miércoles, 31 de diciembre de 2008

El tuerto. 90: Doctor Chaid.

-¿A dónde vamos? –Preguntó Ivo.
-Al hotel.
-Pero tenemos que llevarte a un hospital.-Protestó Marco.
-Nada de hospital. ¿Qué pretendes, que me lleven a la cárcel? Dame el teléfono móvil. –Llamé a Rosita. Por la hora deduje que ya debía haber llegado a casa. Me atendió Yasmín. Traté de aparentar normalidad, pero me dolía mucho el brazo, creo que no pude evitar que mi voz sonara débil, contenida, tratando de no gemir por el sufrimiento. Me pasó con Rosa.
-Hola cariño, ¿cómo estás?
-Bueno, más o menos bien. Escucha, necesito que me hagas un favor.
-¿Qué ha ocurrido?
-Ahora no puedo contarte, y menos por teléfono, pero no te preocupes, nada grave. Sólo que necesitamos un médico, ¿me entiendes? Uno que no haga preguntas. No podemos ir al hospital. Había pensado que tu amiga la enfermera debe conocer alguno que esté dispuesto a hacernos ese favor y que viva aquí, en Gran Canaria. Por supuesto se le pagaría bien…
-Pero Gaby ahora vive en Tenerife.
-Ya lo sé, ¿pero no me dijiste que antes había trabajado en Las Palmas?
-Si.
-Pues entonces seguro que conoce a algún médico de aquí.
-Vale, la llamaré ahora mismo. –Y colgó.

Dimitri conducía con prudencia el Ford Escort, sin hacer maniobras bruscas ni peligrosas, pero a buena velocidad. Estábamos ya en las afueras de Las Palmas. Mi dolor iba en aumento, era ya insoportable. Sentí miedo, de perder el conocimiento, no de morir, pues sabía que la herida no era mortal. Estaba empapado de sudor, un sudor frío.
-Necesito algo para este dolor, así no puedo ni pensar.
-Para en una farmacia.-Dijo Ivo.
-¿Qué vas a hacer?
-Tú tranquilo. Esperadme con el coche a la vuelta de la esquina, no tardaré.
- Este tío va a atracar la farmacia.- Dijo Marco. Yo no tenía fuerzas para decir nada, mucho menos para oponerme. A los dos minutos volvió con una bolsa de plástico llena de medicamentos.
-Arranca.-Dimitri salió a buena velocidad, pero siempre sin estrépito, sin llamar la atención, y volvió a girar en la primera esquina. Ivo sacó dos cajas de la bolsa de plástico. Una contenía ampollas, la otra jeringuillas desechables.
-¿Qué es eso?
-Morfina. Dimitri, cuando puedas paras en un sitio discreto.

Dimitri se salió por una vía de servicio y paró en una gasolinera tipo autoservicio. Mientras él repostaba, Ivo cargó una jeringuilla y me inyectó la morfina en el brazo. A los pocos segundos experimenté un inmenso alivio. Por lo menos ya podía pensar con serenidad
-¿Dónde has aprendido esto?
-Joder, en la guerra…
Seguimos viajando en dirección a Puerto Mogán. El teléfono tardaba en sonar. Pasó una media hora, después otra media más. Llegamos al hotel. Afortunadamente por la noche no había absolutamente nadie. Por el día venían distintos empleados, a terminar los últimos retoques, a realizar limpieza, o aprovisionar de víveres y bebidas la despensa y el frigorífico del hotel, para cuando se celebrara la esperada inauguración. Pero por la noche sólo yo, en calidad de dueño, tenía las llaves del hotel. Así que por ese lado no habría problema, tendríamos todo el hotel para nosotros, y toda la tranquilidad y discreción que necesitábamos. Lo primero que hice fue guardar el maletín que me había salvado la vida, conteniendo los cinco millones de dólares, en la caja fuerte del hotel. Aproveché para sacar algo de dinero en pesetas, un par de millones que me guardé en el bolsillo de mi cazadora. Por fin sonó el teléfono.

-Siento la tardanza pero a mi amiga le ha costado tiempo localizar a tu médico a estas horas.
-Ya imagino, ¿pero lo ha conseguido?
-Sí, más o menos.
-¿Qué significa eso?
-Pues que el tipo es médico, pero no puede ejercer legalmente, no tiene los papeles en regla. La policía le ha retenido la documentación porque es saharaui, pero el dice que se considera español. Es una larga historia. ¿Te servirá?
-Si sabe medicina me servirá.
-Pues tenéis que ir a buscarle a la pensión donde se aloja, porque tampoco tiene permiso de conducir; la pensión se llama “Tres esquinas” y está en Arucas. Ah, él se llama Chaid.
-Dale las gracias a Gaby, y dile que también habrá una gratificación para ella.
-Vale, cuídate.

