domingo, 15 de junio de 2008

El tuerto. 67: El informe Philip

Charlie entró en el piso en Londres del fallecido con la facilidad esperada, no hubo sorpresas. Para quien estaba acostumbrado a trepar hasta un tejado y deslizarse por la ventana de una buhardilla, abrir la puerta con las propias llaves del muerto carecía de emoción y hasta de mérito alguno, por más que Charlie se empeñara en buscar peligros inexistentes. ¿Quién iba a estar esperándole dentro? ¿Scotland Yard? No, a ese respecto estaba yo bien tranquilo.

Se encontró en un apartamento silencioso, al primer vistazo se notaba que su dueño estaba ausente. Y tan ausente. Las persianas a media altura, el zumbido del refrigerador como único sonido, todo limpio, recogido.
¿Qué era entonces lo que me preocupaba? No hubo sorpresa, pero sí decepción: el registro no reveló nada interesante. Y considero a Charlie suficientemente capacitado para hacer un registro en condiciones. Encontró las llaves del Ferrari Testarossa en un cajón del vestíbulo, el auto estaba aparcado en el garaje. Documentación, menos de la habitual, apenas un resguardo de haber entregado su pistola en el depósito de la policía, justo antes de viajar. Y varias facturas y recibos sin valor alguno. Nada más, ni caja fuerte, ni dinero en metálico, ni joyas, ni dossier. Los únicos objetos de relativo valor, un equipo de música de alta fidelidad, y una inmensa colección de discos. Valor para un coleccionista o un aficionado al menos, para mí ninguno. ¿Pero cuándo tendría tiempo el Philip de escuchar tanta música? ¿O simplemente la coleccionaba?

Ninguna carta de interés en el buzón. Bajó hasta el garaje para inspeccionar el auto, por si acaso. Una vez sentado al volante del deportivo, le acometió un impulso irresistible y contraviniendo mis instrucciones, no pudo resistir la tentación, arrancó el motor y se lo llevó de allí. Dios, qué bajito es, al salir del garaje la chapa de los bajos rozó en el suelo. En un principio sólo pretendía darse una vuelta, pero después, al salir a la carretera, se acordó de un tipo que tiene un garaje un tanto peculiar, hace trabajos especiales como borrar el número de bastidor, cambiar las placas de matrícula, gestionar una nueva documentación falsificada y pintarlo de otro color. Era una pena desperdiciar un cochazo así, que vale cien mil libras, motor de doce cilindros, carrocería diseñada por Pininfarina, al fin y al cabo se producen tantos robos de vehículos que nunca se recuperan… Cientos cada día, decenas de miles al cabo del año sin resolver. Tal vez a Luke algún día le gustaría darse una vuelta en el flamante deportivo del tipo que le traicionó y por cuya culpa lleva ya casi tres años en la cárcel.


Lo que me preocupaba vino a hacerse consciente al transmitirme Charlie el informe los detectives, el “Informe Philip”. Era un buen informe, todo lo exhaustivo que puede ser, pero sobre todo concreto, preciso, sin ambigüedades ni vaguedades. Sólo hechos, la interpretación compete al lector.

Su familia provenía de Northumberland, norte de Inglaterra, donde aún poseían tierras. El padre había sido militar, se había graduado varios años después de la segunda guerra mundial; en la actualidad estaba jubilado con el rango de coronel, divorciado y enfermo de cáncer, vivía sólo en su casa de Northumberland. La madre vivía en Londres con la hija Claire, hermana de Philip. Un tercer hijo, David, al parecer luchaba desde hacía años como mercenario en diferentes guerras de Africa. La hermana iba por su cuarto divorcio y quinto marido. Philip no estaba casado, ni lo había estado nunca, ni tenía hijos. Tuvo una novia eterna y hacía un par de años que habían terminado la relación; ella se había casado recientemente con un arquitecto. El tío paterno había sido Juez, también se había jubilado, estaba bien relacionado en la alta magistratura, e incluso en la política. La madre, el padre y los hermanos mantenían entre sí un largo y embrollado pleito a cuenta de las tierras en Northumberland. Un pleito en el que se mezclaban la herencia del abuelo, la disputa por los bienes matrimoniales, conflicto de lindes, la disputa por la propiedad de un yacimiento de silicio, amén de un largo rosario de divergencias sobre obras comunes de mantenimiento de un camino vecinal, tendidos eléctricos y derechos de paso. Lo cierto era que en esa pelea familiar habían acabado por formarse dos bandos, en una Philip y su padre, en el otro Claire y la madre. David simplemente no estaba. En cuanto a las actividades de Philip, había pasado por la academia militar, sin llegar a graduarse; había estado en Israel realizando cursos de terrorismo y espionaje. Era cinturón negro de judo y de kárate. Sus actividades concretas no se conocían, ni sus fuentes de ingresos, pero sí que estaba encausado en media docena de sumarios, además de condenado en el asunto de la falsificación de billetes por evasión de impuestos. Esos eran los datos.

