domingo, 23 de diciembre de 2007

El tuerto. 32: Don Federico y..."Ralph".

Ninguno de los posibles compradores para los diamantes me convencía mucho, el primero era un joyero de Santa Cruz, demasiado cerca. Al fin y al cabo él a su vez se los vendería a otra persona, y ese alguien podría ser, por casualidad…cercano a la víctima, y tal vez reconocerlos. Además, dado que era un comerciante, seguro que intentaría rebajarme el precio.
El segundo era un particular de Madrid. Aquí lo que no me gustaba era la idea de viajar en avión a la península, con los diamantes en el bolsillo. Cualquier registro rutinario podía acabar conmigo. Además de tener que meterme en un territorio para mi desconocido, y sin olvidar a la policía. Pero bueno, como no había solución perfecta tuve que elegir, y dejándome llevar por una corazonada elegí al tipo de Madrid. Le llamé por teléfono desde una cabina para tantearle.
-Residencia de Don Federico. –Voz de secretaria
-Buenos días, quería hablar con Don Federico.
-En este momento está ocupado, ¿Quién le llama?
-Dígale que soy un amigo de Plácido, y que quiero hablar con él personalmente.
-Espere un momento, a ver si puede atenderle.
-De acuerdo. –Pasaron unos minutos.
-Si, ¿quién es? –El tipo tenía una voz cascada, de viejo fumador y bebedor.
-Mi nombre es…Ralph – Tuve que recordar la identidad que le había dado a Plácido, con la que alguilé la furgoneta-, soy amigo de Plácido, y me ha dicho que estaría usted interesado en adquirir ciertos artículos…
-De esos temas sólo hablo con él directamente, que me llame él.
-Verá usted, Plácido ha tenido ciertos contratiempos que le impiden llamarle, por eso me estoy encargando yo. Puede usted comprobarlo. Si quisiera usted venir a Tenerife, le mostraría los artículos en cuestión.
-De eso nada, la cosa no funciona así. Usted viene, me enseña la mercancía, y si me interesa compro y pago. Y pago bien. Si no me interesa, se vuelve usted por donde ha venido. Bastante hago con aceptar tratar con usted sin conocerle de nada.
-De acuerdo. Si consigo vuelo, ¿Le parece bien mañana? –No quise dejar escapar la oportunidad. Además, hubo algo que me inspiró confianza, no se, su contundencia. Me gustan las personas que tienen las ideas claras, sobre todo en los negocios.
-Cuando quiera, llámeme tan pronto haya aterrizado y le daré mi dirección.

Fui a la agencia de viajes, compré un billete de avión a Madrid –sólo de ida- y reservé una habitación en el hotel “Cuzco”, para en principio una noche. Coloqué cuatro cosas en una maleta de mano pequeña. Después guardé los diamantes en una bolsita de plástico, ésta a su vez en otra bolsita de tela, y me lo metí…en el calzoncillo. Así viajé. No le llamé desde el aeropuerto, sino que fui a mi hotel, dejé la maletita y salí de compras. Compré un plano de la ciudad y dos navajas. Me guardé una en el bolsillo y la otra en el calcetín, con cinta adhesiva. Después le llamé. Esta vez no se puso al teléfono, la secretaria me dio la dirección y me citó directamente una hora después. Miré el plano, urbanización “La moraleja”, no estaba lejos de mi hotel. Tomé un sándwich y un zumo de naranja para hacer un poco de tiempo. Después pedí un taxi. Por el camino saqué mis diamantes del calzoncillo y los coloqué en mi chaqueta.

Llegué puntualmente a la dirección indicada, era una mansión de dos plantas en una parcela con árboles y jardín. Supuse que en la parte trasera tendría una amplia piscina. Me abrió la puerta una doncella, le dije mi nombre y me condujo a un salón enmoquetado. En las paredes tenía cuadros que no identifiqué, pero imaginé costosos. Lo anoté mentalmente, tal vez le interesaran los nuestros. En la mesa reposaba una especie de microscopio.

