jueves, 25 de septiembre de 2008

El tuerto. 75: Hotel Catilina

-Nuestro proyecto –continuó Rosita, alias Doña Flor- es invertir de forma estable en el sector turístico de Canarias. No descartamos alguna operación a corto plazo que pueda ser lucrativa, pero en el fondo lo que nos interesa, a mí y a mis inversores, es permanecer. Estamos seguros que a largo plazo las islas se beneficiarán de una gran expansión económica, y queremos ir tomando posiciones. Para ello nuestra fórmula inicial será crear empresas mixtas, en las que el cincuenta por ciento de capital sea español, y el otro cincuenta de nuestros inversores, representados por mí. Como usted sabe –y si no lo sabe se lo digo yo, pensó Rosita- podríamos prescindir en este momento de dicha fórmula, pues recientemente se ha aprobado una nueva ley de liberalización de inversiones extranjeras en España. Pero la verdad sea dicha, tenemos información extraoficial de fuentes cercanas al gobierno, y no estaría bien visto crear empresas al cien por cien venezolanas o colombianas, al menos por el momento. En realidad la liberalización vino impuesta por una Directiva de la Unión Europea, no porque el gobierno esté convencido.- Rosa detuvo su discurso para dar tiempo a que el Guti lo asimilase.
-¿Y porqué han pensado ustedes en mi como su socio español?
-Bueno, usted sería nuestro socio en las islas porque usted preside una empresa constructora, y nosotros queremos construir hoteles, apartamentos, y también participar en los concursos de obras del Estado y de la Comunidad Autónoma Canaria. Tenemos buenos contactos en las instituciones…¿Quiere que le cuente cuál va a ser nuestra primera operación?
-Si, claro. Pero tal vez podríamos ir a un sitio más relajado…
-Eso mismo estaba pensando yo, ¿no le apetece tomar un martíni? Conozco un lugar donde los sirven inmejorables.
-Oh, qué buena idea.
-Perfecto, señor Gutiérrez. Permítame que le tome del brazo, y a cambio iremos en mi carro, ya que lo he dejado esperando a la puerta.
-Con mucho gusto, doña Flor. Si no le importa, mi chofer nos seguirá en el mío, para traerme de vuelta.
-De ninguna manera, ya le traeré yo mismita de vuelta, si es que le dejo regresar…-Y diciendo esto le guiñó un ojo. Y el Guti no se imaginó hasta qué punto estaba en duda si volvería.

La caraqueña impostada salió con aire majestuoso, del brazo del Guti. Charlie le abrió la puerta a la dama y dejó que el patán se abriera la suya
-Llévanos…al Hotel Catilina. –La orden sonó como si fuera algo improvisado, y como si hubiera pasado toda la vida tomando martínis en la cafetería de ese hotel. Pero lo cierto es que todo estaba planificado con anterioridad, y el sitio elegido, localizado y estudiado con todo detalle. Entre otras cosas porque Charlie, que apenas conocía las calles de Las Palmas, había exigido que no hubiera itinerarios improvisados ni complicados. Este era muy sencillo: salir a la calle León y Castillo y seguir todo recto hasta el número 227. Allí, en los escalones que daban al pórtico de entrada al hotel, se detuvo el flamante mercedes 500, y esta vez no tuvo que bajar el Charlie para abrir la puerta, lo hizo el botones.

Era un hotel de cinco estrellas, por supuesto, de estilo colonial inglés, construido en 1890 y totalmente renovado. Declarado monumento histórico artístico. Estaba enfrente del puerto deportivo, rodeado de un jardín tropical. Contaba con todas las prestaciones para cerrar un buen negocio: Sauna, masajista, baño turco, gimnasio, piscina cubierta y al aire libre, pista de tenis, sala de reuniones…incluso un casino en la última planta.

