miércoles, 1 de octubre de 2008

El tuerto. 77: La botella de “Dom Pérignon”.

-Dejadme hacer a mí, -dijo Rosa- los hombres matáis violentamente y se os ve el plumero. Las mujeres matamos mejor.
Charlie y yo tuvimos que callarnos y obedecer, especialmente porque no disponíamos de ningún plan alternativo. El Guti había vuelto a ir a todas partes acompañado de su guardaespaldas; Rosa era la única que tenía acceso a él.
-Si, te dejamos, pero tiene que ser pronto, antes de que se anote el embargo en el Registro Mercantil, y sobre todo antes de que llegue al banco el bloqueo del dinero.
-Ya lo se, tranquilos. Dile al abogado que retenga la orden un par de días. Mañana vuelo a Tenerife para hablar con una vieja amiga de la infancia. Pasado mañana bien temprano estaré de vuelta y esa misma noche caerá.
-¿Una vieja amiga? ¿Quieres que te acompañe?
-No, es mejor que vaya sola para que tenga plena confianza en mí y me de lo que necesito.
-¿Y qué necesitas?
-Cierta información…y unos pequeños medicamentos. Mi amiga es enfermera, pero sabe más que muchos médicos.

No quiso desvelar nada más, a pesar que insistimos. Se cerró en que por ahora cuanto menos supiéramos mejor, y que ya nos lo contaría en su momento. Lo que sí estaba esa noche era muy alterada, nerviosa, y como consecuencia su habitual apetito sexual se había incrementado. Suerte que no me había tomado mis tranquilizantes, aún así tuve que hacer un sobreesfuerzo, y ya al final de la noche Rosita hubo de emplearse a fondo, haciendo uso de técnicas para estimularme que nunca antes había empleado. Llegué a pensar que era la idea de matar al Guti lo que la excitaba y la volvía violenta.
-¿Por qué no regresas mañana por la noche? –Pregunté.
-Cuando termine de hablar con mi amiga ya no habrá vuelo.
-¿Dormirás en su casa?
-Tal vez.
-¿Erais muy amigas?
-Era mi única amiga.
-¿Y qué pasó?
-¿Por qué crees que pasó algo?
-No sé, tengo la sensación…
-Pues te equivocas.
Sus palabras no consiguieron disipar mi sospecha de que tras ese velo de misterio algo me ocultaba. Como no soy dado a especulaciones, decidí que ya me lo contaría cuando quisiera. Sin embargo, ese día y medio que estuvo fuera no pude resistir la tentación de registrar sus cosas, mas no encontré nada. Noté que se había llevado consigo el libro que estaba leyendo últimamente, que –ahora caí en la cuenta- trataba de medicina farmacológica.

La misma mañana de su regreso telefoneó al Guti y le invitó a cenar en el hotel Catilina. Hablaban del terreno cuya compra iban a formalizar en breve, y de las gestiones posteriores para impulsar su recalificación. Por alguna casualidad ambos tomaban mariscos, gambas, langosta, canapés de salmón, un poquito de caviar y champán francés. No querían alimentarse sino dar gusto al paladar. Si bien sus razones probablemente diferían, los dos querían hacer de aquella noche algo memorable, y a fe que lo consiguieron.
-Esta noche la quiero especial, mi socio, mañana regreso a Caracas.
-¿Y eso?
-Mis inversores me reclaman, y tengo que dar satisfacción a mi señor marido antes que me abandone por una tacarigua o me mande buscar con el ejército.
-Hace bien, yo no la dejaría ir así, libremente por el mundo.
-¿Pues que se cree, que sólo ustedes los varones pueden tener sus querindangas?

El Guti se levantó de la mesa para ir al baño y Rosa paseó la vista por el salón hasta recaer sobre una pareja con un bebé de meses. El papá lo tenía recostado sobre su pecho, y la mamá decía unas palabras (no escuchó si eran dirigidas al bebé o al marido) mientras observaba a Rosa. Sus miradas se cruzaron. Era una chica joven, de rostro angelical, con suaves rasgos redondeados, tez clara, cabello moreno. Abiertamente sonreía y Rosa le devolvió la sonrisa. La chica terminó de tomar su café y la pareja se levantó de la mesa. En ese momento volvió el Guti, Rosa se percató de que la chica también le miraba. Como si se estuviera preguntando qué estarían haciendo juntos, qué relación tendrían. Pensó que la chica probablemente les habría estado observando durante la cena. El Guti ni reparó en el detalle, se sentó y continuaron cenando.

La conversación languidecía, ya habían agotado todos los temas que podían tener en común. En realidad el peso del diálogo recaía en Rosita, porque Guti lo que hacía era masticar, tragar y beber, y de vez en cuando soltar alguna estupidez. De hecho estaba empezando a sentir antipatía hacia él. O tal vez fuese que se estaba preparando psicológicamente para lo que tendría que hacer más tarde. Pero el caso es que su forma de comer le repelía, su conversación era insulsa, y su actitud arrogante. “Menuda joya de socio”, pensó, “menos mal que le voy a tener que aguantar muy poco”.

