jueves, 6 de marzo de 2008

El tuerto. 55: Bye, bye, pensión.

-¿Quieres desayunar?
-No tengo ganas, ¿Y tú?
-Yo tampoco.
-Rosita, ¿Te gusta este apartamento?
-Si, es tranquilo…
-Podemos instalarnos aquí, hasta que te den el destino.
-Vale, pero ¿y después? Si me acostumbro a ti no voy a querer marcharme…
-Yo estoy dispuesto a irme contigo, si tú quieres.
-¿De veras? La idea me gusta. Pero de momento vayamos a recoger nuestras cosas. A ver qué escándalo monta mi madre.
-No te preocupes, de tu madre me ocupo yo. No hace falta que vengas, puedes esperarme aquí, que yo te traeré todo lo tuyo.
-Esta noche contigo me ha dado fuerzas, tengo que empezar a perderle el miedo a mi madre. En realidad necesito decirle adiós a la cara, para sentirme bien, por mi propia autoestima.
-¿Tienes muchas cosas, pido una furgoneta de mudanza o cabrán en el “Golf”?
-Bah, no tengo tanto que de verdad quiera llevar. Los libros más importantes y una parte de las ropas, el resto lo dejo.

Cuando estábamos llegando a la pensión me asaltaron las dudas. ¿Y si ante la presión de su madre Rosita se echaba atrás?
-¿Estás segura de que quieres enfrentarte a tu madre? Mira, en realidad no es necesario, podemos comprar todo lo que necesites. A mi no me preocupa tu madre, pero tengo miedo de que te eches atrás.
-Si, ya lo sé, pero esta vez no va a suceder, y quiero demostrármelo a mi misma.
-De acuerdo.

A doña Rosa, la madre, no le gustaban los escándalos, así que la hora de la comida, con el salón lleno de huéspedes era el momento ideal para la operación salida. Rosita se fue derecha a su habitación, a hacer sus maletas, mientras yo entretuve a la vieja en el mostrador de recepción.
-Por favor, doña Rosa, me prepara la cuenta. –Dije en voz alta, para que lo oyeran todos. Me miró entrecerrando los ojos, con rabia. Dudó si atenderme o salir detrás de su hija. –Tengo prisa. –Añadí para reforzar mi petición.
-Esto no va a quedar así.- Murmuró entre dientes.- Hablaré con la policía, sé que eres un delincuente.
-Mire, doña Rosa, si su hija me acepta me casaré con ella. Tiene usted dos opciones, ganar un yerno, o perder una hija, si quiere esto último llame ahora mismo a la policía, por mi encantado. –Le señalé el teléfono con tranquilidad. La bruja titubeó, no estaba acostumbrada a que sus chantajes cayeran en el vacío.- En cambio, por el bien de su hija estoy dispuesto incluso a llevarme bien con usted.
Súbitamente doña Rosa retomó la compostura y me sorprendió con su capacidad de reflejos. Salió del mostrador, se dirigió a mí, e hizo lo último que hubiera esperado: me abrazó con ternura.
-Hijo mío, porque no he ganado un yerno, he ganado un hijo.
Bueno, casi me hace llorar, la vieja astuta. Por un momento me lo creí, después, pensándolo fríamente, deduje que no era sino una muestra más de su capacidad camaleónica de sobrevivir a todas las adversidades. La puerta del comedor estaba abierta, y una parte de los comensales habían dirigido su atención a nosotros. Doña Rosa, en su papel de patrona, se dirigió a ellos en voz alta.
-Se va a casar con mi hija.- Les anunció.
-Oh, enhorabuena.

En ese instante bajó Rosita con una maleta en cada mano y se paró atónita. Le había dado tiempo a escuchar la última frase de su madre. Yo rápidamente me acerqué a ella, le cogí las maletas, la besé en la mejilla, le susurré “sígueme la corriente”, y le guiñé mi único ojo. La vieja se abrazó a su hija llorando y gimoteando.
-Hija mía…
-Mamá, ya hablaremos.
Salimos de allí como pudimos, prometiendo visitarla a menudo.

4 comentarios:

Quebienmesuenatunombre dijo...

Hola Joseph. Me identifico plenamente con el tuerto en eso de su suegrofobia. Todavía no le perdono a mi exsuegra, que no fuese capaz de convencer antes de casarse a su hija para que no lo hiciera. Aun recuerdo sus malditas palabras recien casados cuando delante mio le dijo: "hija, tu no tienes vergüenza por casarte con este hombre". En eso, ahora, al cabo de más de treinta años, estoy de acuerdo con aquella suegra, que aún vive, por supuesto, porque lo malo perdura mas que lo bueno. Un saludo.

-Anna- dijo...

Bueno, por lo menos les terminó saliendo bien. Yo no puedo hablar mucho de suegras, así que mejor ni opino. Pero la verdad que la señora esta es astuta (no más que el tuerto, eso está claro jeje)

Ha sido un gusto reencontrarme con tus escritos Joseph. Seguiré pendiente...espero más seguido acercarme, no puedo ser tan vaga che.

Te mando un besote!!

Joseph Seewool dijo...

Hola, Jack: tu suegra nunca supo reconocer el buen partido que se llevaba su hija. Otra cosa es que te hubiera hecho un favor si hubiera conseguido impedir vuestra boda... Mejor no pensar dónde estarías tú ahora, je, je. Un saludo, y gracias por seguir leyendo esta historieta.

Joseph Seewool dijo...

Anita, es un placer tu presencia. Vuelve cuando te apetezca, con ese tu ritmo intermitente ;-) Sobre todo no dejes de ser tú misma.
Un besito.