viernes, 10 de octubre de 2008

El tuerto. 79: Gaby.

El tuerto está cabreado. Por la angustia que ha vivido como mero espectador, presenciando desde las sombras del aparcamiento cómo se iba Rosa acompañada por la policía, temiendo: “ya no la vuelvo a ver”. Tras las horas de incertidumbre, de miedo, de arrepentimiento por haber dejado que se llevara a cabo el plan de Rosa: “teníamos que haberlo hecho a mi manera, un rápido tiroteo y a escapar”. Luego vino el alivio profundo cuando las vio a las dos regresar al hotel, a ella y a la otra mujer. Al menos no se ha quedado detenida, pensó. Aún así, no respiró tranquilo hasta que no vio salir de nuevo al policía con una bolsa de plástico (los efectos del muerto, dedujo), montar en su vehículo oficial y marcharse.

Por fin salió de nuevo Rosita, con su maleta, después de abonar la cuenta en el hotel.
-¿Ya se marcha?, le preguntó el director con gran interés.
-Sí, después de lo que ha pasado la verdad es que prefiero cambiar un poco de ambiente, como comprenderá no tengo buenas sensaciones.
-Lo sentimos mucho y esperamos que vuelva a visitarnos en mejores circunstancias.
-Oh, sí, claro que volveré, el hotel ha sido muy de mi agrado.

Se sube al Mercedes de Charlie. Detrás va el tuerto, en su Renault Clío. Conducen hasta el hotel Don Benito, en la Calle Pérez Galdós, donde se hospedan, en habitaciones contiguas. Allí, en la del tuerto, a solas, se abrazan él y Rosa. El abrazo parece una reedición del que poco antes se han dado ella y Laura. Aquel abrazo fue de despedida, este de reencuentro, pero los dos parecen fundirse en uno sólo, solaparse en la mente de Rosa. Decimos hola porque antes hemos dicho adiós a alguien, o a algo. Decimos adiós para ir con otra persona, o para volver con nosotros mismos. Cuántas veces encubrimos la realidad con una apariencia de signo opuesto. El abrazo de antes entre las dos mujeres, que parecía de despedida, es en realidad un abrazo que sella y rubrica la complicidad que ha nacido entre ambas. El abrazo de ahora, entierra el miedo que los mantenía cohesionados, y abre la puerta a la individualidad, a la discrepancia, a la división, a la lucha por el poder.

Después de la angustia y después del alivio surge la ira, la indignación.
-Ahora que estás a salvo, y nadie lo celebra tanto como yo, permíteme que te diga que has sido una gran imprudente.
-¿Pero qué dices?
-Lo de menos es que nos hayas relegado al papel de comparsas.- Dice el tuerto. Pero no es verdad, no está siendo sincero, el y Charlie se sienten disminuidos, casi humillados por el protagonismo acaparador de Rosa.- Lo que no puedo ignorar es que te la hayas jugado tú, y de paso puesto en riesgo toda la operación.

Nada más pronunciar las palabras, se arrepiente. Su lado cerebral sabe que hay mucho de cierto en lo que dice, pero al mismo tiempo siente admiración por la audacia de Rosa. El no hubiera sido capaz de hacerlo, ¿o si?
Rosa en cambio está exultante. Hay una extraña belleza que irradia de ella y que el tuerto percibe. El brillo de sus ojos, la firmeza de su mirada, la barbilla que se levanta un centímetro más de lo habitual. El orgullo. Esa belleza maligna y a la vez fascinadora de una mujer que ha administrado la muerte. Sigue un intercambio de argumentos.
-No sabía que tuvieras miedo.
-Más que si hubiera estado allí, en plena acción.
-¿Pero qué querías que hiciera? La mujer apareció de repente en la piscina, si hubiera huido eso habría levantado más sospechas.
-Ya, pero ¿Y si te hubieran tomado las huellas? ¿Y si después de todo el análisis de laboratorio detecta esas sustancias que le diste? Entonces hubieras estado sentenciada. Métete en la cabeza que has rozado el desastre.
-Esas sustancias no las van a detectar.
-¿Por qué estás tan segura?
-Pues porque no las van ni siquiera a buscar. Sólo van a buscar signos de violencia, venenos, drogas y alcohol. Ya está. A menos, claro, que haya otros indicios y entonces, en lugar de las pruebas y marcadores habituales hagan un repaso exhaustivo a todas y cada una de las sustancias químicas. Además, esas medicinas no significan nada por sí solas, no son letales, puede haberlas tomado por prescripción médica, o incluso por su cuenta. Hay gente que toma betabloqueadores como si fueran tranquilizantes.
-¿Eso te dijo tu amiga?
-¿Qué amiga? –Por un momento Rosa no sabe a quién se refiere, cree que a Laura porque es la única amiga que tiene en la mente.
-Tú amiga la enfermera, la que te dio las medicinas. ¿Qué otra amiga tienes?
-Ah, pues sí, eso fue lo que me dijo. ¿Quieres que te cuente la historia de mi amiga? –En ese momento Rosa, para no tener que hablar de Laura, para darle al tuerto algo en qué pensar y evitar que le pregunte por la mujer de la piscina, prefiere contar una historia del pasado. Un pequeño secreto que ahora ya es inocuo, al menos comparado con otras cosas.