Ahí fue, al entrar en las especulaciones, cuando me di cuenta de lo que me preocupaba: eran mis propias dudas sobre si realmente Philip sería el chivato. Realmente no había encontrado ninguna prueba de que lo fuera. Sus contactos con la policía y los jueces y la descarada ayuda que le prestaron en el juicio podían ser fruto de sus relaciones familiares. Sus actividades delictivas acaso eran la expresión de su descarrío personal. Me daba cuenta de que los tres hermanos manifestaban síntomas de un carácter atípico: David mercenario, Claire con cinco maridos, y Philip…¿Qué era Philip? ¿Un agente doble o un simple delincuente? Faltaba el eslabón definitivo y me di cuenta de que tal vez nunca sabría la verdad. Era mejor echarle tierra al asunto, cerrar el expediente, olvidarlo, superar las dudas y la culpa -¿era el chivato, era necesaria su muerte?- soportando las pesadillas o enterrándolas a base de tranquilizantes y somníferos. A veces no es bueno saber demasiado.

10 comentarios:

William Wren dijo...

we have very similar tastes in the arts unfortunatly i cant read your language

Joseph Seewool dijo...

I confirm very similar in all sort of art, and I´m very lucky for I do can read yours. From Shakespeare to Fitzgerald it´s quite a pleasure reading them in their own language, one understand better it´s beauty. Promise to read your thoughts in "fall and demise", and try to learn some spanish too, is not a bad language ;-) See you.

Quebienmesuenatunombre dijo...

Hola. Me temo que no va a ser muy convincente para ningún hijo de la G. Bretaña, aprender un idioma de gente baja, como el español. Estupenda contestación esa de que aprender español no es nada malo. Buen capítulo este. Pero me temo que, habrá ahora que encontrar al auténtico chivato. Un saludo.

Joseph Seewool dijo...

Hola, Jack, gracias por seguir leyendo inclusive los comentarios y sus respuestas, je, je. En cuanto al chivato, me reitero en lo que le he dicho a mi amiga Anita en otro lugar: casi nunca existe la certeza y nos tenemos que conformar con una mera probabilidad. Y a menudo, a medida que aumenta nuestra información, pasamos de una certeza más aparente que real, a esa última verdad que es la incertidumbre. Saludos.

Anónimo dijo...

Queridisimo Seewool,

En verdad el Tuerto no conoce su entorno, pues el primer sorprendido del informe Philip es él, como también ha sido mí una sorpresa ir leyendo el pasado "conocido" del ahora dudoso chivato.

A excepción de algún caso muy concreto, todos los capítulos de tu novela son excelentes,recalcitrantes, estimulantes a la lectura y perfectamente estructurados, pero este aporta una nueva visión: la realidad de las apariencias, el holograma de la autenticidad.

Lo que el Tuerto sabe antes del informe, se pone en duda después del mismo, y conscuentemente, la mala conciencia vuelve ha hacer su aparición, y los somniferos no siempre serán el remedio.

Claro que esto que comento contrasta con el sí real conocimeinto del Tuerto sobre Charlie, pero los pasados de ambos personajes parten de una misma raiz; la delincuencia en distintos generos.

Estos aspectos psicológicos cofieren al relato un impás entre la acción propia de los personajes, y el conocimioento que el lector va teniendo de los mismos, a través tanto de su comportamiento, como de lo que expresan con sus frases.

Interesantísimo, y como siempre, nos pones la miel en los labios para que como el chocolate, sea una adicción, rozando la tentación hasta caer en el vicio, leer tu novela.

¡¡¡¡NO TARDEEEEEESSSSS!!!! Que estoy esperando a ver por donde nos vas a salir. Mira, para vencer la tentación, caigo en ella, me como un bombón.

Besos chocolateados y hasta pronto, admirado Seewool.

-Anna- dijo...

Waaaaaaaaaa, quiero seguirrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr

Me salté los comentarios de los últimos dos porque estaba demasiado enganchada, ya ves, ahora llego acá y empieza mi intermitencia de nuevo, aunque sería bueno aunque sera no esperar a que pasen dos páginas para volver a leer jeje.

Seguí así Joseph, está quedando genial esto del tuerto.

Te mando un beso grande :)

Ahora si me voy a dormir meditando si es verdad o mentira, aún con eso de la certeza y la probabilidad.

En otro tema...aprendan español peopleeeeeeeeeee, porque un día nos vamos a cansar de estudiar idiomas para poder entender al resto del mundo y además se están perdiendo de buena literatura, más que buena, excelente...sooooo estudien español jaja. Aunque hay que admitir que es uno de los más difíciles, después de francés que me está rompiendo la cabeza :S

Ahora si, me fui a dormir.

Besotes!

-Anna- dijo...

Fe de erratas: en el cuarto renglón de mi comentario anterior no es "sera" es *sea...

definitivamente el español es un idioma dificil jajaja...nah, es que se me cruzan los dedos.

Ahora sí

Aiosssssss

Joseph Seewool dijo...

Querida Marta, ay, qué golosa eres. Pero bueno, ¿quién podría negarle un bombón a una lectora tan aguda y a la vez halagadora? Es curioso que observes cosas que sin duda al propio autor se le escapan, curioso y alentador.
Pues el siguiente capítulo ha tardado un poco, sólo espero que no te decepcione.
Y para corresponder a tu bombón y combatir el calor me voy a bajar a la piscina a darme un baño (clandestino, saltando la valla). Un beso para tí.

Joseph Seewool dijo...

Anita, qué bueno que llegaste. Ya sabés que me encanta tu intermitencia, eso le añade suspense...he, he. ;)
Espero que durmieras de maravilla, noctámbula redivina.
Beso para tí.

Joseph Seewool dijo...

Ahora sí, yo me bajo a la piscina a ese baño nocturno, cerca ya de la medianoche.