miércoles, 20 de febrero de 2008

El tuerto. 50: Paradise Real State S.A.

Devueltos ya los cuadros, sólo quedaba del botín la maravillosa colección de Rolex, la mayoría eran piezas únicas, de todas las épocas y modelos. Desde el más antiguo, que databa de 1940, y su número de referencia sólo tenía cinco dígitos, un auténtico ejemplar de museo, hasta los más modernos, fabricados en 1987, con letra y seis dígitos. Los había de línea clásica, deportiva, con caja de platino, con brazalete de diamantes, de oro de 18 y hasta de 24 kilates.
Cada reloj tenía su nombre y apellidos y su número de identificación. En aquel momento, y así en conjunto, serían tan difíciles de vender como los cuadros. Demasiado llamativos, demasiado característicos. Había, sin embargo, varias diferencias. Primera, ocupaban mucho menos espacio para ser escondidos. Segunda: pasado el tiempo, mínimo varios años, tal vez cuando prescribiera el delito, se podían vender poquito a poco, uno a uno quizá. De ese modo, si capturaban al vendedor o al poseedor, siempre podría fingir que no sabía nada, perdería la pieza, pero no arriesgaría la cárcel. Y tercera: aquellos relojes me fascinaban, mi idea era quedarme varios de ellos para mi uso personal, tal vez incluso la colección entera. Sesenta y tres relojes, todos con su logotipo auténtico y su contraste. Convertirme en poseedor de toda aquella precisión, belleza, armonía. Alquilé dos cajas de seguridad en diferentes bancos y repartí la colección, dispuesto a esperar largos años.

Resuelto lo cual, pasé a encargarme activamente de la inmobiliaria. Hablé con el Charlie para incorporarle a mis proyectos, yo también necesitaba un socio de confianza para equilibrar la junta de accionistas en la futura “Paradise Real State S.A.” (ya tenía reservado el nombre en el Registro Mercantil). Fuimos a ver el terreno rústico de Puerto Mogán, y en efecto había un cartel de “se vende”. Hablamos con los dueños, un matrimonio ya mayor, de Las Palmas. Antiguos ricos venidos a menos, su casa denotaba que había sido lujosa, pero en la actualidad pedía a gritos una reforma. El suelo, las ventanas, la instalación eléctrica, todo expresaba decadencia. Nos enseñaron las escrituras, los recibos de contribución, estaba todo en orden.
-¿Cuánto piden?
-Queremos diez millones.
-Es mucho, señora. De momento no vale más que para tierra de labor, y nosotros no somos agricultores.
-Pronto se podrá construir y entonces valdrá muchísimo más.
-Pronto pueden pasar años…-Y ustedes pueden estar muertos, pensé, pero no lo dije, claro. También me llamó la atención que la idea de la urbanización ya estuviera en su mente.- Mientras tanto hay que pagar la contribución.
-¿Cuánto ofrecen?
-Cinco millones en efectivo mañana mismo.- Pronuncié despacio la cifra, para que calara más en su mente.
-Lo tenemos que pensar.
-Es una pena, mi socio y yo regresamos mañana a Tenerife, vamos a ver otros terrenos y si nos gustan quizá después ya no podamos comprar el de ustedes…
-¿Ha dicho en efectivo?
-En efectivo o en un cheque garantizado, como ustedes prefieran. –Los viejos intercambiaron una mirada. Charlie permanecía en un segundo plano, a pesar de que oficialmente sería el comprador.- De hecho traigo aquí medio millón de pesetas como señal y un documento privado si quieren que cerremos la operación ahora mismo. Mañana firmamos en el notario y pagamos el resto.
Saqué el fajo de billetes y se lo enseñé, incluso los desplegué como si fuera un mazo de naipes. Yo sabía por experiencia que a los ancianos les gustan los billetes, mucho más que la idea del cheque; tienen una ancestral desconfianza hacia los bancos. A veces incluso utilizan el colchón o el escondrijo bajo el ladrillo como cuenta bancaria. Para darles el empujón definitivo añadí:
-Si quieren podemos declarar en la escritura menos precio, para que no tengan que pagar impuestos a Hacienda. Digamos…Un millón.
-Ah…Sí, si.
El viejo leyó el contrato por encima y ambos firmaron. La mujer cogió el dinero y se lo guardó en el bolsillo de su bata.
-Me llevo las escrituras para la notaría.

Días después, le pedí una reunión a Don Luis, con su hermano y su sobrino, a la cual asistiría Charlie como dueño (aparente) del terreno. Mi propuesta fue, cinco socios a partes iguales, veinte por ciento de las acciones para cada uno. Capital social veinticinco millones, todos aportaríamos nuestra parte en efectivo, excepto Charlie que aportaría el terreno. Les presenté un borrador de los estatutos de la sociedad. Por último, previamente pactado con don Luis, yo sería el consejero delegado. Don Luis últimamente me decía que sí a todo. En esa reunión, don Antonino y Mario fingieron pensarlo, pero en realidad no tenían nada que pensar, era eso o se quedaban fuera, al menos de esta operación. Nosotros teníamos el suelo y podíamos esperar, aunque nos vendría bien ese contacto de don Antonino con el concejal, para la agilizar la recalificación. Al día siguiente nos comunicaron que aceptaban. Fuimos al banco, hicimos los depósitos en una cuenta provisional, y seguidamente a la notaría, donde Esteban, ese oficial tan competente al cual me estaba haciendo asiduo, ya tenía preparada la escritura de constitución de sociedad anónima, con nombramiento de consejero. “Paradise Real State S.A.” había nacido.

6 comentarios:

Hisae dijo...

Maravillosa documentación en lo que se refiere a leyes, servicios inmobiliarios, etc...
Me alucina el coco que tiene este Tuerto.
P.D. Con las prisas has cambiado una "o" por una "a" en Puerto Mogán, al principio del capítulo.

Abrazos, Joseph.

Joseph Seewool dijo...

El negocio delictivo y el inmobiliario están bastante conectados, el tuerto tiene experiencia en ambos.

Gracias, ya he corregido la errata. Un abrazo.

Quebienmesuenatunombre dijo...

Con esa razón social, me parece que el tuerto, ya ha puesto el ojo en el mercado inglés. Pero igual toy equivocao. Como tenga suerte, convierte las Canarias en el segundo Peñón de Gibraltar. O sea en tierra de los hijos de la Gran Bretaña, quienes sólo venden sus propiedades españolas a quienes sean ingleses. O algo así, como lo que se da no se quita. Tal vez sea una contraprestación del Tuerto, como pago a toda la cultura inglesa que adquirió en su estancia en aquel país. Un saludo.

Joseph Seewool dijo...

Hola Jack, tu observación es acertada, seguramente pretende vender apartamentos a jubilados británicos...o de cualquier nacionalidad, no creo que el tuerto repare en esas minucias, me da que es un defensor del libre mercado...
Creo que el siguiente episodio, que acabo de poner, será de tu agrado, je, je. Y por cierto, no me olvido de ti, es que ando a destajo para terminar la novela. Un saludo.

-Anna- dijo...

Venga, que eso de construír, remodelar, refaccionar...es un excelente negocio. Me alegro que haya nacido la sociedad.

Con los rolex no sé si me hubiera quedado, pero bueno, el tuerto está fascinado.

Un besote!

Joseph Seewool dijo...

Vamos, Anita, no lo dudes, con lo bien que te sentaría un rolex de oro y diamantes en tu muñeca...