jueves, 31 de enero de 2008

El tuerto. 44: Paseo por el valle.

Cuando estaba terminando mi almuerzo en la pensión entró Rosita en el comedor y se sentó frente a mí. Sentí una oleada de emoción, de calor por todo el cuerpo.
-Vaya, dichosos los ojos, mejor dicho: el ojo que te contempla.
-He pensado que cuando acabes tu postre podíamos comenzar esas clases de portugués.
-Ah, pues sí, me vendría de maravilla. Después tengo que ir a enseñar un piso, pero si me acompañas, será un momento, luego podemos ir a dar un paseo por el Valle de la Orotava, o incluso acercarnos al Teide.
-Bueno, pero un rato sólo, ya sabes que no puedo descuidar mis oposiciones.
-Ni yo quisiera entorpecer tu brillante carrera funcionarial.
-Caray, cómo han mejorado tu dicción y tu gramática.
-Bueno…La verdad es que esa frase ya la tenía pensada.
-Qué tramposo eres…

Dimos una hora de portugués, con unas primeras nociones de verbos y pronombres. Me hice el propósito de esa misma noche estudiar a fondo la gramática, para seguir siendo considerado como un buen alumno por Rosita, que viera que me tomaba en serio sus enseñanzas y no como un mero pretexto para estar cerca de ella.

Bajamos en el coche a enseñar el piso, cerca de la estación de guaguas. Como el comprador aún no había llegado, y la oficina de Correos y Telégrafos me quedaba al lado, me acerqué a recoger la correspondencia de mi apartado de correos. Extractos bancarios y una inesperada carta del administrador de la comunidad de propietarios de la calle de La Palma de Santa Cruz, donde tenía mi flamante apartamento, aún sin ocupar. Me decía que un político, diputado autonómico, estaba buscando casa. Y dado que la mía se encontraba a sólo dos calles de la sede del parlamento de Canarias, me preguntaba si me interesaría alquilársela. El diputado estaba dispuesto a firmar un contrato por cuatro años (estaba al comienzo de su legislatura).
Llevaba varias semanas pensando qué destino darle a mi enorme apartamento de ciento cuarenta metros cuadrados. No me sentía preparado para vivir en él, yo sólo. No estaba acostumbrado a tanto espacio, me abrumaría. Por otro lado, esa cercanía con los edificios oficiales, que al diputado le resultaba una ventaja, a mí casi me desagradaba para vivir. Sin embargo, eché una mirada de reojo a Rosita y por un instante pensé: “bueno, en vez de sólo, tal vez acompañado de una esposa no me desagradaría vivir allí, y hasta me daría un aire de respetabilidad”. Rápidamente aparté de mi mente ese fugaz pensamiento, como una ilusión inalcanzable, carente de realismo.

-¿Va todo bien? –Me preguntó Rosita.
-Oh, sí, todo bien.
En ese momento llegó el candidato a comprador. Rosita nos acompañó, permaneciendo en un segundo plano. Estuve tentado de ensayar una pequeña exhibición de mis técnicas y trucos de vendedor, pero lo pensé mejor, el tipo había venido sin su novia, así que seguro que sería incapaz de tomar una decisión. Además, en realidad yo tenía prisa, estaba deseando largarme a pasear con Rosita. Le resumí las virtudes del piso, y sobre todo le insinué que volviera otro día con su pareja, que a ella le había de encantar. Cuando le despedí, me encontré con la mirada de Rosita, que se reía.
-Ese no se ha dejado engatusar, ¿eh?
-Anda, vamos a dar nuestro paseo.

Montamos de nuevo y esta vez tomamos la carretera de ascenso hasta La Orotava. Fuimos comentando la hermosura del paisaje. Atravesamos el pueblo, prestando atención a sus casas con balcones de madera. En unos minutos, desde la zona turística del Puerto de la Cruz hasta La Orotava, fue como si nos hubiéramos trasladado en el tiempo, retrocediendo un siglo, siglo y medio. Continuamos viajando, dirección al Parque Nacional del Teide. De repente nos vimos por encima de las nubes, con la silueta del volcán a la altura de la vista. Paré el coche en un lateral de la carretera y nos bajamos extasiados.