-A ver chicos, hay que ir a recoger al doctor a una pensión de Arucas. El problema es que no podemos usar el Ford. Habrá que deshacerse de él. A estas horas la policía ya está en el lugar del tiroteo. No sabemos si algún testigo ha podido dar la descripción del coche, puede que ya lo estén buscando en los controles de carretera. En cualquier caso, no podemos arriesgarnos a circular con él.
-Yo puedo conseguir otro coche en cualquier momento.- Espetó Ivo con aplomo.
-No lo dudo, pero no me gusta mucho esa opción de viajar en un coche robado. En cualquier control rutinario podrías caer. En fin, me temo que no tenemos otra opción, a estas horas no es posible alquilar uno, y yo no puedo aguantar hasta mañana con la herida.
-No te preocupes, yo sé cómo tengo que actuar si me tropiezo con la policía...-Dijo enigmáticamente. No quise preguntar qué pretendía decir.
-Vale, entonces Ivo traerá al doctor y nosotros nos quedaremos quietecitos.
-Escucha, lo mejor sería aprovechar para deshacernos del Ford. Puedo conducirlo por ejemplo hasta San Bartolomé, en el centro de la isla, dejarlo correctamente aparcado en cualquier calle donde no llame la atención, y unas calles más allá conseguir otro coche.
-De acuerdo, en ese caso hay que sacar el cadáver del maletero. Lo colocáis en una de las habitaciones y mañana ya decidiremos lo que hacer con él.

Mientras esperaba al doctor, me quedé medio adormilado. Entré en una especie de semiinconsciencia en la que revivía y analizaba los sucesos acaecidos en forma de sueño, y en la que yo mismo me decía “esto es una pesadilla”. Ignoro lo que significaba, si era el deseo de despertar y descubrir que todo era un simple producto de la actividad onírica, un mal sueño, o si estaba definiendo la realidad con ese abrumador sustantivo, y de algún modo mentalizándome para lo peor. O ambas cosas. Mi mente se iba por todos los derroteros, hacia atrás, analizando lo ocurrido; hacia delante, imaginando caminos, posibilidades, soluciones. Cómo librarnos del cadáver.

Sin abrir los ojos, fui consciente de que alguien manipulaba mi brazo. Sentí un pinchazo, después otro, y un tercero. Más tarde supe que el médico me inyectó antibióticos, anestésicos, antihemorrágicos, antiinflamatorios. Hizo un trabajo de artesanía, como en sus viejos tiempos veinte años atrás en los campamentos del Frente Polisario en el Sáhara. Con una habitación de hotel como improvisado quirófano, sin más ayuda que Ivo, abrió la herida con el bisturí, extrajo el proyectil incrustado entre húmero y radio, reparó el hueso dañado lo mejor que pudo, recolocándolo y quitando las astillas, drenó sangre y líquido sinovial, cerró la herida, suturó con veinte puntos, y finalmente colocó un vendaje. Sentí unas palmaditas en la mejilla y una voz de grave suavidad que me decía:
-Vamos, despierta, ya estás operado amigo.

Abrí los ojos con una sensación de bienestar, de euforia, nada me dolía y sabía que todo había ido bien, al menos razonablemente bien. Por las rendijas de la persiana se filtraba la claridad del día.
-Escúchame amigo, has tenido mucha suerte, ahora estás fuera de peligro. ¿Me comprendes lo que te estoy diciendo?
-Sí doctor.- Asentí con la cabeza. Nos miramos a los ojos. El doctor tenía un rostro venerable, anciano, triste, amable, dulce, depurado por el sufrimiento serenamente aceptado. O no sé si era la morfina la que me hacía percibir todo aquello, pero intuí que era una buena persona y sentí una inmensa gratitud hacia él.
-He podido salvar el brazo, un poco más y hubiera empezado a gangrenarse. También has estado en peligro de morir desangrado, o por la infección. Pero he llegado a tiempo. De todas formas no te hagas ilusiones, has perdido un trocito de hueso, y aunque soldará bien, dudo que puedas mover el brazo como antes, y mucho menos hacer esfuerzos.
-No importa doctor, muchas gracias. Estoy seguro que en un hospital no lo hubieran hecho mejor. Ivo, alcanza mi cazadora y dale al doctor su dinero.
-Gracias, en la mesilla les dejo los medicamentos que tiene que tomar, y la pauta. Dentro de unas horas, cuando le vuelva el dolor, que tome una cápsula de “adolonta”, no le inyectes más morfina, podría enmascarar una complicación, y además acostumbrarse. Vendré mañana por la tarde para desinfectar la herida y cambiar el vendaje. Ahora descansa, amigo.

9 comentarios:

Luli dijo...

¡Hola, querido Joseph!

Hace tiempo que no te veo, pero eso no te va a librar de mí, lo siento. En realidad, quiero felicitarte.

Espero que hayas pasado unas Navidades estupendas y que el Año Nuevo te traiga felicidad, alegría y un montón de buenas experiencias, que sea mejor que el año pasado y que te inunde de esperanzas y tranquilidad.