Pero aún era demasiado temprano. Así que propuso que subieran al casino a jugar esos “bolívares” que tenían pendientes. De ese modo se distraerían y no tendrían que hablar. El Guti apostó a la ruleta y ganó. Siguió apostando y la suerte le era favorable la mayoría de las veces. “Si encima morirá contento este cabrón”, pensaba Rosa. Continuaron tomando champán hasta la última tirada. Cuando cambió sus fichas el patán había ganado casi un millón de pesetas.
-¿Quiere un cheque o efectivo?
-Nada de cheques, je, je, billetes de diez mil. –Su embriaguez era ostensible.
-Vamos a mi suite, a tomar la última copa.- Sugirió Rosa. Y cuando pronunció esa frase, “la última copa”, le sonó como si estuviese dictando la sentencia.
-¿A tu suite? Pues sí que hoy es mi día de suerte…
-No lo sabes tú bien.
-Ah, ¿Sí? ¿Qué me tienes preparado?
-Una sorpresita que espero te guste.

La nevera de la suite estaba muy bien abastecida, para beber o comer a cualquier hora.
-Tengo aquí un “Dom Pérignon Gran Reserva” del 78, que nos lo vamos a beber usted y yo ahorita.
Si el Guti se hubiera acercado por detrás en ese momento, hubiera visto que el precinto de la botella estaba quitado, la caperuza sobrepuesta, y el tapón no era el original. Pero como estaba recostado en el sofá, muy borracho, ni siquiera le preocupó que fuera ella la que le sirviera a él y no al revés. En ese instante consideraba que todo le era debido, le parecía natural que una joven y bella mujer le invitase a su habitación. El era el importante socio que dentro de poco, aprovechando los viajes de ella, empezaría a meter la mano en la caja de la sociedad. Y si se terciaba, en los próximos minutos metería la mano entre las piernas de su socia. En esos pensamientos se hallaba y por eso ni se percató del poco ruido que hizo el tapón al saltar.
-Por los negocios.
-Hum, sí que está bueno. –El paladar todavía lo conservaba. Se hallaban sentados en el sofá, más cerca que nunca. Se acercaba el momento de la verdad. El Guti acarició el brazo de Rosa, intentó besarla en los labios, pero ella apartó la cara en el último instante, permitió que hocicase un poco en su cuello y mientras aprovechó para vaciar su copa intacta en el jarrón de la mesita.
-Déjese de besos, que los besos los guardo para mi marido. Esto sólo es un desahogo para el cuerpo. Y bebamos, que las burbujas se pierden. – Sirvió dos nuevas copas. Guti apuró la suya, Rosa le colocó de repente su mano en la entrepierna.
-¿Pero qué le pasa mi hijito, que no se le para? ¿Es que no le gusto?
-Es el alcohol…-Murmuró el Guti.
-Pues tómese la última –y esa palabra le repicaba en la mente- que ahorita vamos a darnos un baño en la piscina para que se despierte, concho.
-¿En la piscina? Pero no tengo bañador.
-Qué bañador, en cueros vivos mi socio, que a esta hora no hay nadie. –Eran las tres y cuarto de la madrugada.

La propuesta era tan turbadora que Guti sacó fuerzas para incorporarse, abotargado como estaba, y dejó que Rosa le desnudara y cubriese con un albornoz para bajar a la piscina. Tomaron el ascensor y entraron, abrazados por la cintura, en el recinto acristalado. En ese momento, calculó Rosa, estaban empezando a surtir efecto las sustancias disueltas en el champán. Rememoró las explicaciones que le había dado su amiga la enfermera. Un bloqueador B-adrenérgico y un vasodilatador periférico, medicamentos muy sencillos, ninguno letal por sí sólo, recetados habitualmente para cualquier tipo de arritmia cardiaca o problema circulatorio. El vasodilatador periférico haría que el flujo sanguíneo se distribuyese hacia el cuerpo, en detrimento del riego cerebral. El efecto vasoconstrictor del champán reforzaría dicho efecto, impidiendo casi totalmente el flujo. De hecho, antes incluso de entrar en la piscina ya estaba semiinconsciente. En el instante de sumergirse en el agua a 26 grados la diferencia de temperatura incrementó la dilatación periférica. Como consecuencia, el Guti sufrió un leve síncope, una pérdida súbita de conciencia causada por fuerte disminución de flujo sanguíneo cerebral. En condiciones normales la inconsciencia sería breve, pero ese fue el momento que Rosa aprovechó para hundirle suavemente la cabeza en el agua y contar los segundos. El bloqueador B-adrenérgico actuaba impidiendo una descarga de adrenalina que hubiera hecho bombear a toda máquina el corazón, provocando una reacción defensiva inmediata. Guti trataba de sacar la cabeza, pero muy débilmente, sin fuerza. Treinta segundos. Y lo importante es que tenía la boca abierta y respiraba agua, no inhalaría mucha debido a su inconsciencia pero la suficiente para certificar su muerte por ahogamiento. Salían burbujas de su boca y no eran las del champán. Un minuto. El Guti estaba totalmente inmóvil en la piscina. En ese momento una figura entró en el recinto. Era la mamá del bebé. Rosa sufrió un instante de pánico, hasta que sus miradas se cruzaron. La mamá esbozó una leve sonrisa tranquilizadora.
-Acabo de amamantar a mi bebé y como no conseguía dormir me vine a dar un baño…-Tenía una voz suave, como de seda, y un acento cubano muy cálido.
-Creo que se ha desmayado, ayúdeme a sacarlo del agua.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Queridissssssimo y admirado Seewool,

