viernes, 14 de noviembre de 2008

El tuerto. 85: Esparta, S.A.

En el baño, mientras me aliviaba, me di cuenta de que las dos copas de vino que había tomado se me habían subido a la cabeza, me encontraba en un estado de beatitud, de euforia. En ese momento me era indiferente la dieta, la hipertensión, la depresión. Me imaginé diciéndole a mi médico:
-Lo siento doctor, cuando mi sangre circula a presión normal me aburro, me deprimo, necesito estar activado.

Mientras regresaba a la mesa, caí en la cuenta que ya había transcurrido más de la mitad de la comida y, entre anécdotas y chistes, aún no habíamos entrado en materia. Al acercarme observé que Blas le decía cosas a Lucía, y ésta se ponía roja. Alcancé a oír las últimas palabras antes de que intentaran cambiar de conversación.
-Es que con una abogada como tú no me importaría estar procesado todos los días. –Lucía guardaba silencio, tímida.
-Pues te iba a salir caro en honorarios. –Tercié, mientras me sentaba.- Y por cierto, ¿te han pagado estos dos?
-Le pagaremos en especie, o en servicios especiales.- Saltó Blas.- Eso me recuerda que tengo una cita con un cliente y todavía no te hemos comentado el negocio que te queríamos proponer.
-¿Ah, sí? Pues cuenta. –La anécdota del casino quedó aparcada, en un segundo plano, para terminarla en otra ocasión.

-Queremos crear una empresa de seguridad, de ámbito nacional. Ya sabes que tengo contactos en la policía, y nos darían la licencia. Yo estoy cualificado para ejercer de director de seguridad y Teo puede conseguir contratos de vigilancia con algunos bancos y cadenas de supermercados, él conoce el sector.
-¿Cuáles son los requisitos?
-Verás, tenemos que tener un plantilla mínima de 25 vigilantes. Los primeros meses, hasta que se firmen contratos, no sé si tendríamos trabajo para todos, pero el salario base hay que pagárselo.
-Creo que no hace falta, -intervino Lucía-, con unos precontratos sería suficiente para conseguir la licencia. Cuando tienen que estar ya trabajando es para la primera inspección que efectúe la policía, que suele ser a los seis meses. Lo que puedes hacer, ya que tienes contactos, es que te avisen antes de la inspección, para en todo caso tenerlos contratados, haya servicios que prestar o no, esperemos que sí.
-Ah, vale, estupendo. –continuó Blas-, pues también necesitamos una oficina adecuada, con un armero y unas medidas de seguridad para custodiar las armas de los vigilantes; hay que darles unos cursillos de formación permanente, gestionarles las prácticas de tiro para que mantengan la licencia de armas, y un largo etcétera. Por otro lado, la sociedad tiene que ser anónima, con un capital mínimo de diez millones, un seguro de responsabilidad civil, y un aval bancario de veinte millones depositado en el Ministerio del Interior.
-Vale, y de todo eso, ¿qué es lo que os falta?
-Hemos reunido siete millones, para eso nos metimos en lo de la deuda de mi primo.- Intervino Teo.- Nos falta el resto del dinero, y sobre todo el aval bancario…
-Ya veo.- Me mostré un poco reticente, intenté aparentar indiferencia, pero por dentro ardía de interés. Armas, e información, dos de mis debilidades. Sobre todo información, el verdadero poder.- ¿Y qué pasaría con “Teo y Blas C.B.”? ¿Se integraría en la nueva sociedad como un departamento de investigación, o se quedaría aparte?
-Pues no lo hemos pensado mucho. La verdad es que no queremos estar toda la vida investigando a maridos cornudos…
-Es que no me refiero a eso, sino a tener otro tipo de investigación, comercial, industrial, ya sabéis.
-Ah, por supuesto que sí, eso nos interesa.
-Creo que jurídicamente habría que mantenerlo en una empresa aparte,- Intervino Lucía- podríamos transformarla en una S.L., -añadió, como si me hubiera leído el pensamiento, ya que esa era la fórmula de que yo pudiera entrar. Y me gustó ese “podríamos”, en primera persona del plural, desliz o indicio de que Lucía también estaba interesada.