-¿Sabes? –me dijo-, al principio me producías un poco de recelo, me impresionabas con esas gafas ahumadas que te pones para ocultar lo de tu ojo.
-Pero ya no me tienes miedo, ¿verdad? – Ambos estábamos mirando el Teide. Yo me coloqué a su espalda, me guardé las gafas en el bolsillo de la camisa y la abracé por detrás. Era la ocasión. Ahora o nunca. Ella no protestó ni hizo ademán de desasirse.
-No, ahora ya me he acostumbrado, no me das miedo.
-Yo también me he acostumbrado a ti y me gusta estar contigo, Rosita.
-Sigues siendo muy misterioso, pero no me importa, me siento bien contigo.
-Me irás conociendo poco a poco, hasta donde tú quieras conocerme. Dispuesto estoy. – De nuevo me desplacé, hasta colocarme frente a ella, sin dejar de abrazarla. Nos miramos, frente a frente, muy cerca. Nos besamos…

9 comentarios:

Quebienmesuenatunombre dijo...

Hola Joseph. Bonito relato paisajistico. Esa llamada sobre una calle cualquiera, un detalle cualquiera, hace creibles y reales a los personajes. Los hace, asimismo humanos, integrados en superficie terrestre y urbana. O como se dice, con los pies en la tierra. Los mejores relatos, a mi juicio, son los más simples. Este me ha gustado mucho. Y además, lo puede entender cualquiera. Los otros, los de la ingeniería fiscal, elusiva y blanqueadora, esa, sólo la entienden la gente de guante blanco y grandes patrimonios. Lo que no impide, que situaciones enrevesadas e ininteligibles no puedan presentarse a personas de carne y hueso, normalicas. Me ha gustado mucho este capítulo. Un saludo.

Unknown dijo...

Bueno, bueno, tendré que lavarme la cara con agua fresca y tirar la envidia, porque leo y leo y me va a dar algo. Reitero mis gracias Joseph

Joseph Seewool dijo...

Hola, Jack. Me alegro mucho que te haya gustado. Estoy de acuerdo contigo en que lo mejor suele coincidir con lo más sencillo. Por eso intento que mi estilo sea como yo, austero, ajeno a toda tentación barroca que me parece decadente. Sin embargo eso, como bien dices, no implica subestimar a los lectores, muy al contrario, los pocos que tengo son muy inteligentes y saben percibir la esencia de esas tramas criminales, aunque los detalles requieran expertos como tú. Saludos cordiales.

Joseph Seewool dijo...

Aisss, Ricardo, dale al botón de "publicar entrada" ya, y no te hagas de rogas tanto. Luego si quieres, cuando lo hayamos leído, te dejamos que te arrepientas...Je, je, es broma, tranquilo. Seguimos esperando tu historia, y gracias a ti.

Unknown dijo...

Ya rompí aguas. No hay marcha atrás.

Unknown dijo...

Gracias, gracias, gracias por tu comentario. Te aseguro que era uno de los que esperaba con impaciencia. Gracias de verdad y como ya comenté, una vez que se rompen aguas no hay marcha atrás. Un abrazo

Joseph Seewool dijo...

Pues claro, Ricardo, ¿quién te va a comprender mejor en esa tu empresa de publicar una historia por entregas que otro colega de las mismas fatigas?
Conozco bien las dificultades que entraña, tanto para el que escribe, como para los lectores, que tienen que armarse de paciencia para esperar el siguiente capítulo. Un abrazo para tí.

-Anna- dijo...

Awwwwwww!!!!!!!!!!!!!

Es una ternura...

Empecemos a contar votos a favor del amor del tuerto jejeje.

Hasta aquí llego hoy, vendré en estos días a seguir con el resto...ahora a dormir :)

Besos Joseph, esto, como siempre, aumenta en interés.

Joseph Seewool dijo...

Uy, Anita, por qué poco, te has quedado a las puertas de la sorpresa, ja, ja. Tú sí que eres una ternura, que duermas bien, y gracias por tu presencia. Un besito de buenas noches.