En mi último comentario te dije que no tardases en tu siguiente capítulo, y la que he tardado en leer he sido yo.

Ruego aceptes mis disculpas por tamaña descortesía, pues ya sabes que soy seguidora habitual de tus relatos, y no puedo perderme ninguno.

Bien, he leídos los cuatro útimos capítulos y son sencillamente GENIALES!!!. ¡¡¡Es que no puedo dejar de leer!!!. Tu novela sólo es interesante sinó absorvente, electricante, mantiene al espectador en un vilo.

¡¡Es mejor que un estupefaciente!!, pues el rato de lectura permite una evasión total.

Una acción perfectamente planificada, sin escapar detalles, y con la suerte a favor del Tuerto & Cía, en este caso Rosita.

¡¡¡Vaya adquisición!!! Quien iba a a decir que la profesora de español de tu protagonista tuviera un cerebro tan bien preparado para el delito. Es que no puedo dejar de imaginar la escena. Esto en una película seria magnífico.

Pero si miramos desde un punto de vista moral, se podría aplicar aquello de "quien roba a un ladrón..", aunque no debemos olvidar que el Tuerto y ahora Rosita son dos delincuentes de tomo y lomo ¿Deberíamos tener simpatías por ellos? Veremos a ver que ocurre.

Por cierto, quien va ser esa madre con bebé. ¿Será la amiga de Rosa?

Ah, querido Seewool, ahora que me he puesto al día, voy a continuar con devoción absoluta la lectura de tu novela.

Mi admiración y respeto hacia tu imaginación y literatura y por supuesto, besos mediterráneos.

Anónimo dijo...

Querida Marta: tus halagos me reconfortan y estimulan muchísimo, precisamene porque sé que cuando se tercia tampoco ahorras las críticas. Y sí, yo mismo estoy contento con estos cuatro últimos capítulos, lo cual pocas veces sucede. También coincido en que la escena es muy visual, y por tanto sería posible adaptarla al cine, pero eso ya es otra historia. No obstante, si ganas el euromillones te pediré que financies la película. Te saldrá cara, ten en cuenta que hoteles de cinco estrellas, Mercedes de alta gama, Dom pérignom, etc, no son moco de pavo.
Y en cuanto a la testigo. Hacía mucha falta en la novela. Ten en cuenta que hasta ahora no había existido ningún testigo presencial en los asesinatos, lo cual es raro, y mira tú que le vino a tocar a Rosa en su estreno.
Besos para ti, querida Marta.

Quebienmesuenatunombre dijo...

Hola Joseph. Parece ser que la tal Rosa, maestra, es también una buena alumna en el arte de delinquir. Pero, como todo alumno o alumna, siempre se pueden cometer errores en los exámenes, por muy bien preparados que se lleven. Creo que, incluso, una matricula de honor en la asignatura práctica de la delincuencia, siempre tendrá que pasar por alto pequeños errores y detalles, que de tenerlos en cuenta, el examinando, no conseguiría ni un aprobado. Ya lo dijo alguien: no hay crimen perfecto. Aunque yo difiero de eso, pues para mi, los crímenes perfectos, son los crímenes contra la humanidad. Nunca se descubre a los asesinos. Un saludo.

Joseph Seewool dijo...

Hola Jack. En efecto, hay muchas grietas e hilos sueltos por los cuales una buena investigación podría terminar con los huesos de Rosa en la cárcel. Empezando por un exhaustivo análisis toxicológico. Sin embargo, teniendo en cuenta que, por ejemplo, en el mayor atentado terrorista de la historia de España, las muestras recogidas en los focos de las explosiones fueron lavadas con agua y acetona, lo que impidió saber qué fue lo que explosionó en aquellos trenes. Teniendo en cuenta eso, creo que no es demasiado inverosímil que Rosa goce de buena suerte y pueda irse...de rosita y nunca mejor dicho. Saludos.