Casi enseguida salió a recibirme don Federico. Un anciano bajito, bastante achacoso, se movía con lentitud, casi arrastrando los pies. Exhibía un bigote gris, su cabello era escaso y plateado. Vestía de traje y corbata. El rostro lleno de arrugas esbozaba una sonrisa, parecía contento de verme. Le acompañaban una mujer joven, que deduje sería su secretaria, y un hombre de mediana edad.
-Así que ha venido usted. ¿Ha tenido un vuelo agradable?
-Buenas tardes. Si señor, gracias.
-Veamos qué ha traído.
Saqué la bolsita y deposité los diamantes uno a uno sobre la mesa. El hombre de mediana edad se aproximó.
-Con su permiso. –Los cogió y se los enseñó a Don Federico, que los estuvo contemplando con detenimiento.
-Parecen buenos, veamos qué opina usted, don Javier.
El tal Javier los estuvo examinando al microscopio. Por toda respuesta fue asintiendo con la cabeza ante cada examen.
-Están tasados en diez millones cada uno.- Intervine yo.
-No lo dudo joven, pero evidentemente eso sería si dispusiera usted de los correspondientes certificados, facturas y registros. En este caso, dadas las circunstancias…podemos pagarle veinte millones en total.
-No señor, si a usted no le interesan de verdad, hay otros compradores. Sinceramente me decepciona su pobre oferta. Sepa que no tenemos prisa en vender. –Hice ademán de coger los diamantes.
-Bueno, caballero, no lo tome usted así. Estamos entre caballeros, hablando de negocios. Don Javier, ¿qué opina, podemos subir a veinticinco? –Don Javier, evidentemente no dijo nada, se limitó a hacer una mueca de significado indescifrable.
-Lo siento señor, seré sincero, no soy bueno para regatear, pero lo máximo que estamos dispuestos a rebajar es el cincuenta por ciento. Mírelo desde ese punto de vista, usted obtiene una ganancia de treinta y cinco millones, y nosotros recibimos una cantidad igual. Es lo justo. –Don Federico se quedó pensando, o fingió que pensaba, no lo se.
-De acuerdo, amigo. Me interesa.
-Pues entonces cuando usted quiera hacemos la operación.
-¿Qué tal ahora mismo?
-Si tiene usted el dinero, perfecto.
-Tendrá que esperar un rato. Don Javier hará una llamada, en cosa de media hora me traerán el dinero, y cerramos el negocio.
-No tengo prisa.
-Mientras tanto podemos tomar una copa y charlar tranquilamente.
-Para mí un café, si no es molestia.
-Ah, un joven abstemio. Eso está bien.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, eso de las navajas, me ha recordado hace mas de treinta años, cuando un día en Sevilla, paseando por un parque, vi a varios navajeros que no ocultaban que en el bolsillo de atras de los vaqueros llevaban su arma blanca. No lo dudé, y la siguiente vez que visite Sevilla, me las agencié para introducir en mis calzoncillos un cuchillo de cocina abierto, porque estos no se cierran. Así, en caso de necesitarlo, no precisaria nada más que el tiempo de sacarlo. Y si las manos en caso de peligro, ya las tenía sobre el mango, introducidas en el calzoncillo, pues mucha más rapidez.
Ocurrio que, cuando iba con mi pareja por una de esas callejuelas sevillanas, próximas a la catedral, dos individuos de mala pinta nos seguian. Yo le metí la mano al mango del cuchillo, por si las moscas. Y algo de mi instinto previsor, pudo salvarnos. Efectivamente los dos pintas, cuando iban a rebasarnos, se pusieron a ambos lados de nosotros. Yo me paré, pero mantuve la mano en el mango. No se lo que pensarian aquellos pintas. Pero se largaron, no sin antes, pensarlo unos segundos. Desde luego, yo estaba dispuesto a sacar el cuchillo y arrear contra ellos blandiendolo velozmente. Ahora, que lo recuerdo, no se si aquellos pintas, tenían más madera de potencial asesino que yo. Pero todo es cuestión de grados, en la legítima defensa, no sería asesinato. Je,je. Un saludo. Jb.

Hisae dijo...

Feliz Navidad, Joseph...

Joseph Seewool dijo...

Bueno, Jack, esta anécdota tuya me lleva a preguntarte si has leído el episodio 14 de El tuerto, "atracador trasquilado". En caso contrario, sugerirte que lo hagas...
Ah, en tu caso creo que fue tu propia apariencia lo que les disuadió...Por cierto, ¿un poco incómodo el cuchillo (abierto, claro) dentro del calzoncillo. ¿No había riesgo de que te cortaras en ciertas partes? Sigo creyendo que lo mejor eran las navajas automáticas (ahora prohibidas): apretabas el botoncito y..clack.
Un saludo.

Joseph Seewool dijo...

Mario: ya casi que mejor te deseo feliz y próspero año 2008...

Anónimo dijo...

Bueno. La verdad que no me había leido muchos capítulos atrasados, sólo los ultimos. Y no lo había hecho, pensando que a la novela le faltaba algo de acción y resultaria algo aburrido leerse tantos capítulos. Cuando puede resultar qe en la vida misma de cualquiera pueda haber mucha más acción. Pero despues de leerme el capítulo 14, creo que tendré que leermelos todos, pues me parece que si, que tienen ese mínimo grado de suspense y además acción que toda novela negra necesita. Por cierto. Recuerdo mi buena puntería lanzando la navaja contra los troncos de los árboles. Siempre la clavaba a larga distancia. Y todos los días practicaba. Me parece que el tuerto, de alguna forma me esta suplantando mi identidad de etapas anteriores. Je,je. Es broma, soy persona de ley. Un saludo. Jb.

Joseph Seewool dijo...

Hola, Jack: con lo poco que he leído hasta ahora de tu blog no me cabe duda de que en tu vida sí hay más acción (y diaria) que en muchas novelas. Así que también eres lanzador de arma blanca...Como sigas descubriéndote acabarás siendo investigado por las fuerzas de seguridad..Je,je.
En cuanto al tuerto, tal vez tenga esa dosis mínima de acción, que permite una dosis mínima de reflexión, no se, no estoy ya en condiciones de analizar porque la novela se me ha ido de las manos y tiene su propia dinámica. Solo confío que no sea muy aburrida.
Un saludo.

Maria dijo...

A mí me estáis dando miedo los dos..........si que entendéis de arma blanca jajajaja

Joseph y te aseguro que la novela no es nada aburrida todo lo contrario

Un beso

Joseph Seewool dijo...

María: debo confesar que entiendo un poco de toda clase de armas, no sólo blancas. Ya sabes, no todo va a ser poner lavadores, je,je. Y gracias una vez más por tu buena opinión.
Besos.

-Anna- dijo...

Ahhh, esto está interesante...
Mucha plata y sólo por los diamantes?? Buen golpe jeje
Saludos!

Joseph Seewool dijo...

Sii, muuy buen golpe. La traición de Plácido promete rentabilidad.