lunes, 6 de octubre de 2008

El tuerto. 78: Laura.

-Me llamo Laura. –Dijo, e introduciéndose en el agua, ayudó a empujar el cuerpo inerte hasta el borde de la pileta. Entre ambas lograron ponerlo en seco.
-Yo Flor. – Dijo Rosa, y al salir del agua se percató de que Laura miraba atenta su desnudez, por lo que repentinamente pudorosa se cubrió con su albornoz y echó el otro por encima del cuerpo de Guti.
-¿Es su esposo? –Preguntó Laura.
-No, es mi socio. Ha debido ser por el alcohol.- Intentó justificarse.
-Pues claro, Flor, tomó demasiado trago, ya yo lo vi durante la cena. Será mejor que llamemos una ambulancia. Deje, yo voy a recepción.
-Gracias. –Rosa suspiró. Lo que más temía es que Laura se pusiera a practicar la respiración artificial y que Guti no estuviera muerto del todo. Un boca a boca de aquella mujer de rostro celestial y labios de terciopelo podría revivir incluso a un cadáver. Pasó a preguntarse si Laura habría detectado algo anómalo al entrar, llegando a la conclusión de que no pudo ver nada, si acaso le habría extrañado la tranquilidad que mostró.

Rápidamente analizó todas las posibilidades para buscar la salida adecuada. No se le ocultaban los riesgos que existían. En primer lugar, tenía que subir de nuevo a la suite y deshacerse de la botella de “Dom Pérignon”, y las copas con los rastros de betabloqueador y vasodilatadores periféricos. Eso fue lo que hizo de inmediato, mientras seguía pensando. Tampoco ignoraba que unas pruebas exhaustivas del laboratorio toxicológico revelarían la presencia de dichas sustancias en la sangre y órganos del Guti. Lo bueno es que esas sustancias no eran por sí solas venenosas ni letales.

Una opción -continuó sopesando- era dejar a Guti en la piscina y tras recoger sus cosas, incluida la botella y las copas, bajar al aparcamiento, montar en el Mercedes con Charlie al volante y desaparecer. Por la mañana, estaría tomando el avión a Madrid, habría recobrado su identidad de Rosa, y borrado todo nexo de relación con Flor Izaguirre. Sus acciones en “Caribbean” ya habían sido vendidas a “Paradise”, por lo que nunca más tendría que reaparecer. El inconveniente era que ese comportamiento levantaría sospechas, tal vez hiciera que el examen forense y las pruebas de laboratorio fueran más exhaustivas y terminaran dictaminando que la muerte fue provocada.

Entró en la suite, recogió todo, se vistió y se puso a limpiar las huellas dactilares de todas las agarraderas, de puertas y cajones, de los grifos del baño, de los vasos. De todo lo que recordaba haber tocado. Si la policía científica tomaba sus huellas, éstas quedarían registradas, y quién sabe, algún día en el futuro podrían descubrir su verdadera identidad, cotejándolas con la base de datos del Documento Nacional de Identidad.

La segunda opción era permanecer, aguantar el tipo, hacer su declaración ante la policía, y confiar en que no le retuviesen el pasaporte y, sobre todo, que no le tomaran las dichosas huellas. Mientras no hubiera un dictamen médico no se la podría considerar sospechosa de nada. A ello se sumaba que la carita angelical de Laura y su declaración como testigo, haciendo énfasis en el abuso de alcohol de Guti, eran una baza inmejorable. En esto llamaron a la puerta. Era Laura.


-Ya están llegando. Tuve que buscar al mozo, que dormitaba en un cuartito. Ha telefoneado al director del hotel.-Continuó Laura.- También está para acá. Ha dicho que intentemos no alarmar a los clientes.
-Perfecto. - Pensó Rosa en voz alta. Se le escapó decirlo porque en realidad seguía pensando, intentando decidir cuál era la salida adecuada.
-Voy a cambiarme yo también, -dijo Laura- y bajamos. – Esa extraña confianza que le infundía la joven mamá inclinó la balanza a favor de la segunda opción. Asumir un poco de riesgo ahora, si todo salía bien, significaba dejar casi resuelto el asunto, mientras que huir implicaría que el caso siempre estaría abierto. Prefirió afrontar.


