martes, 18 de diciembre de 2007

El tuerto. 30: Agente inmobiliario.

Se instauró un periodo de calma relativa y benéfica rutina. Trabajar, enseñar apartamentos, aprender el mercado inmobiliario isleño y practicar algunas técnicas para favorecer las ventas. Por ejemplo, deslizar de forma casual en el cliente la idea de que los precios estaban en alza, sugerir que era el mejor momento para comprar. O dejar caer con indiferencia que había otro comprador bastante interesado en ese mismo apartamento. Magnificar siempre las ventajas: si estaba lejos de la playa subrayar lo cerca que estaba del centro comercial, de la farmacia o del médico (según la edad y aparente estado de salud del comprador).
En fin, era divertido manipular honradamente a los candidatos a una magnífica compra. En última instancia yo tenía ese instinto asesino que me hacía, en medio de sus titubeos, sacar el contrato y ponerme a rellenar, tomar la decisión por ellos como si fuera un vendedor de enciclopedias.
-Nada, nada, no lo piensen más, tienen que aprovechar esta oportunidad, luego me lo agradecerán. ¿Ha traído el talonario de cheques?
-Noo..
-Es igual, dígame su número de cuenta bancaria, le cargaremos el primer plazo.
-No me lo se de memoria.
-No importa, ¿cual es el banco?
-El Down Town Bank, pero...
-Con eso es suficiente, el resto de los datos ya me los dará. Una firmita...Ya está, eso es. Enhorabuena. Ya verán como dentro de un tiempo se acordarán de mi con agradecimiento.
En el peor de los casos, si después se echaban atrás -pocas veces ocurría, al fin y al cabo no les estaba engañando sino tan sólo ayudando a decidirse-, en ese caso perdían el primer plazo y yo de todos modos cobraba mi comisión. En poco tiempo cerré un buen número de ventas. Mi prestigio en la inmobiliaria subió, el propio jefe me felicitó y me pronosticó que con ellos tendría un buen futuro. Después que completé un cursillo me ascendieron a la categoría de Agente Inmobiliario. "Tal vez pronto trabaje por mi cuenta", pensaba yo.

Finalmente conseguí mi permiso de residencia. Gracias al contrato de trabajo los trámites se resolvieron y cuando salí de la comisaría con una sonrisa pintada en el rostro y la tarjeta en mi bolsillo pensaba "te estás haciendo un honesto ciudadano, ya sólo te falta pagar tus impuestos y...encontrar una novia". Sin embargo esto último me estaría vedado, y para llenar mi hueca vida sentimental comencé a asistir a las clases de Derecho en la Universidad de La Laguna. No pude matricularme oficialmente porque me faltaba convalidar mi titulo de bachillerato y pasar un exámen de acceso, pero sí que podía asistir como oyente, conseguir los temarios y estudiar por mi cuenta. En realidad no me interesaba el título, pues mi objetivo era simplemente adquirir los conocimientos para desarrollar mis negocios. Derecho civil, penal, tributario, procesal y administrativo. Con eso tenía suficiente.

Volví a visitar al psiquiatra para que me recetara más somníferos. Por el día no me hacían falta, estaba muy entretenido con el trabajo y los estudios, pero en el silencio de la noche mis pensamientos y temores hacíanse más intensos...Entonces me acordaba de que tenía un tesoro escondido esperando que la policía se cansara de buscar para poder venderlo... Me asaltaba el temor de encontrar a la señora en sueños...Y la verdad, si no tomaba la pastillita me pasaba la noche sin pegar ojo.
A la tercera visita el psiquiatra me dijo que era la última receta, que no podría seguir tomando somniferos a menos que iniciara una terapia.
-No necesito una terapia, doctor, es algo puntual, hasta que desaparezcan determinadas circunstancias.
-Sí la necesita, para afrontar mejor esas circunstancias.
-De acuerdo -Le dije, mientras pensaba:"no te preocupes, me iré a otro doctor".
Y así lo hice. Pero cuando vi a este segundo médico extendiendo la misma receta que el anterior me dije a mí mismo:"pero eres tonto, no necesitas a un psiquiatra para que te haga una receta, sólo necesitas ir a una imprenta para que te fabriquen un talonario y rellenarla tú mismo".
De ese modo, sin mayores obstáculos, continuó la etapa de sueños felices y días de ocupaciones legales y provechosas.

4 comentarios:

Maria dijo...

Uissss ahora vendedor el tuerto jajaja
Tiene que darme clases para mejorar mis ventas
Ohh en la Laguna comí yo el mejor bienmesabe que he comido nunca
Sigo leyendo que voy atrasada

Joseph Seewool dijo...

Hola María:

Has ganado un doble NO, je,je:
1)No, el tuerto no tiene nada que enseñarte a ti, con el don de gentes que tú tienes ;-)
2)No vas atrasada, porque nunca es tarde, y tú siempre vendrás en el momento justo.

Un beso.

-Anna- dijo...

Ayyyy este capítulo tiene una gran carga de ironía, me gusta, me gusta. Aunque, como dije en el comentario anterior el tuerto se está haciendo pastillitodependiente :S, espero que no sea así.
"Voy a ser un gran ciudadano"
"Puedo fabricar el talonario yo"
jeje, como dije, está lleno de ironías.
Me encantó este...
Besos

Joseph Seewool dijo...

Je,je, Anita, al tuerto le preocupa la posibilidad de convertirse en un honesto ciudadano. Se sentiría... ¿domesticado?

Ay, Anita, es conmovedor cómo te preocupas por el tuerto, en que pueda acabar "pastillitodependiente"...
8-) Creo que éste es un riesgo menor en su vida...Besitos para ti.