Entraron en la cafetería, un enorme salón con suelo de mármol, amplios butacones, iluminado por dos inmensas lámparas de araña. Allí, mientras paladeaban las bebidas, Rosa le fue desgranando el plan.
-Pues mire, señor Gutiérrez…
-Llámeme Basilio.
-Gracias. Le decía que vamos a comprar un buen lote de terreno en Puerto de la Aldea.
-Ah, sí, lo conozco, ¿En qué zona?
-Al final de la calle de la Gabarra.
-¿Donde desemboca el río?
-Exacto.
-Pero esa zona no es urbanizable…
-Pronto lo será. Claro, usted no lo sabe…Ese río, la mayor parte se va a soterrar, y en el tramo final se hará una piscina.
-Qué buena idea.
-Y lo mejor es que toda, toda la zona, será urbanizada. Viviendas, hoteles, centros comerciales…Imagínese.
-¿Y el terreno ya está comprado.
-Yo tengo una reserva, en un documento privado, con derecho de cesión a terceros. Y la escritura pública se hará a favor de la sociedad anónima que usted y yo constituiremos. ¿Quiere que le hable de los términos de esa sociedad?
-Ya le digo que la idea me parece buena…
-Pues pasemos al restaurante, Don Basilio, y enjuguemos los martínis antes de que se me suban todito a la cabeza.
-De acuerdo, señorita, “enjuaguemos” los martínis. –Respondió el zafio. Y es que una de las tácticas de Rosa, alias Flor era precisamente soltar de vez en cuando alguna palabra que el tipo no comprendiese, para hacerle sentir su inferioridad. Y el zopenco indefectiblemente mordía el anzuelo.
-Señora, si no le importa.- Le corrigió, por puro afán de corregirle.- Que soy casada. Pero para usted simplemente Flor.

Tampoco era cierto lo de que se le subieran a la cabeza, porque de los tres martínis sólo había bebido la mitad del primero y un sorbito del segundo. El último ni lo había tocado. En cambio Basilio había sorbido hasta la última gota, y aún se quedó mirando el hielo con ganas de chuparlo pero, queriendo dar la mejor imagen, se reprimió en el último instante. Eso sí, en compensación, trasegó una botella y después otra de vino blanco para “enjuagar” una deliciosa merluza a la cazuela.

-Creo que lo justo es que la sociedad sea al cincuenta por ciento del capital, y que los dos seamos administradores mancomunados, para que así ninguno pueda realizar ningún acto que perjudique al otro, y tanto mis socios como usted tengáis la garantía y la tranquilidad de que el dinero sólo se destina a los fines previstos.-Y al decir esto Rosa probó un poco de su ensalada de marisco.
-¿Qué cantidad habéis calculado?
-Pues habíamos pensado comenzar con un capital social de dos millones de dólares. Perdone, ahora mismo no sé cuánto es en pesetas. –Sí que lo sabía, pero hablar en dólares era otra técnica más.
-Unos doscientos. Pero ahora mismo yo no tengo ese dinero. –Dijo el zoquete.
-¿Ah, no? ¿Y de cuánto dispondría entonces?
-Pues…-Ahí fue cuando Basilio comenzó a dudar- Unos cincuenta millones, tal vez sesenta.
-Bueno, supongo que no hace falta desembolsar todo el capital ahora. Podemos comenzar con esa cifra, y darnos un plazo para depositar el restante, o bien…Podemos cubrirlo en forma de préstamos externos que harían mis socios.

Se le veía pensativo y abotargado, el efecto del alcohol, sin duda, pero había algo más que le preocupaba.
-¿Quiere que subamos a la terraza del casino, a contemplar el mar y los veleros? ¿O prefiere una sauna y un masaje?
-Creo que mejor subimos a que me de un poco el aire.
-También podemos jugar unos bolívares en el casino.
-¿Unos qué?
-Ay, perdone, siempre me trasnocha la moneda de mi país.

4 comentarios:

Joseph Seewool dijo...

Pido disculpas a los lectores por seguir cortando la escena, pero con los detalles se me está alargando, y sin ellos pierde la gracia y la sutileza del engaño (creo).
Agradezco una vez más la infinita paciencia de los que continúan el hilo de esta novela.

-Anna- dijo...

Llegué hasta acá...a mí no me tenés que pedir disculpas, con lo inconstante que soy, faltaría que sea impaciente jajaja...
Ojalá les salga perfecta la venganza o el engaño, por lo que veo marcha todo como estaba planeado y en términos de inteligencia tienen todas las de ganar.

Un gustazo seguir al tuerto Joseph, y también creo que los detalles son importantes, ayudan a que uno cree toda la escena en la mente...

En fin, te dejo besos y abrazos...

Volveré :P

Quebienmesuenatunombre dijo...

Hola Joseph. Estoy al cien por cien, en lo que ha dicho Anita, respecto a que los detalles son importantes y que ayudan a que uno cree toda la escena en la mente, tal cual si la estuviese viviendo. Es lo que, yo creo, que junto con el suspense, hace a una novela atrayente, sin dejar de leerla hasta el final. Un saludo.

Anónimo dijo...

Anita: ya ves qué rápido te has puesto al día. Y es que tampoco yo había escrito mucho que digamos, con las vacaciones del mes de agosto. Besos y abrazos para vos.

Jack: te agradezco tu apoyo, que a veces me sostiene en los momentos de duda. Un saludo para ti.