Así que allí estaba, en compañía de una hermosa mujer, cuando entraron los de la ambulancia, corriendo pero discretamente, para no alarmar a los distinguidos huéspedes. Tres personas: una mujer bajita, la doctora, y dos jóvenes robustos con un desfibrilador y un pequeño monitor.
-Le aplicamos el desfibrilador. –Dijo la mujer.

Por lo que Rosa pudo ver, le dieron hasta tres descargas, y tras cada una comprobaban en el monitor si había alguna actividad cardiaca. También le pusieron una inyección de lidocaína y adrenalina y le sacaron una muestra de sangre para valorar el pH y el oxígeno.
En ese momento llegó el director del hotel y habló en un aparte con la doctora. Finalmente se acercaron.
-¿Son ustedes familiares? Siento decirles que está muerto.
-No, es mi socio. Arriba tengo el teléfono de su esposa.
-Nos lo vamos a llevar en la ambulancia, lo pasaremos por urgencias y de allí al tanatorio. El director nos ha pedido ese favor porque sino tendríamos que dejarlo aquí hasta que viniese el juez a levantar el cadáver. De todas maneras ya hemos avisado a la policía, que está al llegar, y al médico forense.



Cuando llegó la policía Rosa perdió toda capacidad de pensar, de elaborar nada. Es como si su cerebro, al haber asumido que ya no podía escoger, que ya todo estaba decidido, se hubiera colocado en una especie de piloto automático. Se movía y respondía con lenta regularidad. Fueron a comisaría para prestar una declaración formal. Por suerte, les interrogaron a ella y a Laura conjuntamente, y fue Laura, muy habladora, quien llevó la voz cantante en todo momento. Fue una testigo inmejorable, describió la cena con todo detalle, la cantidad de botellas de champán que ingirió el finado, los síntomas de embriaguez que iba mostrando progresivamente, el enrojecimiento de sus pupilas (Rosa se preguntó cómo podía haber percibido eso, a la distancia que se hallaba), su conversación cada vez más pastosa y a la vez vociferante. Relató cómo se tambaleaba cuando se levantó para ir al cuarto de baño, cómo les llamó la atención ese detalle a su marido y a ella. Laura era una magnífica fabuladora.
-Ahora está cuidando al bebé, pero si quieren avisarle, mi marido puede confirmarlo todo.
-No se preocupe, no será necesario, ya hemos llamado a los empleados del hotel, que nos explicarán eso.
Luego relató una versión perfecta, inventada y sublimada, de la escena en la piscina. Cómo estaban los tres tranquilamente, ellas dos hablando en una esquina de la pileta, y él se tiró a hacer un largo…Y cuando se dieron cuenta flotaba inerte. Nada pudieron hacer por él excepto sacarle de la piscina y llamar la ambulancia. Omitió detalles irrelevantes, como la desnudez de Flor. Y cargó las tintas en la borrachera. Sólo hubo un momento de tensión, cuando el policía le preguntó directamente a Rosa/Flor, cuál era la relación que tenía con el difunto.
-Pues mire, estábamos para crear una empresa constructora entre los dos, pero ni siquiera habíamos comenzado, y ya me temo que nunca comenzaremos. Mire, yo traía un aval de un banco de Panamá, que si quiere le puedo mostrar, por un millón de dólares, pero no he llegado a hacerlo efectivo, así que todavía lo conservo. –Diciendo lo cual, sacó de su bolso el meritado aval y se lo mostró al policía, que lo contempló con interés. El policía debió llegar a la conclusión de que una mujer que posee un millón de dólares para invertir en España no puede ser sospechosa de nada, por lo que se lo devolvió, tomando nota en el acta de declaración.