-Soy todo oídos.
-Mi amiga se llama Gabriela, Gaby. Fuimos compañeras del colegio. Mi madre ya sabes que no me dejaba tener amigas, ni que vinieran a la pensión, ni me permitía ir a su casa. Así que Gabriela y yo nos veíamos a escondidas de mi madre. Cuando teníamos quince años mi madre cogió unas fiebres y la tuvieron que llevar al hospital, estuvo una semana ingresada. Entonces aprovechamos para estar juntas, Gaby pidió permiso a sus padres para venir a dormir conmigo en la pensión. Yo les dije que tenía miedo de quedarme sola por las noches.
-Pero están los huéspedes.- Dijo la madre, un tanto suspicaz.
-Si, pero algunos no son muy de fiar. –Contesté. Finalmente el padre sentenció a nuestro favor, no se si por generosidad, o por quitarse un posible cargo de conciencia.

Esa semana que dormimos juntas, bueno, la verdad es que dormimos poco, nos quedábamos hablando hasta la madrugada, de nuestros planes en la vida, de nuestros sueños de adolescentes. Nos juramos amistad eterna, ayuda mutua ante cualquier adversidad, pasara lo que pasara. Después, cuando regresó mi madre, tuvimos que volver a los encuentros furtivos. A los diecisiete años nuestros caminos se bifurcaron. Yo entré a estudiar magisterio y ella enfermería, quiso estudiar medicina pero sorprendentemente no le alcanzó la nota, tuvo que conformarse con enfermería. Eso la dejó resentida y amargada con la sociedad, fue una injusticia. Todos estos años nos hemos seguido escribiendo y manteniendo el contacto. Ese pacto de ayuda mutua es el que invoqué hace poco, cuando me dio las medicinas y me explicó lo que necesitaba.
-¿Ella sabe para lo que era?
-Sí, por supuesto. Pero tranquilo, no dirá nada.
-Ya lo creo que no, sobre todo porque ella ha sido cooperadora necesaria, o sea, coautora. Pero dime otra cosa, ¿Qué es lo que has sentido al darle pasaporte?

-¿En qué momento? Porque ha habido muchos momentos diferentes. Por ejemplo, mientras estábamos cenando sentí asco al verle engullir e imaginar que toda esa comida se pudriría junto con él. Después, cuando le estaba dando el champán con las medicinas, estaba disociando el acto de sus posibles consecuencias, o sea, pensaba, simplemente le estás dando un betabloqueante que por sí mismo no es letal, todavía puedes dar marcha atrás y dejarle dormir la borrachera. Y por último, en la piscina…Me venía la imagen de mi madre, supongo que de algún modo estaba matando a mi madre, estaba vengando todas las humillaciones. Por otro lado, para tranquilizarme, me decía a mí misma: es un juego, como cuando le estás haciendo una ahogadilla a alguien. Y el hecho de que el Guti no opusiera resistencia lo interpretaba como una confirmación de que se trataba de un simple juego sin importancia…Hasta que apareció la mujer, la testigo, ahí me di cuenta de que no era un juego, tuve un instante de pánico, pero rápidamente se me pasó. Y ahora, en este momento, me siento eufórica, victoriosa, con ganas de celebrarlo. ¿Quieres dormir un poco antes?
-No, mejor después.
Y lo celebran, y en esa celebración flotan en el aire las imágenes de dos adolescentes durmiendo juntas, sintiendo mutuamente el calor de sus cuerpos. Flota desde luego la imagen de dos mujeres jóvenes en una piscina, una de ellas completamente desnuda, mojada. Y lo que verdaderamente flota es un cadáver .

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Queridisimo Seewool,

He leído los dos últimos capítulos. El de "Laura", me parece sensacional como ´muchos de los anteriores. Aunque em parte no me soprende la extraña colaboración de Laura con Flor, he de reconocer que su lectura sigue los cánones reglamentarios para la excitación intelectual del lector, ávido de intriga.

Con respecto a "Gaby", flojea un poco. Es decir, buena idea pero su desarrollo se va por demasiados derroteros.

Lo curioso es que el Tuerto es superado por una mujer, a la que prácticamente no ha enseñado nada. Rosa en realidad tiene un instinto criminal innato, y además, ha asumido el riesgo con sumo placer. Eso es la base de su orgullo.

Per la historia de adolescencia... queda un poco forzada. E incluso he de decir que el desarrollo literario tiene altibajos. He incluso te diría que los detalles sobre la carrera de ambas, la medicación, etc. demasiado específicos en este capítulo.

No obstante, la idea es buena; en realidad se ha producido una lucha de sexos, con finalidad de independencia, al menos de Rosa.

Gracias al Tuerto se independizó de su madre. Y de nuevo, gracias al Tuerto, ¿Crees que empezará una nueva andadura?.

Pero bien. Nos has dejado en una especie de impás, pues no se por donde van a andar las cosas, con lo cual, la intriga permanece, y eso es fundamental para seguir teniéndonos en vilo, aunque pienso que pronto ha de llegar algún tipo de desenlace ¿no?

Seguiré atenta a tus nuevos capìtulos. Sigo siendo lectora incondicional y apasionada del Tuerto.

Besos mediterráneos, querido y admirado Seewool.

Joseph Seewool dijo...

Hola, Marta. Supongo que tienes razón en tus observaciones. Lo tendré en cuenta. Es que cuando uno se pone a escribir páginas y páginas a veces pierde un poco el norte. Y encima acabo de colocar un capítulo nuevo en el que todavía la historia se va más por las ramas. En fin, a lo hecho pecho.
Muchas gracias por seguir siendo lectora del tuerto, y por tus bien fundamentadas críticas, que asumo y tendré en cuenta para trazar mejor el rumbo.

Besos para esa inteligente y aguda lectora mediterránea.