domingo, 2 de marzo de 2008

El tuerto. 54: El refugio.

Esa tarde, en la inmobiliaria, me dediqué a mirar fichas de pisos y apartamentos. Pero no encontré lo que buscaba, así que llamé por teléfono a varias inmobiliarias conocidas. Tuve la satisfacción de identificarme por mi nuevo cargo: Peter, el consejero de “Paradise”.
-Oye, ¿Tenéis algún apartamento en Costa del Silencio?
-Nosotros no, pero conozco una agencia en Las Galletas que seguro que tienen para elegir. ¿Qué es lo que buscas?
-Un apartamento para alquilar un mes o dos, que esté listo para entrar hoy mismo, y si es posible con vistas al mar. ¿Crees que habrá?
-Seguro que sí. ¿Quieres que me ocupe?
-Sí, por favor, luego me pasas tu comisión. –Al rato me llamó de vuelta.
-Ya está, Peter, es el edificio “Atlantic View”, apartamento 303, la llave estará debajo del felpudo. Mañana te pasas por la agencia para firmar el contrato, cuesta setenta mil pesetas al mes.
-Gracias, te debo una.

Conduje con agilidad por la autopista hasta Icod, allí, como estaban en obras me desvié por la comarcal. Eso nos demoró un poquito, pero aún así llegamos a Los Gigantes a tiempo de presenciar el crepúsculo desde los acantilados, justo en el instante en que el sol emitía su último rayo antes de hundirse en el océano. Sentados en el auto, con el motor parado, nos dejamos seducir por la paleta de colores, azul del mar, naranja, rosa, violeta. Esa perspectiva gigantesca parecía simbolizar el paso que los dos estábamos a punto de dar. De repente sentí frío. Busqué la mano de Rosita, la encontré extendida hacia mí, junto a la palanca de cambios, la estreché. Los dos seguimos mirando el horizonte infinito.

Restaurante del “Park Hotel Troya”. Una mesa al borde del paseo marítimo, con vistas a la Playa de las Américas, el rumor del mar llegando a nosotros a través de la ventana abierta. Una mesa con velas, blanco mantel, un jarrón con flores, una lubina al horno y una botella de vino blanco, un Riestling bien frío, música de boleros.

-Yo también tengo que contarte algo. –Dije, animado por el vino.- Quiero pasar la noche contigo, me refiero a esta noche y todas las que vendrán después, la larga noche de la vida. He alquilado un apartamento aquí cerca, en la Costa del Silencio. Pero antes de llegar allí quiero que sepas quién soy en realidad…-Inspiré, bebí otro trago. Noté que me faltaba la respiración, me sentía muy nervioso. En ese momento me di cuenta que…¡Se me había olvidado tomar las pastillas! Ya no tenía remedio, había que continuar. Con la voz entrecortada por la emoción, proseguí mi discurso.
-No hace falta que me cuentes nada, no me importa lo que hayas hecho.
-Pero yo quiero contártelo. He cometido delitos en Inglaterra, vine aquí huyendo de la policía. –Le hice un resumen de mis británicas fechorías, el atraco a la empresa del tío de Luke, la distribución de billetes falsos, el drogadicto que maté. - Y lo peor es que también he cometido delitos aquí, en Tenerife y en la península…

-No me cuentes más por hoy. ¿Te crees que me sorprende? Pues no. Yo ya sospechaba que tenías un oscuro pasado. Mira, en la pensión estoy acostumbrada a ver gente de toda calaña, era muy evidente que tú te escondías de algo o de alguien. La verdad, no necesitaba que me contaras nada…Pero te agradezco la confianza que me demuestras al haberlo hecho.
-¿Y a pesar de lo que te he contado querrás pasar la noche conmigo?
-Anda, pide la cuenta y vamos a ese apartamento al que me vas a raptar.

La llave estaba debajo del felpudo, como me había indicado la colega de la inmobiliaria. El apartamento era espacioso, amueblado de forma sencilla y funcional, tenía una terraza orientada al sur, directamente sobre la Costa del Silencio. Salimos a contemplar la luna menguante, a respirar la brisa del Atlántico, y a calmar un poco nuestra emoción.
-¿Sabes, Peter? En el fondo tú me inspiras seguridad, contigo me siento protegida. - ¿Qué podía decir? Nada, sólo rodearla con mis brazos.

Fuimos al dormitorio. Rosita se empezó a desnudar ella sola, con gestos rápidos y precisos se despojó de los zapatos, la blusa, el pantalón vaquero. Yo todavía estaba completamente vestido y absorto mirándola cuando me ofreció la espalda para que le desabrochase el sujetador. Lo hice mientras besaba su hombro. Rápidamente se sumergió bajo las sábanas, pude ver fugazmente sus braguitas rosa pálido con encajes. Me senté al borde de la cama y me desvestí lentamente, colocando la ropa sobre una silla. También me dejé puesta la prenda interior.

La chica temblaba y su respiración era rápida y agitada, trataba de tomar aire profundamente para relajarse. La abracé larga y suavemente, acaricié su espalda. Toda ella estaba tensa, rígida. Fue una noche de abrazos, besos y caricias sin fin. En algún momento, antes del amanecer, nos dormimos. Ya con el sol naciente, bañando de claridad nuestro cuarto, las piernas de Rosita se aflojaron, se abrieron para un nuevo día de placer compartido.

7 comentarios:

Quebienmesuenatunombre dijo...

Hola. Veo que tanto el Tuerto, como Rosita, han entendido que, lo que importa es vivir el hoy ( a priori, dos meses de alquiler de apartamento hasta que se marche ella a la peninsula). Eso es vivir, lo demás tonterias. Bueno, espero que no acabe la obra sin la regeneración total de el tuerto, y además junto a Rosita, sea en las Islas o en la peninsula. Es que ya les hemos tomado cariño a los personajes. Un saludo.

Joseph Seewool dijo...

Mister Jack, muchas gracias porseguir leyendo esta historia, y por tu buena opinión de los personajes. Por lo demás, la combinación de romanticismo y delincuencia no está mal (literariamente hablando), así que ya veremos...Un saludo

Unknown dijo...

Hoy sin falta me pongo al día con tu Blog, que últimamente estoy en un no parar.

Un abrazo Joseph

Anónimo dijo...

Tranquilo Ricardo, que estamos igual, yo llevo tiempo diciéndome lo mismo respecto a varios blogs, entre ellos, cómo no, el tuyo. Un abrazo para ti.

Hisae dijo...

Finalmente, el chico duro que es El Tuerto, se ha ablandado. Y es que todos, con el amor, nos volvemos unos sentimentaloides. Y es que sino, no se comprende que hable de: "la paleta de colores" que había en el cielo.
Sabía desde el principio que El Tuerto era un buen chico.

Un abrazo, Joseph.

Anónimo dijo...

Hola, Mario! ¿Un buen chico? Ja, no exageremos, tiene su parte buena, y el amor le ha dulcificado (¿a quién no?) pero también puede ser malo en cualquier momento...Y si no, recordemos a los mafiosos de la cosa nostra, que pueden ser maridos ejemplares, y estupendos padres de familia, sin que ello les impida cargarse a un poli, a un rival, o a un traidor. Un abrazo para tí.

-Anna- dijo...

Awwww!!! Que divinos!!! Me alegra mucho que Rosita y el tuerto estén juntos. A ver si Rosita decide no irse, que mucho pido no?

Sigo leyendo...yeiiii ya me queda un capítulo para ponerme al día :)

Un besote