Ambas firmaron al pie de la misma. Primero Laura Cabrera, 1437 Brickell Ave., Miami, Florida, Estados Unidos. Después Flor, que leyó atentamente la declaración, aunque sólo consiguió memorizar la dirección de Laura.

-Muchas gracias, pueden marcharse. Pero les ruego que me avisen antes de abandonar el país, por si tenemos alguna pregunta más. Ah, uno de mis agentes las acompañará para recoger los efectos personales del difunto. –El policía se puso de pie y se despidió con un apretón de manos.
Y ya está. Ni retención de pasaporte, ni huellas, ni siquiera tuvo que llamar a la esposa de Guti, la policía se encargó de tan desagradable tarea.

Regresaron las dos al hotel en el coche de la policía. Rosa iba pensativa, calculando la forma y momento de desaparecer. Laura seguía tan locuaz.
-Mi marido y yo estamos pasando unos días de vacaciones.
-Ah, es magnífico. Por cierto, les felicito, tienen un bebé muy lindo.
-Gracias. Pasado mañana iremos a visitar a unos amigos en Lanzarote, si quiere acompañarnos… -Oh, me encantaría hacerlo, pero no es posible. Esta misma noche vuelo a la península para realizar otros negocios.
-Qué lástima. Pero entonces tal vez quiera almorzar con nosotros…
-Pues la verdad es que me caigo de sueño y no se siquiera si me despertaré a la hora del almuerzo.
-Pero claro, qué distraída soy. Como yo últimamente, por los biberones de mi hijito, apenas duermo dos horas seguidas…Por cierto, espero que su papi le haya dado el que le toca, porque sino mi pobrecito estará hambriento.

Subieron los tres a la suite de Rosa. Esta le entregó al policía una bolsa con las ropas y pertenencias del Guti, incluyendo la cartera con el casi millón de pesetas que había ganado en el casino. El agente le dio una copia del acta de entrega y se marchó en el ascensor. Rosa y Laura se miraron a los ojos.
-Gracias por todo, Laura, me has ayudado muchísimo.
-Por nada, Flor, era mi deber. –Se abrazaron.

4 comentarios:

Quebienmesuenatunombre dijo...

Hola Joseph. Otro capítulo lleno de suspense como los que le preceden. Aunque, probablemente, en donde se encuentre la iniciativa pensante de una mujer normal, siempre habrá suspense. Acrecentado si la protagonista es una superdotada. Probablemente, las titulares y propietarias del sexo femenino siempre hayan tenido, al igual que los animales, esa inteligencia espontanea, veloz y natural, llamada instinto. Este, tal vez sea resultado de unas complejas y rapidísimas operaciones neuronales, incentivadas por determinadas hormonas femeninas. Si a ello, añadimos un sistema de igualdad de oportunidades, en el que la mujer, tiene posibilidades, igual que el hombre, de acceder y adquirir con el aprendizaje, los mismos conocimientos que estan al alcance de la técnica y de la cultura, probablemente también sea la mujer el arma más perfecta de destrucción masiva, o individual. Por ello, creo que en el caso de Rosa, o de Rosita, todo puede suceder. Un saludo.

Unknown dijo...

Me lo imprimo, porque con el retraso que llevo, tengo para rato.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Guau, Jack. Es un discurso tan bueno el tuyo que...a Rosita le hubiera gustado ser ella quien se lo dijera al tuerto. De verdad que quién pudiera contratarte para que me escribieras los dialogos...Je, je. La mujer es el arma más perfecta. Me encanta. Un saludo.

Anónimo dijo...

Don Ricardo, muchas gracias por tu visita. Me parece genial que lo imprimas, pero no es para tanto, conozco a alguien que recientemente se lo ha leído todo de un tirón. Total, unas 200 páginas de nada.