domingo, 20 de enero de 2008

El tuerto. 41: Salida al cine

Cerré la venta de las joyas con Federico –al final en ciento veinte-, ingresé el dinero como la vez anterior, repartido en varias cuentas y cajas de seguridad, pura rutina.
De regreso en Tenerife, llegué a la pensión poco antes de la hora de la comida. Con el periódico en la mano fui a ver a Rosita a su cuarto, como de costumbre estaba estudiando. Había terminado su carrera de Magisterio y preparaba unas oposiciones para ser profesora de Instituto. Tras algunos preámbulos la invité a ir al cine.
-Hola, profesora.
-Hombre, mi alumno aventajado vuelve de su viaje de negocios…
-Y mi profesora como siempre clavando los codos.
-A ver qué remedio, quiero sacar estas oposiciones cuanto antes y ganarme la vida.
-Pero no os va tan mal con la pensión…
-Esto no tiene futuro.
-Ya…Oye, he pensado que te vendría bien desconectar un poco. Acaban de estrenar “El padrino tercera parte” y he visto que en el cine “Yermo” de Santa Cruz la pasan, ¿te apetece verla?
-Bueno…¿cuándo iríamos?
-Cuando tú quieras. Dan un pase a las cinco y media.
-De acuerdo.
-Salimos de aquí a las cuatro y media, ¿vale?

Fuimos en mi coche, un “Golf” que me había vendido el Charlie. Era de un cliente suyo que no pudo saldar sus deudas de cocaína y se lo había dado en pago.
-Por cierto, Rosita, si tuvieras tiempo me podías dar unas lecciones de portugués. –La chica tenía facilidad para los idiomas, tiempo atrás descubrí que dominaba nada menos que seis lenguas, por este orden: español, inglés, francés, portugués, alemán e italiano.
-Bueno, pero ¿Para qué quieres aprender portugués?
-Pues…-Tuve que inventar una excusa. La verdadera razón es que al tiempo que el “Golf” me conseguí un permiso de conducir...portugués. En teoría podía pasar por bueno incluso ante la comprobación más exhaustiva, porque a través de un intermediario, a quien se lo había comprado era un corrupto funcionario luso y estaba registrado ante la policía portuguesa. Pero claro, por si acaso alguna vez tuviese que mostrarlo, se suponía que algo de portugués debía yo saber para haberlo obtenido en Lisboa...Todo esto obviamente no se lo podía contar a Rosita, ella era muy seria.-…La verdad es que me gustaría leer a Jorge Amado en su propio idioma.
-Ah, ¿si? También podrías leer a Pessoa – Y se puso a recitar unos versos en portugués. No parecía muy difícil, se podía intuir el significado. Después los he reconstruido, estos eran los versos:


"Da mais alta janela da minha casa
Com um lenco branco digo adeus
Aos meus versos que partem para a humanidade.
Eu nao estou alegre nem triste.
Esse é o destino dos versos.
Escreví-os e devo mostrá-los a todos
Porque nao posso fazer o contrário
Como a flor nao pode esconder a cor,
Nem o rio esconder que corre,
Nem a árvore esconder que dá fruto".



En esto, habíamos llegado al cine, y tras aparcar me preguntaba si la película escogida sería de su agrado. Incluso me vino a la mente la peregrina y paranoide ocurrencia de que quizá tomase mi elección como un indicio de mis actividades delictivas. Pero enseguida deseché la idea: en cuanto vi la cola que había para sacar entrada. Luego, una vez dentro, en la oscuridad de la sala, en los primeros instantes de la película, me acometió un extraño pensamiento: “Ah, si estos que están aquí supieran que a su lado se sienta un verdadero delincuente, de carne y hueso, no de celuloide, qué susto se llevarían”. Creo que nadie se para a pensar que los criminales también vamos al cine, que el espectador que se sienta en la butaca colindante puede ser un atracador, un asesino, un terrorista.

La película en sí me pareció más floja que la primera y la segunda parte, la contemplé con cierto distanciamiento, no así Rosita, que en los momentos de tensión me agarraba del brazo. Ese fue el primer contacto físico que tuvimos. Al salir, yo propuse ir a tomar algo, pero ella rehusó.
-No, será mejor que volvamos o mi madre se empezará a poner pesada y a hacerme preguntas, que porqué hemos tardado tanto, que dónde hemos estado, que si estoy descuidando las oposiciones…
-Bueno, como tú digas, no quiero causarte problemas.
-No, si me lo ha pasado bien contigo, y la película me ha gustado, pero por no aguantarla…
-Si, lo comprendo. Pero mañana podríamos ir a dar una vuelta por el Valle de la Orotava.
-Ya veremos.
Hicimos el trayecto de vuelta en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Supongo que haciendo balance de la tarde. Al llegar, antes de salir del coche, Rosita me sorprendió, puso su mano sobre la mía en el volante y dijo:
-Gracias. – Me dio un beso en la mejilla y salió apresuradamente, a toda la velocidad que le permitía su pierna renqueante.

6 comentarios:

Quebienmesuenatunombre dijo...

Hola Joseph. Veo que el tuerto, sale con una chica, con una buena chica, portandose como un caballero. Cuando se supone que un criminal, o un delincuente, nunca es un caballero. No obstante, tengo mi peculiar forma de pensar sobre eso. Todo el mundo puede ser un caballero, siempre que conserve un código de conducta descifrable y comprensible. Sólo los psicópatas, asesinos en serie, y otros por el estilo, no tienen código de conducta. Y si lo tienen debe ser un código indescifrable, imprevisible, sujeto a la aletoriedad como una ruleta rusa. De todas formas, ¿quien sería capaz de ponerse en la mente de un asesino en serie o de un psicópata, para intentar comprenderlo?. La respuesta, tal vez se encuentre en aquella peli, titulada: El silencio de los corderos. Un saludo.

Maria dijo...

Ainssssssssss que bonito, al final el Tuerto se enamorara de Rosita y tendrá una cómplice, en su vida personal que es lo que de verdad le hace falta.

Un besazo

Anónimo dijo...

Hola, Jack. Interesante tu reflexión. Creo que el tuerto se considera a sí mismo un caballero.
Y en efecto, a un psicópata sólo puede comprenderlo (o apenas imaginarlo) otro psicópata.
Sin embargo, en el caso del doctor Lecter, él no sólo se cree un perfecto caballero, culto, refinado, sino que su ética es superior a la de esta sociedad hipócrita. Se considera un justiciero implacable.
Saludos.

Anónimo dijo...

Ay, María, has dicho "tendrá una cómplice". Esperemos que suceda como tú dices. Besito para tí.

-Anna- dijo...

Ayyyyyyy amo a Pessoaaaaaaaaa!!!! Me lo presentó una amiga, que es uno de sus autores favoritos y realmente es un poeta genial.
Me gustan los giros románticos que tiene tu historia, todavía el tuerto parece vivir en amores adolescentes, quizás por que es rudo en el crimen pero más novato en el amor jejeje. Ojalá tengan una historia bonita estos dos...creo yo que lo merecen
Besotes!

Joseph Seewool dijo...

Pues claro, Anita, ya decía yo que tu poesía me recordaba a alguien más, aparte de Nietzsche claro, y era ¡Pessoa!
Y sí, el tuerto y Rosita parecen hechos el uno para el otro. Veremos lo que sucede. Besito.