jueves, 20 de diciembre de 2007

El tuerto. 31: Los siete diamantes.

Pasaron los seis meses que yo mismo había marcado para comenzar a vender las joyas. Para entonces la prensa ya no hablaba del caso. Los medios de comunicación son así, el primer día primera plana, el segundo página tres, al cabo de una semana un recuadro en páginas interiores y al transcurso de un mes…nada. Cero, ni una línea de información. Yo estaba asombrado, estupefacto. En el fondo esperaba más interés, más dedicación, más búsqueda, más alarma social. Pero la vida continuaba indiferente a nuestros, en realidad, ínfimos anhelos y vicisitudes.
El mundo tenía otras preocupaciones, y hasta la policía tenía otros quehaceres más graves y perentorios. Terminada la guerra del golfo, los políticos españoles se dedicaban a prepararlo todo para la exposición universal de Sevilla (la expo-92), y los Juegos Olímpicos de Barcelona. La policía se centraba en la seguridad de ambos eventos, y en la amenaza terrorista. Eso es lo que me decían los periódicos, y yo me lo creía.

Calculaba que tan sólo un escueto equipo de investigación continuaría dedicado a nuestro pequeño caso. La mayoría de las escuchas telefónicas habrían sido canceladas, las vigilancias y seguimientos reducidos al mínimo, y la solución del caso confiada a la información que pudieran suministrar los joyeros y marchantes de arte sobre cualquier transacción sospechosa; si acaso, como siempre, al soplo de algún confidente infiltrado entre las redes mafiosas, y un mucho al azar, a la buena suerte, o al error que pudieran –pudiéramos – cometer los delincuentes. Un error que yo no pensaba cometer.

Hice un inventario de las joyas. Había pasado muchas horas en el apartamento examinándolas. Saqué la conclusión de que lo más apropiado para comenzar a vender era un grupo de siete diamantes, de buen tamaño y gran valor, pero que no tenían marcas reconocibles a simple vista. Las otras colecciones, ya fueran de relojes, collares, pulseras, etc, tenían marcas o diseños inconfundibles hasta para mí, mucho más para el ojo experto de un joyero.

Elegidos los objetos, me dediqué a esperar que Plácido, el más desesperado por conseguir dinero, se pusiera en contacto con Charlie o conmigo. Mi plan era exigirle que me diera los datos de sus compradores, pero en el último momento permitirle que hiciera él la operación. Así mataba dos pájaros de un tiro. Le daba la sensación de tenerle controlado, de poder intervenir en cualquier momento y saber el precio real, más que nada para ahorrarle la tentación de estafarme, teniendo en cuenta su ansia de dinero. Por otra parte, dejaba que él corriera el riesgo; si el comprador estaba controlado por la policía, sería Plácido el detenido. En el peor de los casos podría delatar a Charlie, pero no a mí, porque no conocía mi identidad, ni el paradero del botín.
Pasaron uno, dos, tres meses adicionales…y Plácido no dio señales de vida. Comencé a preocuparme. Charlie y yo sabíamos cómo localizarnos, pero habíamos preferido mantener la distancia, por si acaso. Por último, fui yo quien me pasé una noche por su apartamento. Le esperé en las escaleras del edificio a su regreso del hotel donde trabajaba.
-¿Sabes algo de Plácido?
-¿No te has enterado? Está en la cárcel.
-¿Y eso?
-Algo relacionado con una red de facturas falsas.
-¿Facturas falsas? –No pude disimular mi interés.
-Si, facturas falsas para defraudar el IVA, ya sabes, el Impuesto sobre el Valor Añadido.
-Ah, pues no sabía nada. ¿Y cómo funciona la cosa?
-Otro día te lo explico, ahora entra y tomemos una copa. Tenemos otro asunto de qué hablar.
Charlie abrió un par de cervezas. Ninguno de los dos tomaba licores de alta graduación. El por su gimnasio, yo por mis pastillas. Me contó que había contratado un abogado para defender a Plácido.
-No será Don Manuel Pablo.
-Sí, el mismo. De ese modo puedo estar al tanto de nuestro amigo sin tener que dar la cara.
-¿Y?
-Le pasé un recado, que me diera los nombres de los compradores y nosotros nos encargaríamos de todo.
-¿Te los ha dado?
-Al principio no quería soltar prenda, pero después, como le hace falta el dinero…Sí, me ha dado un par de nombres.
-Vale, pues dame esos nombres, que yo me encargo. Iré a venderles unos diamantes...

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso le pasa por intentar estafar a Hacienda. Ya le ocurrió a Alcapone. Porque, los robos, los asesinatos indivuduo a individuo, o multiples, varios individuos juntos, etc., no es nada, comparado con la osadía de estafar a Hacienda con eso de emitir facturas falsas. Es que hasta para ser delincuente, habría que hacer un cursillo acelerado, o lento, de Teoría y práctica de la Hacienda Pública. Bueno, mi consejo es que encuentre en cualquier lugar, allí donde se halle, bien sea en la peninsula, mejor que en las Islas, a un despacho de abogados, pero no uno cualquiera, sino uno que se dedique a la asesoría fiscal, pero no una asesoría fiscal cualquiera, no, sino una en la que se de la circunstancia que trabaje un "Abogado del Estado". Alguien me ha dicho, que no tienen incompatibilidad. Pero ojo, que sea Abogado del Estado, de los de pata negra, no se vaya a confundir, que los Abogados de la Agencia Tributaria, que cobran menos que los del Estado, si que tienen incompatibilidad para ejercer en la calle, sin embargo los del Estado, los auténticos de toda la vida, esos, nada de nada de incompatibilidades ni historias raras, pueden ejercer libremente. Que el tuerto intente buscar en alguna provincia donde haya mucha corrupción urbanistica, y a ser posible en la costa peninsular, porque ahí es donde va a parar el dinero del blanqueo de capitales. Y es donde más evasión de impuestos hay. Bueno, espero que al Tuerto le sirva de ayuda la sugerencia, porque salir, saldrá de la carcel enseguida, si ni el abogado del estado, ni el fiscal mantienen la denuncia por delito fiscal o por falsedad en documento privado. Un saludo. Jb.

Maria dijo...

Estoy súper intrigada pensando ¿los pillarán? ¿ No los pillaran?

Esta historia del tuerto cada día esta mas interesante

Un beso

Hisae dijo...

Te sigo fielmente a pesar de mi silencio...

Joseph Seewool dijo...

¡Jack Blake en persona! Es un honor recibir tu visita. Y tus comentarios siempre serán apreciados.

Ahora, entrando en el fondo de lo que dices: Te ratifico que para delinquir bien hay que hacer varios cursos de derecho, penal, tributario, et.
Pero bueno, Jack, tus sugerencias están rozando la inducción al delito. O sea, que María intentando reinsertarle y tú
vas y le das ideas para seguir delinquiendo. Así no se va a poder reformar el "pobre" tuerto...Un saludo cordial.

Joseph Seewool dijo...

María, me complace que estés intrigada. Intentaré que lo sigas estando hasta el final...Un beso.

Joseph Seewool dijo...

Mario el fiel y silencioso amigo: lo que importa es que te guste la historia. Un abrazo.

-Anna- dijo...

Digamos que plácido me cae mal y cada vez que aparece me pinta que el pobre tuerto va a terminar mal :S
Sigo leyendo...

Joseph Seewool dijo...

Je, je. Anita. Creo que a nadie le cae bien el tal Plácido, ni siquiera a sus compinches...