seguirá con sus fechorías.

Un beso

Joseph Seewool dijo...

Hola María: lo de la mano por la espalda veo que hay matice. A Jack no le importa si es una mujer. A mi, si es una mujer, depende de con qué intenciones...A El tuerto creo que todavía no le ha ocurrido con ninguna mujer, así que no sabemos...¿y a tí? Quiero decir, ¿te molesta en todo caso? ¿O hay diferencia si es hombre o mujer?

El tuerto parece que aún no ha encontrado la mujer que le redima.

Un beso.

Maria dijo...

Hola Joseph
No me gusta ni que sea hombre ni mujer, solo me gusta cuando es alguien de mí circulo muy próximo .....Cuando alguien te pone la mano en el hombro es como si te quisiera hacer la pelota...........no se es como que te están engañando intentando demostrar amistad muy profunda cuando realmente es un amiguismo “falso” ...........es digamos lo que sin palabras quiere decir............... que soy tu amigo confía en mi (que te la voy a meter por todas partes)

Si es que soy muy rara que voy hacer jajaja

Un besazo

-Anna- dijo...

A mi tampoco me inspira confianza Federico...
Sigo leyendo...
Besos

Joseph Seewool dijo...

Hola, María:
Pues sí, tienes toda la razón en tu análisis. No eres rara en absoluto. El lenguaje gestual es muy significativo, a veces más que las palabras. Un besazo para ti.

Joseph Seewool dijo...

Anita: No te gusta Plácido, ahora tampoco te gusta Federico...Para que veas la gentuza con la que tiene que tratar el pobre tuerto..je,je. Besitos.