-¿Y cuál es la propuesta que me haríais?
-A cambio de los tres millones que nos faltan, y del aval bancario, te daríamos una participación del cuarenta por ciento.
-No hago inversiones en porcentajes minoritarios, sólo me interesa si hay un equilibrio en el control de la sociedad. No quiero ser el convidado de piedra.
-Vaya, tú apuestas fuerte.- Dijo Teo.- ¿Cuál es tu oferta?
-Yo aportaría la mitad del capital social, que podemos fijarlo en ese diez mínimo, o en catorce, para tener más liquidez los primeros meses hasta que se firmen contratos. Además aporto el aval bancario sin ningún problema. A cambio…-Hice una pausa y les miré a todos uno por uno.- A cambio quiero el cincuenta por ciento de las acciones, un consejo de administración en el que estemos los tres, Blas, Teo y yo; además, si ella acepta, porque no me habéis dejado tiempo para consultárselo, Lucía sería la consejera delegada, -yo sabía que aceptaría, no era casualidad que me hubiera insistido para que acudiera al almuerzo, pero había que mantener la intriga-; Blas el director de seguridad, y Teo el jefe de personal. Y por último, eso mismo respecto de la nueva “Teo y Blas, S.L.”, especializada en investigación.

-Vamos, que quieres ser el jefe.-Protestó Blas.
-No, yo no quiero entrometerme para nada en vuestro trabajo, no es mi estilo, la jefa sería Lucía, si es que acepta. ¿No has dicho que con una abogada como ella no te importaría estar procesado? –Le restregué sus propias palabras.
-Qué cabrón.- Dijo Teo por lo bajo, mitad sorprendido, mitad divertido por mi audacia. Saqué la impresión de que Teo estaba de mi parte, en cambio Blas se levantó, creo que un poco molesto.
-Me tengo que ir, -dijo- ya seguiremos hablando.

Me estrechó la mano. A Lucía le dio dos besos. Estaba convencido de que aceptarían, sobre todo porque cualquiera que les consiguiera un aval de veinte millones les iba a pedir lo mismo que yo, y encima no disfrutarían de la eficaz abogada y tímida mujer, Lucía.

-¿Bueno, y qué hacemos con el Sebas? –Me preguntó Teo cuando nos quedamos los tres solos.
-Vosotros quiero que investiguéis a fondo con los bancos a los que les debe dinero. Quiero una relación completa, cuantía de la deuda, y sobre todo qué documentación ha presentado en cada uno de los bancos para conseguir que le concedan el crédito. Sospecho que algún dato ha debido falsear, los bancos no suelen prestar dinero alegremente. También quiero saber si la esposa, Ester, ha firmado alguno de esos créditos, o aparece su firma como avalista. Aunque me consta que tienen régimen de separación de bienes. A partir de ahí actuaré yo, soy cliente importante de algunos de esos bancos estafados. Hablaré con sus servicios jurídicos para que presenten querellas criminales contra él, necesitamos demostrar que ha habido estafa, y si además se ha cometido falsedad documental. No son delitos muy graves, pero lo suficiente para tenerle entretenido con las querellas una larga temporada, y tal vez unas vacaciones a la sombra, para reponerse de tanto sol de Ibiza. -Teo soltó una carcajada, la idea le pareció estupenda. Nos quedamos unos segundos en silencio. Y de paso que deje en paz a Ester, pensé, atendiendo al pedido de ésta. Luego, una vez que esté en la cárcel, aunque sea por poco tiempo, ya veremos la manera de acabar con él.

-Por cierto, volviendo a lo anterior, ¿Habéis pensado qué nombre ponerle a la empresa de seguridad? –Teo se quedó callado.
-Pues no.
-¿Qué os parece un nombre clásico de resonancia heróica, como por ejemplo Bizancio, Siracusa, Esparta? –Propuso Lucía.
-Esparta, ese me gusta. -Dijo Teo.
-Perfecto, -añadí- así puedes decirle a los clientes: “tranquilo, está usted protegido por Esparta”.

6 comentarios:

-Anna- dijo...