Vaya, qué poema me ha salido, ¿no? Bueno, pero sabes que viene de dentro, te lo digo con sinceridad.

Me alegro de que sigas con tus novelas, aunque no me creas, de vez en cuando me paso y les echo un vistazo por encima. ¿Has intentado publicarlas?

En fin... espero que todo te vaya bien, que no estés enfermo ni cosas por el estilo, que estas fiestas lo hayas pasado genial con la familia y los amigos y... bueno, ya volveremos a hablar, ¿no?

¡Un ENORME besazzo!

L.M. ;)

Quebienmesuenatunombre dijo...

Hola Joseph. Me adhiero a las felicitaciones de Luli. Y sobre todo a las felicitaciones por este segundo capítulo, en donde se palpa el indefinido límite entre la vida y la muerte. Esta vez, no ha sido, pero, menuda suerte ha tenido El Tuerto. Y sobre todo, la suerte es siempre mejor bienvenida, cuando se han puesto todas las neuronas a trabajar para atar todos los cabos. Y no cabe duda, que el cabo de la suerte, pocos consiguen agarrarlo fuerte y atraerlo para si. Espero que, la novela no acabe. Un saludo.

Anónimo dijo...

Queridissssssimo Seewool,

Pero ¡que emoción!, ¡que tensión! ¡¡¡Esto no es apto para cardiacos!!! no podía parar de leer. Dos capitulos absorventes a "tutti plen".

Verdaderamente se intuía en "buenos negossios" que el Charlie acabaría mal, demasiada ambición y poca prudencia, pero el relato atrapa al lector que cada vez lee con más avidez.

Con respecto a este capítulo, hay un punto que no me cuadra: la morfina, no se vende a la ligera, y menos a cualquiera. Para eso necesita una receta médica, o ser suministrada por un hospital. Y aqui la han adquirido con demasiada facilidad.

Es lo único que me hace dudar. No obstante, este capítulo también mantiene la atención del espectador. Todos los protagonistas están en la ilegalidad más absoluta, lo cual nos da una idea clara del submundo del hamoa.

Pero lo más interesante de este episodio es que nos prepara para algo que puede ser muy suculento: la venganza del Tuerto ¿o no?

Mis respetos y admiración, como siempre querido seewool y hasta el próximo capitulo.

Besos mediterráneos

Marta

Joseph Seewool dijo...

Querida Luli: El hecho de que te lea calladito últimamente no significa que te hayas librado de mí. Pero me haré visible para incordiarte un poco ;)
En realidad soy yo quien debe felicitarte a ti por tu blog, ya que en tu evolución como escritora has ganado en madurez y profundidad sin perder frescura.
Las navidades y la familia no son mi fuerte, pero no estoy enfermo ni cosas por el estilo. Me alegra ver que te acuerdas de mi.
Un apabullante beso con abrazo incluido para ti.

Joseph Seewool dijo...

¡Ah! Se me olvidaba responder a tu pregunta, Luli: todavía no he intentado publicar. Esta novela "El tuerto", me propongo presentarla a un concurso de novela negra, después ya veremos...

Joseph Seewool dijo...

Amigo Jack: debido a lectores como tú me gustaría que la novela no terminase, pero me temo que todo acaba en esta vida. A fuer de sincero, faltan pocos capítulos, no puedo precisar aún el número exacto, pero te mantendré informado. Saludos.

Joseph Seewool dijo...

Ay, querida y admirada Marta, je, je, has leído tan deprisa que te has saltado una línea:
"- Este tío va a atracar la farmacia.- Dijo Marco. Yo no tenía fuerzas para decir nada, mucho menos para oponerme. A los dos minutos volvió con una bolsa de plástico llena de medicamentos".

He dejado al lector que imagine los detalles, pero está claro la clase de "receta" que le muestra Ivo al farmacéutico...No olvides que acaba de "despachar" a cuatro criminales y aún porta dos revólveres.
¿Aclaradas tus dudas?
Besos castellanos con melodía de danzas eslavas...

Anónimo dijo...

Mil perdones, querido Seewool, no tengo excusa. Pero como alegato informo que lo leí en mi lugar de trabajo, a horas nocturnas y mientras me ofrecían un delicioso pastelito... con demasiado tiempo de nevera para el público y apto para la plebe (o sea el personal del restaurante jejeje).

Gracias por la aclaración, y evidentemente, ahora todo me cuadra.

Disculpas de nuevo, besos y gracias por la aclaración.

Luli dijo...

¡¡Espero que tengas muchísima suerte cuando la mandes!! =)

Jaja, ya me figuraba que alguna vez que otra te pasabas sin hablar, es intuición. ¡Y cómo me iba a olvidar de ti! ¡Si eres veterano! Estuviste conmigo desde mis inicios como aquel que dice, me has visto crecer xD

Seguiremos leyéndonos ;)

Bszzs!