viernes, 29 de febrero de 2008

El tuerto. 53: La profesora.

Se celebró la exposición universal de Sevilla. La gente me preguntaba si no tenía intención de visitarla.
-¿Qué, no vas a la expo? –Era la pregunta típica.
-No me gustan las multitudes, odio hacer cola. – Mi respuesta invariable. No entiendo ese espíritu gregario, esa necesidad de ver todos lo mismo y al mismo tiempo, hacer los mismos comentarios. De vez en cuando veía imágenes en la televisión, generalmente a la hora de comer, en la pensión. Gente deshidratada por el calor, agotada por las caminatas, exhausta, con los pies doloridos, magullados. Y a pesar de todo estaban satisfechos de su hazaña, lo contaban para la cámara con orgullo. Jamás haría yo tal cosa, si cayera en la tentación de dejarme arrastrar por las masas me avergonzaría de mi debilidad, lo último sería contarlo y encima delante de una cámara y un micrófono.

Me dediqué con ahínco al trabajo, en la inmobiliaria organizando mejor el equipo de captadores y vendedores, y en la promotora introduciéndome en los vericuetos urbanísticos para impulsar la recalificación. De la mano de don Antonino y a veces de Mario, visité en sus despachos a los técnicos de planeamiento urbanístico. Su informe favorable era preceptivo para que la concejalía hiciera la propuesta. Nos dijeron que sí, que nuestro terreno reunía los requisitos para ser urbanizable, pero la propuesta la tendría que presentar el concejal en el pleno del Ayuntamiento, tendría que ser aprobado, y por último ratificado por la consejería del Gobierno Autónomo. Toda una odisea.

En estas preocupaciones andaba cuando un mediodía se presentó Rosita en el comedor, mientras estaba yo almorzando.
-He aprobado las oposiciones, ya soy profesora de EGB.
-Enhorabuena, Rosita. ¿Quieres que vayamos a tomar algo y me lo cuentas?- Desde aquella cita cancelada tan sólo nos habíamos visto fugazmente y apenas intercambiado breves palabras. Nunca le pregunté la razón por la que había cancelado la cita, ni ella lo mencionó. Tampoco se reanudaron mis clases de portugués, me limité a estudiar la gramática por mi cuenta y leer una novela de Jorge Amado, “Dona flor e seus dois maridos”.
-Bueno.
-Pues vamos hasta la playa de San Telmo y nos tomamos una leche merengada en alguna terraza.
Bajamos en el coche, no era cuestión de caminar, y nos sentamos contemplando el mar, que por momentos se estaba encrespando, azuzado por un viento racheado del oeste. Pequeñas nubes ocultaban el sol de forma intermitente. Nos quedamos en silencio algunos minutos.
-Bueno, ¿cómo ha sido? –finalmente pregunté, notaba que a Rosita le costaba arrancar, después del primer momento de acercamiento.
-Pues…Me presenté a unas plazas reservadas para personas con minusvalía, había veinticinco y he sacado el número catorce. –Me resultaba extraño ver a Rosita indecisa por primera vez; ella, que siempre aparentaba tanta seguridad cuando actuaba de maestra conmigo, ahora que se había convertido en auténtica profesora se mostraba dubitativa. Me dio que pensar que había algo más.
-Eso está muy bien, teniendo en cuenta que has estado poco tiempo preparándolas.
-Sí, menos de un año, ocho meses y medio en realidad.
-Es fantástico. – Rosita volvió a guardar silencio algunos minutos más. Esta vez lo rompió por sí misma.
-El caso es que seguramente me voy a la península.
-Ah, ¿si? ¿A dónde?
-Aún no lo se con seguridad, he pedido varios destinos, todos ellos en la provincia de Madrid. Quiero vivir en una gran ciudad, o cerca de ella, donde nadie me conozca, poder ir al cine, al teatro, a conciertos, exposiciones…Pero sobre todo lo que quiero es…
-Alejarte de tu madre, ¿no?
-Sí, tú me comprendes…
-Claro que te comprendo, Rosita. ¿Se lo has dicho a ella?
-Le he dicho que he aprobado, pero de mis planes de irme a la península no pienso decirle una palabra hasta tener las maletas preparadas.
-Me parece muy bien.
-Por cierto, nunca me preguntaste porqué no acudí a aquella cita.
-No hacía falta.
-Mi madre me montó un escándalo, me amenazó, me insultó. Llegó a decirme que si salía contigo que no volviese más.
-Ah, ¿Sí, eso dijo? Interesante…¿Y cuándo te irás?
-Pues aún tienen que comunicarme el destino, dentro de unos quince días, calculo, y después tengo un plazo de otros treinta días para tomar posesión de mi plaza.
-Es decir, un mes o mes y medio. Y tendrás que buscarte un alojamiento, llevarte tus cosas…-De repente me vi pensando en voz alta sobre cuestiones prácticas. – Oye, Rosita, ¿aceptarías cenar conmigo esta noche?
-Pues sabes qué te digo, que acepto, si mi madre me echa de casa tanto mejor.
-Estupendo. Ahora tengo que volver a la inmobiliaria. ¿Tú qué vas a hacer?
-Voy a estar en la biblioteca, no quiero aparecer por la pensión en toda la tarde, por si acaso.
-Buena idea, te recojo a las siete y vamos a cenar.

2 comentarios:

-Anna- dijo...

A mi también me parece perfecto que le lleve la contraria a su madre. Me revientan los padres que quieren controlarle la vida a los hijos. Está bien que siempre hay toda una historia detrás...pero bueno. Jajaja, creo que me enojé con la mamá de rosita :P
Sigo leyendo.
Besos

Joseph Seewool dijo...

Estoy de acuerdo contigo, Anita, yo también fui un hijo rebelde ante la autoridad parental, de hecho sigo siendo rebelde frente a toda autoridad.
Un beso.