Hola Joseph! Llegó de nuevo la intermitente, llegué hasta acá, estaba tan metida en el flujo de la historia que no me detuve a comentar en cada capítulo. Me sorprende cada vez más la cantidad de negocios y tramuyos que tiene el tuerto, esa avidez de negociar. Pero lo que más me sorprende es el asesinato de Rosita!! que shock!!!. En fin, nuevos personajes, nuevas historias, cada vez más interesante el tuerto...y como siempre, es como si nunca me hubiera ido, vuelvo y retomo donde me quedé sin dificultades, y eso no me pasa seguido con otros relatos, por lo general, con lo distraída que soy me cuesta mucho acordarme de qué venía todo.

De nuevo un gustazo poder seguirte desde acá.

Te mando un beso grande.

Anónimo dijo...

Querido y Admirado Seewool,

Con respecto a tu pregunta del capítulo anterior, personalmente me parece que tanto los hechos como la forma de contarlos, son de persona madura y experta, con un gran dominio de las emociones, sangre fría a raudales, a pesar de los nervios lógicos y tensión que ha mostrado en más de una ocasión.

Este tipo de personaje hubiera sido más creíble si la historia transcurriese en los años 30 o 40 del siglo XX. Los tiempos eran de depresión y los hechos históricos por todos conocidos, obligaron a muchos chiquillos a madurar con gran rapidez. A los 24 años, tendría una madurez adecuada a sus aventuras, en esa época.

Pero en los 90, no. Los 24 años del Tuerto son demasiado jovenes para contarlo y por las aventuras que vive. En realidad no chirria nada. Sólo hay que cambiar la edad. Por supuesto, a los 18 ya podria ser un "profesional de la delincuencia". Pero la capacidad e intuición para sus negocios y chanchullos, eso tiene más edad.

Con respecto a este capítulo, vaya golosina para tu protagonista, querido Seewool; nada más y nada menos que una agencia de seguridad. Genial. Efectivamente: información y poder a su alcance.

Este Tuerto tuyo va a trepar muy alto, acompañado también, por la altitud de su hipertensión. Al final, va a ser un pequeño "Rumasa", con capital disperso por todas partes. Ah, y todo perfectamente legal.

Muy bien pensado. Eso son negocios. Admirable el Tuerto. Pero ¿qué va a ser lo imprevisto? ¿Qué va a ser lo que el Tuerto no pueda controlar?

Sóprendenos, admirado Seewool. Seguro que lo conseguirás.

Besos mediterráneos y hasta la próxima.

Quebienmesuenatunombre dijo...

Hola Joseph. Permiteme que me adhiera al comentario de Marta. Eso mismo es lo que yo creo. Hay cosas que solo la experiencia vivida puede hacer a una persona tomar decisiones meditadas. Y el Tuerto, las medita bastante, sin dejar cabos sueltos. Un chaval de veinticuatro años, en la época que fuere, actuaría con auténtica irresponsabilidad previsora. Podría ser facil, omitir lo de la edad, o incluirla en una más de las falsedades documentales de El Tuerto. O bien, retrotraer su nacimiento biológico a los años cincuenta y pocos, si es que a los noventa ya debe tener cuarenta y pocos. Un saludo.

Anónimo dijo...

Holaa, Annna, ya no sos más Anita, je, y dentro de poco doña Anna 8-)
Me alegra tu presencia, y además me interesa tu punto de vista psicológico sobre la faceta asesina de Rosita. Quizá debería haber explicitado sus móviles, pero yo también me dejé llevar por el flujo de la historia. Una chica coja, con tara física, acomplejada, dominada por la madre, humillada, etc. De algún modo ese asesinato le proporciona la satisfacción de la venganza contra el género humano. ¿te parece verosímil?

Besos para vos.

Anónimo dijo...

Queridiiisssima Marta:
Gracias mil por tu comentario, me ha sido de gran ayuda. Creo que simplemente voy a omitir la edad, y dejar que cada uno le atribuya la que prefiera. En cuando a la cronología exterior, la haré más tenue aún si cabe.¿Lo que no controla el tuerto? Creo que ya sabemos qué es lo que no controla, en próximo capítulo veremos algo de ello, pero no sé si te sorprenderá...
Besos para ti.

Anónimo dijo...

Hola, Jack blake. Entre Marta y tú me habeis convencido, voy a omitir la edad. Muchas gracias.